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Tu latido es el mío.
Allí donde comienza
ese deseo intenso al que nombramos vida,
allí, resplandeciendo en los días distintos,
en la ardiente espesura de mi asombro,
con el sí, con el no del abismo
o la suerte,
silenciosa me esperas como el árbol de fuego
que sostiene esa fruta lustral de la esperanza.

Mi mirada te invoca en el presente,
en el rumbo indeciso de cualquier lejanía
de ese mar que me canta y me seduce
con los ojos vehementes del relámpago.
Eres sed del edén que no percibo
y, en los acordes hondos de tu voz,
perenne permaneces, con la música
aterida del alma y la audaz primavera,
en todas las palabras de la sangre.
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Confieso omitir el autor, porque no hice mìo por entero este poema.
solo fueron 17,24 horas

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