Cuando tú me escuchas y me amas y yo te amo y te escucho.

Los caminos de Dios no se aprenden en los libros; la sabiduría de
Dios viene a través de las personas.
Somos tú y yo una ventana por la que puede asomar el mismo Dios.
Somos tú y yo una puerta:
Él está ahí y golpea.

Cuando tú me escuchas y me amas y yo te amo y te escucho,
cada uno por el bien y la alegría del otro,
entonces la puerta se abre,
y entra Dios.
Dios
entra simplemente, de puntillas,
como el sol por la ventana.


Dios abre y comparte su alegría, simplemente,
humildemente, como los lirios del campo.

Tan humildemente,
tan silenciosamente, que a veces lo sentimos
ausente, distante, indiferente...


Nos pasa con Dios en las realidades monótonas de todos los días,
como con nuestro planeta Tierra:

estamos tan cerca de él, caminamos y vivimos en él,
tan acostumbrados al límite de su horizonte,
que llegamos a olvidarnos: Cabalgamos el espacio montados en la tierra


Amor, todo puede ser nuevo en mí.
Dios va borrando nuestras huellas de muerte.


El Dios transformante nos tomó de la mano,
nos introdujo al país abierto,
a la región de su libertad.
Invitémonos a caminarlo.
porque a Dios para conocerlo hay que caminarlo,
al paso del día y de la noche.



que seamos
silencio.

Él será susurro, paz, dolor aceptado, rocío, mirada, beso...



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