Uno está viejo y se nota. Ciertos cambios, que algunos insisten en llamar deterioro y otros llamamos sólo cambios, son evidentes.

Uno ya no puede hacer muchas cosas que antes (ah, aquellos años dorados que nunca fueron tan dorados) hacía con toda naturalidad. Lo bueno del caso es que uno tampoco quiere hacer esas cosas que antes hacía con toda naturalidad.

Uno, simplemente, está viejo, y así como en un momento gozó sus lozanías, hoy goza sus vetusteces de lo más tranquilo. Nótese bien: he dicho tranquilo y no resignado; tranquilo, sí señor, y encima contento y orgulloso.
Contento, porque, después de todo, uno algo ha hecho ejerciendo una profesión que, bien mirada, ha resultado llena de sentido y mucho más cargada de beneficios de que frustraciones.
Llámele a eso suerte, llámele inteligencia, llámele Divina Providencia, pero lo concreto es que nunca me he arrepentido de haber sido profesor y no haber hecho otra cosa que estar en contacto con estudiantes, tratando de que entiendan y aprecien la maravilla del lenguaje. Contento porque, después de todo, Concepción de Chile no está tan mal.

Orgulloso, y harto orgulloso, porque por las razones arriba mencionadas, en este Concepción de Chile uno ha ido conociendo personas y estableciendo relaciones que, fuera de llamarse laborales y profesionales, se pueden llamar con el digno nombre de amistad, esto es, una mezcla de complicidad, de respeto, de afecto. Y no sólo eso: resulta que muchas de esas personas a quienes uno ha aprendido a llamar amigos son personas de tal calidad, que sus logros son reconocidos formalmente donde corresponde.
Cómo no va a ser para sentirse orgulloso el que, cada año, amigos reciban el Premio Municipal de Concepción.

No tengo la menor duda acerca de los méritos de quienes han obtenido, este año de 2006, los premios municipales.
Mis felicitaciones a cada uno, pero, por favor, que quede claro que mi respeto de tiñe de orgullo y de alegría al ver que Edgardo Condeza es vecino destacado y Dieter Oelker es Premio Municipal de Ciencias Sociales. Edgardo Condeza, con consecuencia y tesón, ha dedicado su vida al servicio cívico desde su región, y Dieter Oelker ha dedicado su inteligencia y su lucidez a servir a la cultura desde la Universidad de Concepción. Y Edgardo y Dieter son mis amigos.
Andrés Gallardo Ballacey
Carolonline

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