El Evangelio es subversivo, tiene una fuerza que si lo tomáramos en serio el mundo sería diferente A.GOIC

Conversando con Alejandro Goic , presidente de la Conferencia Episcopal
“No puedes servir a Dios y al dinero”

Ahora que todos están de acuerdo en que en Chile hay “diferencias escandalosas” e inaceptables, y que nadie acusa al padre Hurtado de comunista, la Iglesia habla fuerte y claro.

Sobre la propiedad, el dinero, la empresa y el pecado social habla nuestro entrevistado, con voz serena pero clara. Que nadie diga: “¡No se oye, padre!”

El obispo de Rancagua y máxima autoridad de sus pares colegiados viene llegando de Roma y lo hace feliz. Andaba en la canonización del padre Hurtado, como corresponde.

En medio de las estampitas, el jolgorio y tanto feligrés mediático, se hizo un alto para conversar sobre las preguntas acuciantes que plantea la agenda social.

Tal vez, las mismas que se haría San Alberto Hurtado.

-Benito Baranda señaló en LND que estamos frivolizando el mensaje del padre Hurtado.

Decía: “Los católicos hemos levantado poco la voz y hemos sido poco justos con las personas que viven en situación de pobreza.

Prevalece la idea de que ojalá se vayan a vivir lo más lejos, lo más aislados posible”.


Usted, como pastor, ¿ve doble discurso de los creyentes en esta materia?


-El tema de la pobreza sobrepasa la situación de los católicos, es un tema país.



Los obispos de Chile, en estos últimos dos años, hemos hablado bastante claro señalando las diferencias escandalosas que existen.


Creo que tenemos que agradecer a Dios el haber recuperado la democracia, que se consolidara y estabilice una situación económica, que el país tenga el desarrollo que ha tenido, que es evidente. Pero de cara al próximo Gobierno tenemos que hacer un esfuerzo mancomunado, todos, para superar la injusticia de que más de tres millones de personas no participan del desarrollo de este país.


Todos tenemos una cuota de responsabilidad, particularmente quienes hemos recibido más bienes: los políticos, los empresarios, los dirigentes.


-¿Qué tiene que decir la Iglesia, como institución, en este tema?



-Si uno lee la Doctrina Social de la Iglesia, si lee a los padres de la Iglesia, a los que hablaban en los siglos III y IV, en estos temas son muy claros.



Y si uno lee a nuestro santo Alberto Hurtado, él decía “que la caridad llega donde la justicia no ha podido”; pero la justicia es lo primero.


En la doctrina del Evangelio, quien tiene bienes es un administrador, no es dueño;

entiéndame bien. Dios le dio a ese hombre o a esa empresa la posibilidad de desarrollar a través de la empresa el bien común.


-Monseñor, ¿está reinterpretando el derecho de propiedad?


-No, el derecho de propiedad existe, pero no es un derecho tan absoluto como que yo hago lo que quiero. Juan Pablo II hablaba de que sobre la propiedad hay una hipoteca social;

es decir, que hay una responsabilidad con la sociedad.

Al momento final de la vida, en clave de fe, Dios me va a pedir cuentas: si yo fui empresario o fui obispo, qué hicimos para que los bienes fueran mejor distribuidos y todos participaran.


-¿Qué pasa con una sociedad donde la injusticia se mantiene por tanto tiempo de modo estructural?


-Hay documentos de la Iglesia latinoamericana que hablan del pecado social.


-¿Vivimos nosotros como país en ese pecado social?


-No sé, no me atrevo a calificarlo así tan fuertemente; pero de que hay una injusta distribución de los bienes en Chile, eso es cierto.


-¿No ve usted como pastor una tendencia en mucha gente a asumir la fe como certeza, como símbolo de pertenencia y de estatus, más que como un desafío de cambiar estas injusticias del mundo?


-Hay un dicho popular que dice a Dios rogando y con el mazo dando.

Yo tengo, si soy creyente, una relación con Dios, en la oración, en la participación de la eucaristía

Pero esa espiritualidad no puede alejarme de las realidades temporales.

