La crisis de la mitad de la vida a los 40 y algo mas

La crisis de la mitad de la vida no se trata simplemente de un situarse nuevo en circunstancias físicas o psíquicas cambiadas.

No se trata solamente de un dar por terminado un período por la disminución de las fuerzas corporales y espirituales y plantear nuevos deseos y nostalgias que frecuentemente brotan en el cambio de la edad.Se trata más bien de una profunda crisis de la existencia en la que se plantea el sentido del todo: ¿Por qué trabajo yo tanto, por qué me ajetreo tanto, sin encontrar tiempo para mí? ¿Por qué, cómo, con qué fin, para qué, para quién? Estas preguntas surgen más frecuentemente en la mitad de la vida y provocan una inseguridad que afecta al concepto de la vida que hasta aquí se ha tenido.La edad es algo que tiene su significado en relación con el camino espiritual de todosEl objeto del camino es el fondo de la propia alma. hay considerar el fondo del alma como una imagen de lo más íntimo del serel fundamento en el que todas las fuerzas del alma se unifican.




Es el punto en que cada uno está de verdad consigo mismo y en el que Dios habita
Sin embargo, no se alcanza el fondo del alma por el esfuerzo propio sino solamente cuando se deja obrar a Dios.
Y Dios obra en nosotros a través de la vida, de las experiencias que la vida misma trae consigo.
Dios nos vacía mediante los desengaños.

Nos revela nuestra futilidad a través de nuestros fallos, trabaja en nosotros por el sufrimiento de que nos cree capaces.Estas experiencias de ser vaciados, despojados, se condensan en la mitad de la vida.Y aquí es importante que nosotros dejemos en Dios todos los esfuerzos espirituales para ser conducidos por El hasta el fondo del alma a través de los vacíos y arideces del propio corazón.

Es en ese fondo del alma donde no encontramos nuestras imágenes y sentimientos sino al verdadero DiosLa crisis es pues el punto de giro en el que se decide si se permanece cerrado en sí mismo o nos dejamos abrir hacia etapas nuevas


Uno puede huir ante la crisis de la mitad de la vida como en negarse a dirigir su mirada al interior de sí mismo.

No sitúa la inquietud y desasosiego en su corazón, sino que lleno de impaciencia lo localiza fuera, en los otros, en las estructuras, en las instituciones todas que quiere cambiar.Cuando Dios lleva a la inquietud, revuelve la casa
Cuando con su gracia llega a cada uno y comienza a tocarle, allí donde estemos, deberíamos esperar, pero uno se aparta del fondo del alma, y no tiene en cuenta el testimonio del Espíritu en él debido a nuestro caminar en otro rumbo

Proyecta el descontento de sí mismo hacia afuera y obstruye con reformas exteriores la entrada al fondo de su alma.

Está tan ocupado con los cambios y mejoras exteriores que no percibe cómo su interior no da un paso.
La lucha con lo exterior le exime de mantener el combate consigo mismo.otra forma de huir: Aferrarse a lo externo. tb consiste en aferrarse a ejercicios espirituales externos.No se ocupa de los demás, del contorno, sino que se encierra en sí mismo.
Pero de una manera formalista.En sus actividades exteriores elude la confrontación interior.
En lugar de aplicar el oído al interior y atender al escondido "camino íntimo" permanecerá en las "comunes y amplias calles".La reacción de huída es comprensible.
Pero son muy pocos los que comprenden la función positiva de la crisis en la mitad de la vida.La mayoría se sienten inseguros y reaccionan a su manera, frecuentemente sin discernimiento.

Por eso es importante comprender el carácter escalonado de la vida espiritual

Cada escalón tiene su función.


La etapa de la mitad de la vida es un escalón decisivo en el camino hacia Dios y para la propia realización.Es un escalón doloroso que por lo mismo muchos no quieren aceptar y cuando se aproxima reaccionan con el mecanismo de defensa de la huida. La actividad incontenible, típica de nuestra edad, es una huída inconsciente, muchas veces, ante la crisis interior. Y dado que la mayor parte quedan abandonados en su crisis no encuentran otra posibilidad que la huida.
Por eso necesitamos personas experimentadas que ayudarán a los otros en su crisis y que pudieran acompañar a través de la apretura hacia una madurez humana y espiritual.
Otra forma de reaccionar ante la crisis de la mitad de la vida es el detenerse, el inhibirse ante la exigencia de dar el paso de desarrollo hacia adelante quedándose en la actual manera de vida. para ocultar la angustia interiorLa crisis de la mitad de la vida nos coloca ante la exigencia del autoconocimiento que a la vez sería una ayuda para superar la crisis.


La gracia de Dios que ha establecido en nuestra cabeza el hasta ahora actual edificio de pensar y de vivir, nos ofrece también la ocasión de conocernos a nosotros no sólo externamente sino en el fondo de nuestra alma, donde nuestro ser íntimo está escondido.
El camino del autoconocimiento estáen la marcha al interior, la vuelta al propio fondo del alma.
El conocimiento de sí mismo es por lo pronto doloroso porque descubre implacablemente lo que en el interior hay escondido de oscuridad y maldad, cobardía y falsedad.
Para madurar, para llegar al propio fondo del alma, es preciso pasar a través de la estrechura de dos piedras; no se pueden seguir constantemente nuevos métodos de madurez humana o espiritual.
Esto sería solamente huir ante la apretura.
En un momento cualquiera hay que tener el valor de pasar a través de la estrechura aunque con ello se pierda la piel antigua, incluso si se sufren heridas y erosiones.
Las decisiones aprietan.
Pero sin atravesar esa angostura no se madura, no se renueva.
El hombre exterior tiene que ser raspado para que el interior se renueve día tras día
Así pues, la crisis de la mitad de la vida tiene un objetivo.
Es la ocasión para perforar el genuino ser y dar un paso decisivo en su camino hacia Dios.
Si comprendemos bien la relación de la apretura y del nacimiento de Dios, podremos reaccionar de manera diferente ante los primeros síntomas de la crisis.

No perdamos la cabeza creyendo que tenemos que probar todos los posibles métodos psicológicos para obtener la salud óptima.
Consideremos más bien como una tarea espiritual admitir la crisis y oir en ella lo que Dios quiere decirnos.

Ante la crisis no tenemos que protegernos con los mecanismos de defensa que tengamos a mano.
No necesitamos tampoco huir porque podemos ser consolados dejando a Dios obrar en nosotros
Podemos aceptar que Dios revuelva nuestra casa y descomponga en nuestro interior el pretendido orden que teníamos.
En lugar de lamentarnos de nuestra crisis, deberíamos dar gracias a Dios porque actúa en nosotros, porque rompe nuestra dureza con su espíritu, que quiere transformar constantemente nuestro corazón para Sentir la vida

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