A Nosotros nos Engendró el Asco de la Justicia


Éramos los admiradores de los grandes ilusos, que casi siempre han sido los únicos definitivamente humanos.

No odiamos a nadie, pero no aceptamos la mentirosa suficiencia de los poderosos.


Éramos descendientes de locos peligrosos que, o se negaron a adorar la propiedad privada, o predicaron la libertad.






Existe el legado de un testigo de

Responsabilidad Política llamado

Esteban Gumucio ss.cc +


quien escribió en su diario de vida

este significativo poema que es un fiel

reflejo de la sociedad.

APOLOGÍA. LOS INACEPTABLES



¿Quiénes éramos?



Éramos una turba en vías de ser un pueblo.
Cierto.

Éramos obreros y burgueses, todo revuelto.


Los que veníamos de la dorada gente habíamos dejado el sombrero
y los apellidos, colgados de un clavo.


Éramos descendientes de locos peligrosos que,

o se negaron a adorar la propiedad privada,

o predicaron la libertad.

Como Abraham engendró a Isaac, a nosotros nos engendró el asco de la injusticia.


Nos ha venido dando asco este "orden" inverosímil con olor a whisky, con tono de voz segura, con mentira secular embadurnada de falsocristianismo.



Ya no pudimos más con nuestra porquería privilegiada y respetada.



Éramos los que creíamos

en la grandeza de los

que creíamos en la grandeza

de los pobres, amados de Cristo;

los que esperábamos y todavía esperamos que alguna vez se ha de tornar el mundo un poco más humano y honorable.



Éramos los admiradores de los grandes ilusos, que casi siempre han sido los únicos definitivamente humanos.


Queríamos amar más la verdad que los dólares.


Hemos preferido ser humillados, burlados, estafados, castigados,antes que ponernos de vientre a adorar los becerros de oro.



Estuvimos y estaremos con los pobres, porque se lo merecen y porque el mismo Cristo se ha puesto a su servicio.


No odiamos a nadie, pero no aceptamos la mentirosa suficiencia de los poderosos.



Seguiremos caminando en la huella de los que perdieron su vida por la libertad, por la dignidad de todos los hombres.


Nuestro nombre no importa; nos llamamos Ghandi, Luther King... Iba a decir: Cristo; pero ese nombre nos queda grande y no quisiéramos reducirlo a nuestro pobre tamaño...

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