La Iglesia del Tercer Mundo lleva al sínodo sus discrepancias con la doctrina oficial




Cuenta I. Domínguez en "El Correo" que algo puede cambiar en el primer sínodo bajo la presidencia de Benedicto XVI, según se vio antes de ayer en la rueda de prensa inicial de esta gran asamblea de obispos de todo el mundo, la novena y más concurrida de las que ha celebrado la Iglesia católica en 40 años.

Lo que salió a la luz ayer fue un abanico de problemas urgentes, cuestiones delicadas y puntos de vista muy diferentes.

El Papa ya había llamado a «la corrección fraterna» en la apertura del sínodo. «Ninguno de nosotros se ve bien a sí mismo, ni ve sus carencias. (...)
Una de las funciones de la colegialidad es ayudarnos a conocer las lagunas que no queremos ver», dijo Benedicto XVI con disposición al diálogo.

Son palabras relevantes porque por primera vez indican cómo entiende la 'colegialidad,' el gobierno conjunto de la Iglesia con los obispos, un aspecto en el que Wojtyla siempre recibió críticas de hermetismo.Acudió al encuentro con los periodistas el cardenal Angelo Scola, patriarca de Venecia y relator general del sínodo.


Muy cercano a Ratzinger, expuso con densidad teológica y filológica lo que viene a ser la posición oficial de la Iglesia sobre la eucaristía, tema de este 'pequeño concilio' de 20 días.


Cuanto más cerca de Roma están los eclesiásticos, más previsibles son sus opiniones, pero allí estaban también dos obispos de lejanos rincones del mundo para exponer con toda tranquilidad puntos de vista más que discutibles para la ortodoxia y que no es habitual oír en público en San Pedro. Esta transparencia es novedosa.

El obispo filipino de Imus, Luis Antonio G. Tagle, planteó que en su país no hay curas suficientes para dar las misas dominicales y que recurren a otras soluciones, como un laico celebrante que da la comunión con hostias previamente consagradas. «Al día siguiente de mi ordenación di nueve misas, no damos abasto», aseguró.Desde Filipinas y Haití

El fondo de la cuestión es la admisión de 'sucedáneos' de la misa y, más todavía, la urgencia de afrontar la reducción de vocaciones, problema que introduce el debate del celibato.

Monseñor Pierre Antoine Paulo, arzobispo de Port-et-Paix, en Haití, suscribió las preocupaciones de su compañero y además tocó otro tema controvertido al sugerir que se podría admitir en la eucaristía a los divorciados casados por segunda vez como una excepción, «como con el viático, que se ofrece a fieles aunque estén en situación de pecado».«Lo cierto es que el diálogo está empezando aquí», reconoció Scola con espíritu deportivo tras oír a sus contertulios. Pero fue muy claro. «La eucaristía es un don, no un derecho ni una posesión», remarcó.
Scola reivindicó el celibato y rechazó ordenar a fieles casados, permitir que laicos oficien la eucaristía y dar la comunión a divorciados casados.

«La Iglesia no es una empresa, no tiene un número concreto de sacerdotes, ¿quién puede decir cuántos deben ser, si faltan o no?», justificó.

También afirmó que no es necesario «inventar estratagemas» para atraer a los fieles a misa y censuró las eucaristías compartidas con otras confesiones.

Su principal inquietud es «la recuperación del rito eucarístico».

En esta tensión entre ideal y realidad, norma y excepción, se moverá el sínodo en busca del futuro de la Iglesia.

De entrada, parece que se respira un nueva atmósfera de diálogo

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