La igualdad no pesa, la desigualdad sí.
Una pregunta que se repite con cierta insistencia e incredulidad en el debate social sobre la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, es si creemos que la presencia de mujeres en un contexto puede producir cambios.

Desde el feminismo defendemos que sí y, al mismo tiempo reclamamos que se produzcan cambios estructurales en el funcionamiento de las principales instituciones precisamente para conseguir erradicar los obstáculos que las mujeres tienen a la hora de incorporarse y desarrollar su potencial y sus derechos plenamente en algunos contextos.

Analizar y organizar la vida, el empleo, la participación política, la familia, al margen de los estereotipos heredados de un tiempo en el que las mujeres no eran libres, puede reportar beneficios indudables para todas las personas, además de facilitar el acceso y el ejercicio efectivo de los derechos de las mujeres.

Me gusta siempre contar, en este sentido, que cuando yo era pequeña las mujeres no podíamos ser carteras.

La razón de esta prohibición no escrita no era otra que el peso de la saca destinada al reparto, con la que nuestros, ¿fornidos?, carteros uniformados, eran castigados todos los días.


Afortunadamente el carrito de la compra, elemento indudablemente femenino donde los haya, vino a resolver de golpe dos problemas: mis posibilidades y las de otras muchas mujeres de trabajar en el reparto de correo y la salud laboral de todos los trabajadores del ramo que, seguramente, hoy tienen muchas menos lesiones de espalda.


Prescindir de la fuerza como una de las competencias profesionales, en este caso, cambia la percepción, la imagen y el contexto en el que se desarrolla esta actividad, reportando beneficios indudables para todas y todos.



El derecho a ser iguales y su desarrollo a través de los principios de igualdad de oportunidades y de igualdad de trato, son una invitación a cuestionar otras muchas situaciones sociales por encima de las creencias tradicionales heredadas. Solo necesitamos voluntad, respeto por los derechos individuales, especialmente por los derechos de las mujeres que son los más vulnerables actualmente, y herramientas de trabajo y análisis válidas.
Tenemos que atrevernos a superar la incredulidad del debate sobre la igualdad de oportunidades y creer que otro modo de vida es posible.

Si no, como los antiguos carteros, llevaremos en nuestra espalda el peso de una organización social injusta que nos enferma, como sociedad, en nuestra columna vertebral.

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María Soleto

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