Alberto Hurtado s.j. experimentó las miserias de Chile.
Afirmar que el Hurtado fue un santo porque encontró al Señor en el servicio de los más pobres se ha convertido, casi, en lugar común. Con todo, es capital no olvidar que su santidad no fue, simplemente, un sentimiento de amor por el prójimo, sino el resultado del modo como planteo su vida.1 Reducirlo a un hombre bueno que hizo cosas buenas o, incluso, muy buenas es quitarle el protagonismo debido a su razón y corazón, en la génesis de su santificación. ¿Qué queremos decir? Que el P. Hurtado, experimentó, juntamente, las miserias de Chile y el amor de Dios y se vio forzado, por tanto, a encarar, en conciencia, las preguntas que provenían de las miserias de su país. La conciencia moral es, en todo adulto cristiano, una larga pregunta que incluye, a la vez, al mundo y a sí mismo: ¿cómo y a quién amar para hacer de este mundo un lugar más humano y mejor, y, de este modo, ser feliz? Su grandeza estuvo en saber postergarse y en reconocer que la fidelidad a uno mismo es auténtica cuando supon...