"HOY YA NO TENGO ESOS SUEÑOS"





Pedro Casaldáliga escribe una circular desde Amerindia.org acerca de una frase aparecida en el libro del cardenal Martín - Coloquios nocturnos en Jerusalén – nos hace interesantes planteos sobre la iglesia y el FSM, entre otras cosas.
Cuenta que este Cardenal Carlo M. Martini, es un jesuita, biblista, arzobispo que fue de Milán y colega suyo de Parkinson, un eclesiástico de diálogo, de acogida,de renovación a fondo, tanto de la Iglesia como de la Sociedad.



En este libro de confidencias y confesiones Coloquios nocturnos en Jerusalén, se lee lo siguiente:

«Antes tenía sueños sobre la Iglesia. Soñaba con una Iglesia que recorre su
camino en la pobreza y en la humildad, que no depende de los poderes de
este mundo; en la cual se extirpara de raíz la desconfianza; que diera
espacio a la gente que piensa con más amplitud; que diera ánimos, en
especial, a aquellos que se sienten pequeños o pecadores. Soñaba con una
Iglesia joven. Hoy ya no tengo más esos sueños».
Cssáldiga anota queesta afirmación categórica de Martini no es, no puede ser, una declaración de fracaso, de decepción eclesial, de renuncia a la utopía.


