VERBO Y VIRTUD . CRISTIAN CALDERON.

Es en el sujeto “subjetivo” donde el tiempo y el espacio cobran su dimensión.

Son las personas las que experimentan las infinitas combinaciones de lo pasado y lo futuro, de lo interior y lo exterior, de lo próximo y lejano.

E incluso más allá: de lo querido y necesario, de lo verdadero y falso, de lo bueno y malo, de lo justo e injusto, de lo hermoso y feo, de lo propio y ajeno, de lo cierto e incierto, de lo probable e inseguro.

Y así. Este emparejamiento de palabras se pueden extender al infinito porque es a través de ellas las personas realizan la doble tarea de apropiarse y describir los fenómenos que les ofrece la realidad.

Son las palabras/valores el nexo de los hombres con su entorno, son ellas la mediación entre las percepciones, el dato inefable, y la posibilidad de regreso a lo explícito.


Las palabras ordenan el sentido en un viaje de ida y vuelta. Abren significados del mismo modo que encubren otros; dejan ver lo que señalan, a la vez que sugieren lo no dicho, lo silenciado. Las palabras son la moneda de cambio, la mercancía flexible, el billete universal, la tarjeta abierta a todas las transacciones.
Las palabras participan de la objetivación y desobjetivación de lo objetivo; así como en la subjetivación y desubjetivación de lo subjetivo.

Las palabras son explícitas por lo que muestran e implícitas por lo que guardan, las palabras transitan a discreción por todos los umbrales porque, en el fondo, están más allá del bien y el mal, son inmunes al éxito o fracaso, a la victoria o la derrota y están ahí o acá, en lo real o virtual, constatando como un medio de prueba única y exclusivamente la propia pertinencia de su uso.

CCalderon

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