Donde reside la paz


La paz comienza en el interior de los corazones. -Pablo VI

La paz constituye un bien tal, que no cabe desear oro más preciado ni poseer otro más útil. -San Agustín de Hipona

La paz en el mundo finalmente dependerá de nuestra capacidad para la amistad y dela voluntad para usarla. -Berta Conde

La paz hace riqueza; la riqueza, soberbia; la soberbia trae la guerra; la guerra la miseria; la miseria, la humildad; y la humildad hace de nuevo la paz. -Geller von Keysersberg

Mientras no haya una distribución equitativa de la riqueza, no habrá paz. -Elena Ochoa

No hay caminos para la paz; la paz es el camino. -Mohandas Karamchand Gandhi

Que tu pensamiento no rebase el tiempo presente; he aquí el secreto de la paz. -Omar Khayya


Qué diferente sería el mundo si de verdad estuviéramos en paz con cada persona que saludamos durante el curso de un día, si nuestras palabras no fueran tan sólo cortesía sino que surgieran del corazón!
En realidad, según nos señalan incansablemente los ateos, pocos conflictos han causado tanto derramamiento de sangre a lo largo de la historia como nuestras incesantes disputas por diferencias religiosas.

La paz presupone lucha. Se le encuentra al asumir las batallas fundamentales de la vida: la de la vida contra la muerte, la del bien contra el mal, la de la verdad contra la mentira. Sí, es un don, pero también es resultado del más intenso esfuerzo.

Muchos son los que se sienten llamados a dedicarse a la causa de la paz, pero en su mayoría dan marcha atrás cuando se dan cuenta de que no pueden ofrecerla a los demás sin antes haberla descubierto en su fuero interno.
Incapaces de encontrar armonía en su vida personal, al poco tiempo se sienten completamente agotados.

Nada es tan vital – ni tan doloroso – como reconocer la falta de paz en el propio corazón, en nuestras propias vidas.

Para algunos puede tratarse de odio o resentimientos; para otros, de engaño, división o confusión; para otros más, de simple vacío o depresión.
En el sentido más profundo, todo eso es violencia y, por lo tanto, hay que enfrentarla y vencerla.

No importa quiénes somos ni de dónde venimos. Lo que importa es que perdonemos y que nos abramos a la obra de Dios. Puede que en ocasiones surjan recuerdos dolorosos para enturbiar las aguas, pero no debemos permitirles que nos empañen la vista. Aunque no podamos olvidar, debemos creer que sí podemos perdonar y cuando hayamos perdonado, empezaremos a sanar


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