Martini continúa soñando nada menos que con el Reino, que es la utopía de las utopías, un sueño del mismo Dios.
Él y millones de personas en la Iglesia soñamos con la «otra Iglesia
posible», al servicio del «otro Mundo posible». Y el cardenal Martini es un
buen testigo y un buen guía en ese camino alternativo; lo ha demostrado.
Tanto en la Iglesia (en la Iglesia de Jesús que son varias Iglesias) como
en la Sociedad (que son varios pueblos, varias culturas, varios procesos
históricos) hoy más que nunca debemos radicalizar en la búsqueda de la
justicia y de la paz, de la dignidad humana y de la igualdad en la alteridad,
del verdadero progreso dentro de la ecología profunda. Y como dice Bobbio
«hay que instalar la libertad en el corazón mismo de la igualdad»; hoy con
una visión y una acción estrictamente mundiales. Es la otra globalización, la
que reivindican nuestros pensadores, nuestros militantes, nuestros mártires,
nuestros hambrientos…
La gran crisis económica actual es una crisis global de Humanidad que
no se resolverá con ningún tipo de capitalismo, porque no cabe un
capitalismo humano; el capitalismo sigue siendo homicida, ecocida, suicida.
No hay modo de servir simultáneamente al dios de los bancos y al Dios de la
Vida, conjugar la prepotencia y la usura con la convivencia fraterna. La
cuestión axial es: ¿Se trata de salvar el Sistema o se trata de salvar a la
Humanidad? A grandes crisis, grandes oportunidades. En idioma chino la
palabra crisis se desdobla en dos sentidos: crisis como peligro, crisis como
oportunidad.
En la campaña electoral de EE UU se enarboló repetidamente «el
sueño de Luther King», queriendo actualizar ese sueño; y, con ocasión de
los 50 años de la convocatoria del Vaticano II, se ha recordado, con
nostalgia, el Pacto de las Catacumbas de la Iglesia sierva y pobre. En el 16
de noviembre de 1965, pocos días antes de la clausura del Concilio, 40
Padres Conciliares celebraron la Eucaristía en las catacumbas romanas de
Domitila, y firmaron el Pacto de las Catacumbas. Dom Hélder Câmara, cuyo
centenario de nacimiento estamos celebrando este año, era uno de los
principales animadores del grupo profético. El Pacto en sus 13 puntos insiste
en la pobreza evangélica de la Iglesia, sin títulos honoríficos, sin privilegios
y sin ostentaciones mundanas; insiste en la colegialidad y en la
corresponsabilidad de la Iglesia como Pueblo de Dios, y en la abertura al
mundo y en la acogida fraterna.
Hoy, nosotros, en la convulsa coyuntura actual, profesamos la
vigencia de muchos sueños, sociales, políticos, eclesiales, a los que de
ningún modo podemos renunciar. Seguimos rechazando el capitalismo
neoliberal, el neoimperialismo del dinero y de las armas, una economía de
mercado y de consumismo que sepulta en la pobreza y en el hambre a una
grande mayoría de la Humanidad. Y seguiremos rechazando toda
discriminación por motivos de género, de cultura, de raza. Exigimos la
transformación sustancial de los organismos mundiales (ONU, FMI, Banco
Mundial, OMC…). Nos comprometemos a vivir una «ecológica profunda e
integral», propiciando una política agraria-agrícola alternativa a la política
depredadora del latifundio, del monocultivo, del agrotóxico. Participaremos
en las transformaciones sociales, políticas y económicas, para una
democracia de «alta intensidad».
Como Iglesia queremos vivir, a la luz del Evangelio, la pasión obsesiva
de Jesús, el Reino. Queremos ser Iglesia de la opción por los pobres,
comunidad ecuménica y macroecuménica también. El Dios en quien
creemos, el Abbá de Jesús, no puede ser de ningún modo causa de
fundamentalismos, de exclusiones, de inclusiones absorbentes, de orgullo
proselitista. Ya basta con hacer de nuestro Dios el único Dios verdadero.
«Mi Dios, ¿me deja ver a Dios?». Con todo respeto por la opinión del Papa
Benedicto XVI, el diálogo interreligioso no sólo es posible, es necesario.
Haremos de la corresponsabilidad eclesial la expresión legítima de una fe
adulta. Exigiremos, corrigiendo siglos de discriminación, la plena igualdad
de la mujer en la vida y en los ministerios de la Iglesia. Estimularemos la
libertad y el servicio reconocido de nuestros teólogos y teólogas. La Iglesia
será una red de comunidades orantes, servidoras, proféticas, testigos de la
Buena Nueva: una Buena Nueva de vida, de libertad, de comunión feliz. Una
Buena Nueva de misericordia, de acogida, de perdón, de ternura,
samaritana a la vera de todos los caminos de la Humanidad. Seguiremos
haciendo que se viva en la práctica eclesial la advertencia de Jesús: «No
será así entre vosotros» (Mt 21,26). Sea la autoridad servicio. El Vaticano
dejará de ser Estado y el Papa no será más Jefe de Estado. La Curia habrá
de ser profundamente reformada y las Iglesias locales cultivarán la
inculturación del Evangelio y la ministerialidad compartida. La Iglesia se
comprometerá, sin miedo, sin evasiones, en las grandes causas de la justicia
y de la paz, de los derechos humanos y de la igualdad reconocida de todos
los pueblos. Será profecía de anuncio, de denuncia, de consolación. La
política vivida por todos los cristianos y cristianas será aquella «expresión
más alta del amor fraterno» (Pío XI).
Nos negamos a renunciar a estos sueños aunque puedan parecer
quimera. «Todavía cantamos, todavía soñamos». Nos atenemos a la palabra
de Jesús: «Fuego he venido a traer a la Tierra; y qué puedo querer sino que
arda» (Lc 12,49). Con humildad y coraje, en el seguimiento de Jesús,
miraremos de vivir estos sueños en el cada día de nuestras vidas. Seguirá
habiendo crisis y la Humanidad, con sus religiones y sus iglesias, seguirá
siendo santa y pecadora. Pero no faltarán las campañas universales de
solidaridad, los Foros Sociales, las Vías Campesinas, los Movimientos
populares, las conquistas de los Sin Tierra, los pactos ecológicos, los
caminos alternativos de Nuestra América, las Comunidades Eclesiales de
Base, los procesos de reconciliación entre el Shalom y el Salam, las victorias
indígenas y afro y, en todo caso, una vez más y siempre «yo me atengo a lo
dicho: la Esperanza».
Cada uno y cada una a quien pueda llegar esta circular fraterna, en
comunión de fe religiosa o de pasión humana, reciba un abrazo del tamaño
de estos sueños. Los viejos aún tenemos visiones, dice la Biblia (Jl 3,1). Leí
hace unos días esta definición: «La vejez es una especie de posguerra»; no
necesariamente de claudicación. El Parkinson es sólo un percance del
camino y seguimos Reino adentro.
Pedro Casaldáliga
Circular 2009

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