Envidiando a Sísifo

Parecía que la tecnología alcanzaría grados en los que facilitaría la vida a los ciudadanos y ciudadanas, hasta el punto, incluso, de no tener que trabajar para subsistir porque ya lo harían las máquinas.


Así se vendía a nuestr@s abuel@s y bisabuel@s al comienzo de la revolución industrial: especialmente a los abuelos empresarios, para que invirtiesen en modernización, pero también a nuestras abuelas, esclavas del textil en grandes fábricas, o a hombres, mujeres y niñ@s que trabajaban en la mina o el metal.


Los primeros, los empresarios, lo vivían con incredulidad pero con la satisfacción de saber que en poco tiempo se desharían del lumpen que le exigía un chavo más cada año y la seguridad laboral correspondiente… y si no: pues huelga, enfrentamientos con los militares y la policía, revueltas, despidos…. esas cosas tan molestas.


La otra parte lo vivía con angustia, con la angustia de no poder ganarse el sustento de esclavo que muchas veces no le daba para alimentar a la prole, de la que en su momento consideraban que un día podrían vivir (de ahí el término proletariado), pero que les permitía seguir adelante: si las máquinas lo hacían todo ¿de qué vivirían sus hijos e hijas que habrían de mantenerles?

Estibadores, entibadores, picapedreros, peones camineros, carreteros, hilanderas, tejedoras, bordadoras, zurcidoras… esto afectaba principalmente a la urbe, ya que el campo llevaba otro ritmo, y por eso se permitió siempre ser un poco más conservador; sus revoluciones se harían de otra manera y en otro momento.


Vamos a pegar un pequeño salto al XXI: las “nuevas tecnologías”. ¿Tiene usted un aparato electrónico que necesita un complemento o una reparación? ¿Tiene usted que comprarse un aparato más o menos novedoso? ¡Bienvenido al mundo de la telefonía y el Internet! Le informo que esta llamada tiene un coste de 100€ el segundo; para saludar a su familia pulse el 1, para saludar a la mía pulse 2, para decir qué tripa se le ha roto pulse 3…. En breve le atenderá un operador.

No crea que se va a ahorrar algo comprando “on line”: la banca siempre gana. Esto siempre es así cuando se trata de grandes empresas o corporaciones, en realidad, las pequeñas o microempresas se han visto forzadas a adaptarse a una forma de mercado que no conviene a nadie y, a cambio, consiguen las molestias de quiénes rechazan a las grandes y una reducción en sus beneficios, pero es que, de otra manera, no serían “competitivas”: “pero oiga, es que yo vendo miel de mis colmenas de la Alcarria ¿con quién tengo que competir?” No importa, el objetivo es competir. Y si puede ser con Microchof, mejor.



Llevo más de mes y medio tratando de conseguir una batería para un portátil que tengo de hace unos meses (en realidad me la averió el servicio técnico “arreglando” otra cosa): siempre están a puntito de llegar, pero no llegan. Como no puedo ir a ningún sitio físico a comprarlas, pues tengo que llamar por teléfono y pagar un 902 con su correspondiente contestador. Si quiero reclamar tengo que mandar un fax al servicio de ventas, no al de atención al cliente.



Llevo más de un mes intentando conseguir una tarjeta PCMCIA para conectarme a Internet con el portátil, pero que no sea de contrato (que te ponen un mínimo de gasto y te obligan a permanecer año y medio lo uses o no), sino de prepago. Tras este período de tiempo, e insistirme en las tiendas en que se les han agotado, he conseguido que me confiesen que no las han visto nunca en las propias tiendas de la compañía de teléfonos (que empieza por Voda y acaba por fone, para no señalar a nadie), pero como les obligan a ofrecer ese servicio al cliente (ya que el otro es una pura extorsión) pues lo ponen en sus anuncios.

Siempre te queda el recurso de llamar a una persona de atención telefónica, insultarle y desahogarte con alguien que tiene un sueldo de mierda (con perdón para quien lo percibe), un horario de esclav@, y un trato denigrante, sea donde sea. El resultado será el mismo para ti.

Julio Castro


Me pregunto cómo volverán a casa aquellas personas cuyo trabajo habitual consiste en lo que todos despreciamos desde nuestro lado. Es como una condena de dioses clásicos: toda una vida vinculada a la atención telefónica es para tenerle envidia a Sísifo. Sólo que en este caso, la multinacional se forra ahorrando beneficios a su costa. Fantástico.

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