Firmas contra obispo Barros



Ejerciendo mi derecho a réplica por ser aludido directamente en la carta de Jimena Pool el pasado sábado 10 de septiembre, ( en el diario Austral ) quisiera precisar varias cosas.

Parto agradeciendo la oportunidad de expresar públicamente la diferencia de opinión que tenemos con mi tía sobre esta situación. Al menos tenemos la fortuna de disentir y seguir adelante, en cambio, desde la llegada del obispo Barros, conozco no pocas familias que se han roto a causa de la obstinación de la Iglesia que tanto dice defender la familia.

La carta que respondo ahora parte de una premisa común… la culpabilidad del obispo en los hechos que se le acusan. En eso estamos de acuerdo. La diferencia entre ella y yo, entonces, radica en que para ella la culpabilidad del obispo no lo inhabilitaría de su función pública. A lo mejor, da a entender ella, todo esto podría ser terapéutico para él.

Al respecto, y lo sostuve varias veces mientras era vocero de la Organización de Laicos y Laicas de Osorno, quienes sostengan lo anterior olvidan lo siguiente:

En primer lugar, el obispo no ha dado muestras de un arrepentimiento. Sólo ha pedido perdón por errar la forma en que dice que nunca vio nada. No obstante, prefiero pensar que de buena fe, omite referirse al considerando 26 del fallo penal y al 17 del fallo canónico donde él y su grupo de amigos en el episcopado salen involucrados en los hechos públicos y por todos sabidos.

En segundo lugar, aunque se arrepienta, debería renunciar. El arrepentimiento es un acto de habla performativo, vale decir, se hace mientras se dice. Y de la misma forma que uno esperaría que los parlamentarios que reconocen culpabilidad en el financiamiento de sus campañas den un paso al lado, lo mismo se espera con el obispo. Sino, el perdón y el arrepentimiento serían palabras vacías.

En tercer lugar, el obispo es la institución que canónicamente debe decidir desechar o dar curso a procesos en casos de abusos sexuales que involucren, por ejemplo, a curas. Y en esto, creo yo, radica el principal problema de la permanencia de Barros en el episcopado porque no sólo alguien que está cuestionado moralmente por los hechos que debería juzgar sino que ha dado luces de emitir juicios distorsionados sobre la realidad, ¿qué garantía ofrece a las posibles futuras víctimas en que se investigará debidamente o al menos se dará inicio a un debido proceso?

El rol público que desempeña el obispo, por tanto, no es sólo decorativo sino que hay vidas en juego. Asumir ese riesgo no haciendo nada, nos convierte en cómplices.

Juan Carlos Claret Pool

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