La espiritualidad neurótica.



Hoy las personas necesitan además una espiritualidad terapéutica. Muchos médicos lo saben muy bien.

Los medicamentos y aparatos técnicos no bastan por sí solos para curar al hombre en sus raíces profundas y por ello no se puede excluir el poder curativo de la dimensión espiritual.

Para curar al individuo en su totalidad se necesita además una espiritualidad que contemple los anhelos y tendencias religiosas, que sea capaz de sacar al sujeto del circulo de sí mismo, para permitirle superarse y crecer en unión con Dios.

Pero este objetivo no lo logra cualquier clase de espiritualidad. Existen formas defectuosas de espiritualidad que predisponen a la neurosis y una de ellas es la neurótica.

La espiritualidad narcisista y neurótica es expresión del ensimismamiento complaciente por lo que se es, por lo que se dice, por lo que se hace.


El narcisismo espiritual es una rama del narcisismo psicológico, que tiene también una vertiente religiosa, grupos con conciencia mesiánica, de ser elegidos, preferidos y que todo lo hacen bien.

Víctor Frankl diagnostica la enfermedad de nuestro tiempo como una gran neurosis del espíritu."El típico paciente de hoy padece el profundo vacío del absurdo en la profunda sensación de que su vida carece de sentido".

La vida espiritual le aporta al creyente cristiano la profunda firmeza de que Dios esta en él y que está presente en medio de nosotros y le da un sentido profundo a su vida sexual integrada en la totalidad e integrada en la unidad de la persona.

De que está en nosotros y nos mira con ojos benévolos, compasivos y misericordiosos. Sólo en este contacto permanente de Dios se puede vivir con salud en nuestra totalidad y como parte de ella nuestra sexualidad integrada en la espiritualidad.

Pero el neurótico confunde el ideal de perfección espiritual con la ausencia de faltas.

El neurótico religioso no ama un ideal fuera de sí y por encima del propio yo, que lleva a la integración de la personalidad, mantiene despierta la conciencia, el sentimiento de su debilidad e imperfección, y actúa al mismo tiempo como estimulante.


El neurótico lo que ama es únicamente el ideal del propio yo idealizado engañándose a sí mismo al pensar que ama el verdadero ideal espiritual.

En este engaño no es capaz de conseguir la paz y el equilibrio.

Su espiritualidad es una espiritualidad de angustia y en ella no alcanza el amor que excluye todo temor.

Por eso se hace duro e intransigente con los demás a los que desea imponerles el propio ideal sexual espiritual y sexual sin estar el mismo en condiciones de poder vivirlo.

La espiritualidad neurótica prescinde de lo negativo y se agarra exclusivamente a sus ideales, imposibles de conseguir. El hombre neurótico intenta compensar su complejo de inferioridad y agrandar su imagen identificándose con un ideal elevado. Pero lo negativo, las sobras, no se dejan marginar impunemente y se desquitan. Son personas incapaces de amarse. Les resulta más fácil amar al desconocido, que al que tratan todos los días. Su tragedia consiste en no poder amarse por pensar que solamente un ser perfecto es digno de ser amado.


La espiritualidad y sexualidad del neurótico se hace presente constantemente mediante una crítica despiadada contra todos los demás, que a sus ojos, no viven el ideal y las normas sexual, mediante un gesto pedantemente moralizador.
Se canonizan, condenando a los que no la viven y no hacen lo que ellos viven. Necesitan un chivo expiatorio sobre el que cargar los propios defectos y sus faltas sexuales, olvidándose corregir sus propios defectos, que con tanta dureza condenan en los demás.


Las faltas o errores de su sexualidad negada y reprimida se hacen notar en continuos pénduleos al que someten al sujeto haciéndole oscilar entre estados de exaltación y depresión y neurosis.

En las horas altas se sienten fascinados ante las maravillas de su amor a Dios y su vida sexual.

Pero como nadie es capaz de mantenerse en esa forma para siempre, sucede a continuación el estado contrario.

Entonces se tienen por un ser espiritual y sexualmente despreciable, malo y endemoniado, como si fuera el único culpable de todo lo que le pasa, como si todo se debiera a sus negligencias espirituales y sexuales.

Su tragedia espiritual consiste en no poder amarse por pensar que solamente un ser perfecto es digno de ser amado.

La sexualidad abarca como hemos visto todo nuestro ser, ya que forma parte de nuestra misma esencia, si es un aprendizaje: no podremos extrañar que la sexualidad sea un campo en el cual se dan cita todas las enfermedades y patologías, asimismo todo tipo de enfrentamientos y conflictos de relación. Sin olvidar las neurosis sexuales.

La espiritualidad neurótica olvida que en la sexualidad se expresa todo el comportamiento humano en cuanto de sublime tiene, pero también en cuanto capaz de generar la destrucción y la muerte.
Que la sexualidad es un lugar donde podemos enfermarnos.

La espiritualidad neurótica olvida que la sexualidad se aprende a integrar y se cura mediante una vida espiritual sana.

como nos sucede con otras áreas de nuestra vida, también la sexualidad se aprende a integrar y se cura... o se intenta curarla y mejorarla.

Como también se aprende a aceptar los propios límites sin abandonar en nuestra vida espiritual un deseo constante de superación.

Olvidan que como toda conducta humana, la sexualidad es un aprendizaje.
No nacemos perfectos en el campo sexual, como tampoco morimos perfectos.

El ser humano sexuado tiene la gran labor de aprender la sexualidad desde el día en que es concebido en el seno materno, y no termina esta tarea ni siquiera cuando vuelve al seno dela madre tierra.

Somos aprendices de la sexualidad por naturaleza.

Lo que supone desconocimientos, errores, fracasos, conductas enfermas, antisexuales, limitaciones aun cuando progresemos constantemente.

Si en la condición del aprendizaje están el error y el fracaso, el neurótico espiritual se olvida de desdramatizar los errores y culpas sexuales que, como ya hemos afirmado, no son los problemas más graves de la vida espiritual.

No tienen presente que todos vivimos nuestra sexualidad, pero cada creyente la vive y integra a su manera, como puede y de la mejor forma que le parece.


No hay modelos espirituales apodícticos, no existen normas innatas que se cumplen siempre de la misma forma o inexorablemente.

Cada creyente tiene que encontrar su forma de vivirla lo más sanamente posible en su seguimiento de Cristo, con esa sensación tan humana y cristiana de que siempre nos falta un poco para que sea totalmente plena.

Es muy importante saber desenmascarar una espiritualidad neurótica. Algunos de los criterios o síntomas para identificar las espiritualidad neurótica:

El neurótico lo que ama es únicamente el ideal espiritual del propio yo idealizado.

Se engaña a sí mismo al pensar que ama el verdadero ideal espiritual.

El neurótico confunde el ideal de perfección espiritual con la ausencia de faltas.

El neurótico no ama un ideal fuera de sí y por encima del propio yo.

Su engaño le hace incapaz de conseguir la paz y el equilibrio espiritual.

Su espiritualidad es una espiritualidad de angustia.

La espiritualidad del neurótico no alcanza el amor, que excluye el temor.

Se hace crítico, duro y intransigente con los demás a los que desea imponer el propio ideal.

Una de sus grandes tragedias es no poderse amar por que no son perfectos.

Mientras él mismo no se siente en condiciones de poder presentárselo a los otros. Etc.

Cosme Puerto.

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