LA PASIÓN DE JESÚS LEÍDA
POR LA MAMÁ DE UN DESAPARECIDO



Voy contigo, mamá de Jesús. Qué bien te comprendo.
Vamos juntas subiendo la ladera del monte Calvario.
Estás sola. Sólo Juan te viene a acompañar.
Te siento traspasada por siete puñales. Qué bien te comprendo, María.
Son puñales de incertidumbre, de pena sin medida, de ternura impotente, de recuerdos quemantes. El hijo en las brutales manos del odio es un puñal en las entrañas. Lo estoy sintiendo por mi propia experiencia...

Pero has subido la cuesta en silencio, con la frente alta.
Ahora estás de pie, junto a la cruz, sin desmayar.
Amiga y hermana mía, eres valiente y eres creyente. La fuerza de los débiles está en la esperanza contra toda esperanza. Quiero ser valiente como tú. Ayuda mi esperanza. Déjame apretar mi mano con la tuya.

No sé cómo se hará, pero, al final, no será la fuerza de los soldados que clavan las manos de tus hijos, ni será el poder del Sanhedrín o el poder de Pilato quien tendrá la victoria. Serán nuestros hijos, el tuyo y el mío.
Seremos tú y yo que anunciaremos la vida con certeza de Resurrección.

Dios nos comprende, porque ha sufrido como nosotros.
Y Él es el Dios de los pobres, el Defensor de los afligidos.

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