Al final de la vida, como decía San Juan de la Cruz, Dios nos va a juzgar por lo que hicimos con el prójimo; por lo tanto, el gran esfuerzo pastoral que tenemos que hacer como Iglesia es cómo hacemos conocer la dimensión social del Evangelio.


-Hay instituciones que tienen un prestigio social, relacionadas con la caridad y la limosna.

¿No son éstas una forma de tranquilizar la conciencia frente a la desigualdad estructural, a la brecha de desigualdad que aumenta?


-En el sentido más profundo, la caridad es el amor y, por lo tanto, el amor es buscar el bien de los demás, y el mayor bien de los demás es hacer un mundo más justo.

Por supuesto que si tengo una persona que se está muriendo de hambre tengo que darle de comer, para que pueda vivir; pero mi mayor responsabilidad como miembro de la sociedad es crear una estructura ésta que sea capaz de revertir esa injusticia, y hacer participar a más gente de esos bienes que Dios puso en este mundo para el uso de todos, no sólo para algunos.


-Baranda hablaba de que “hay mucha gente que está dispuesta a dar sumas de dinero a fundaciones, pero que no está dispuesta a pagarle un salario justo a sus trabajadores, a tratarlos dignamente”.


-Es un contrasentido, evidentemente.

Si yo quiero tranquilizar mi conciencia dando caridad,pero no soy justo pagando sueldos dignos, si yo gano más en mi empresa, de alguna manera debería hacer participar a mis trabajadores de esa ganancia;

eso es lo que Dios quiere.

Pero muchas veces se procede de manera contraria por una ignorancia de lo que significa la dimensión social del Evangelio. Al padre Hurtado lo calificaron de comunista en su época, porque decía esto; hoy día, todo el mundo habla bien de él, pero en su época sufrió mucho por decir lo que la Iglesia enseña.


-Vivió un verdadero calvario, fue muy criticado por los obispos, por el Partido Conservador...


-Por algunos obispos, claro es que los profetas molestan, pero el padre Hurtado lo hizo con profundo amor.


-El profeta incomoda, ¿no viene a traer paz?


-Los profetas han sufrido siempre.

En El Salvador, monseñor Arnulfo Romero les dijo a los jefes del Ejército salvadoreño en la última misa que ofició:

“Ante una ley de los hombres que dice matar, ustedes tienen que obedecer primero a la ley de Dios, que dice no matar”.

Eso lo dijo el domingo y el martes lo mandaron a matar.


-Eso es bastante subversivo.


-Claro, el Evangelio es subversivo, el Evangelio tiene una fuerza que si lo tomáramos en serio el mundo sería diferente. Por eso es bueno que la Iglesia exalte a algunos de sus hijos para decir “éste es el modelo, no son los mediocres el modelo, no son los que viven un cristianismo tibio, sino los que se la juegan por amor a Dios para servir al prójimo”. Por eso es una gracia muy grande lo de Alberto Hurtado.


-Una fe viva, inquietante.


-Claro, es que el verdadero discípulo de Cristo es eso.

No es el Evangelio para tranquilizar las conciencias, es para remecerlas en un proyecto de vida más humanizante.

Si uno vive el Evangelio a fondo va a encontrar fuerzas de resistencia.

Siendo yo joven obispo, fuimos tremendamente criticados por defender los derechos de los que eran perseguidos políticamente en el régimen militar, y se nos acusó de marxistas por el simple hecho de defender la dignidad de un detenido, para que sea respetado en su integridad física.


-Durante los últimos años, la Iglesia puso énfasis en la moral sexual.

¿Siente que se está revitalizando la Doctrina Social, ahora que todos hablan de la vergüenza de la pobreza?


-El énfasis de hablar más de la moral sexual ha sido por el requerimiento periodístico, que nos ha buscado más por esos temas.



La moral tiene muchas facetas y una de esas es la moral social.

