La ira santa por Javier Diez Canseco
sociedad politica DDHH La ira se acumula. Se sedimenta con el tiempo, como uno de esos callos, amarillentos y duros, que son la suma de las cicatrices de incontables ampollas, llagas y cortes abiertos en las manos trabajadoras. Se alimenta de décadas de injusticia, desprecio y abuso, de cientos de miles de horas escuchando promesas incumplidas y rumiando frustraciones, de toneladas de trámites inútiles y petitorios extraviados en alguna dependencia, de miles de kilómetros caminados para terminar en el mismo punto. Piense en Oscar Fernández o Julio Raymundo, obreros mineros de Casapalca, entre los 30 y 40 años. Suponga que, como a ellos, lo despiden abruptamente de su trabajo. Su único ingreso es su salario, entre 19 y 26 soles por trabajar 12 horas diarias. No ahorra mucho, ¿no es cierto? porque tiene que pagar el menú diario y mantener a su familia. Imagínese en Casapalca, a 4,200 metros sobre el nivel del mar, trabajando en tareas permanentes, pero en una de esas "contratis...