Yo he recibido a tres de las candidaturas presidenciales en distintos momentos de este año, y todos hablan que si llegan a ser elegidos quieren colocar como prioridad el tema de la equidad social, lo cual nos alegra mucho.


-Bastó ver el debate.


-Bueno, no lo vi, porque estaba en Roma, pero algo he escuchado.

Leía el otro día una entrevista al señor Lamarca donde decía que hay que rectificar de alguna manera el modelo, que ha tenido su éxito, pero que el éxito verdadero se mide en cómo ese desarrollo macroeconómico llega a toda la gente.

Esto supone un cambio del corazón, una actitud nueva por dentro; supone que en un mundo muy individualista, yo no puedo ser feliz si no trabajo por la felicidad de los demás.


-Pero hay muchos sectores, como por ejemplo la banca, que optimizan sus utilidades en función de la acumulación, cuando esos dineros servirían a muchas empresas para generar trabajo productivo.

¿Qué pasa ahí con el valor del dinero?


-Si son creyentes los que tienen esa posición tienen que acoger el mensaje de Jesús que dice: “No puedes servir a Dios y al dinero”. Si mi tesoro está en poseer, yo ya dejé de ser creyente, y si no tengo el don de la fe, pero mi tesoro está en poseer, he perdido el sentido humanista de la vida.


-La discusión sobre los impuestos a las grandes empresas, que en Chile son comparativamente bajos, ¿es una discusión técnica o es moral?

-Es una discusión que tiene ambos elementos:



por un lado, técnica en el sentido de que no desincentive la inversión, y por otro, el progreso económico que es necesario, porque qué riqueza vamos a compartir si no la tenemos.






Yo vengo llegando de Roma, y en relación a los impuestos que se cobran en Chile, en los países desarrollados es el doble lo que pagan las grandes empresas.


No digo que se suba al doble, pero eso hay que estudiarlo; vuelvo a repetir: se trata de una actitud del corazón.



-Y en el tema de la salud, ¿puede un derecho ser tan desigual para quien lo paga respecto de quien no tiene para hacerlo?









-Creo que hay que reconocer que se han dado pasos significativos de avance, el Plan AUGE es un plan interesante que tiene cosas muy positivas.


Pero en este campo como en otros, que son todos temas sociales, se requiere una reflexión a fondo.


Fíjese que hay viviendas de 30 metros cuadrados para familias de cinco hijos.


Con tantos sitios que hay en el país, uno ve el hacinamiento de la vivienda social, unas encimas de otras, sin ninguna privacidad.


La familia para desarrollarse necesita un cierto espacio;







una población no es sólo una construcción física, sino también de sociabilidad, de cómo se favorece la intimidad conyugal de la pareja.

Son todos temas que requieren una reflexión, y asumir acciones coherentes para tratar de mejorarla.

-En su diócesis, uno de las actividades más precarias, a veces indigna, es la de temporero…
-Exacto. Sin embargo, hay contratistas que lo hacen con mucha dignidad, y hay otros en la región que no lo hacen con dignidad.







Nosotros tenemos una pastoral de temporeros, conocemos los dramas que hay de gente que viene de distintos lugares del país, que no siempre tiene el lugar adecuado para vivir.






Ahí falta una mayor fiscalización de parte del aparato del Estado, para que se cumpla la legislación, pero tal parece que nadie lo controla; entonces, depende de la calidad moral de la persona que tiene a su cargo ese contrato.





-¿Le da lo mismo a la Iglesia quién gane las próximas elecciones? ¿Que sea católico o no lo sea?


-Creo que lo importante es que quien sea el próximo gobernante trabaje por el bien de Chile; la fe, por supuesto que es importante para nosotros, pero si una persona llega a gobernar y no tiene el don de la fe, lo importante es que trabaje por el bien común. No hay un partido para los creyentes, lo importante es comprometerse en un servicio del ser humano; al final, como dice el Evangelio, vamos a ser juzgados por el amor, por la preocupación hacia los demás.


fuente:LND por Mirko M.

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