Baldomero Lillo


Hay escritores a quienes todos admiran, pero a los cuales, sin embargo, muy pocos de veras leen. Otros escritores tienen su momento de gloria estruendosa y luego se sumen en el más gris de los olvidos.


Mala cosa, sobre todo cuando el olvido les cae en vida.
Hay otros -pocos escritores que nunca fueron luminarias de primera fila, que nunca aparecen en primer lugar cuando se habla de glorias literarias, pero que siempre están ahí, como una presencia sólida, reconfortante, real, en el sentido de que, mientras más pasa el tiempo, más volvemos a ellos, a releerlos con la confianza que da un viejo amigo, un alimento probadamente sustancioso, un buen vino reposado, generoso, garantizado.
Entre éstos, en Chile hay uno que, si no el primero, es sin duda alguna “top ten”: Baldomero Lillo, el autor de esos cuentos inolvidables de “Subterra” (1904) y “Subsole” (1907).


Jóvenes y viejos leen a Baldomero Lillo y su huella permanece en ellos honda y fecunda. Los estudiantes de enseñanza media, tan reacios a lecturas impuestas, lo leen sin reticencia.

Escritores consagrados y noveles reescriben de un modo y otro sus cuentos. Recientemente, una de las más decentes películas del cine chileno contemporáneo reconstruye la época y el sentido de “Subterra” y nos entrega un Lillo enormemente vital.

En la Academia Chilena de la Lengua trabajamos en un proyecto centenario: el “Diccionario de uso del español de Chile”.

Como se trata de un diccionario que recoge el comportamiento idiomático real y contemporáneo de los chilenos, hemos limitado los textos de los cuales se recoge el léxico.

Sólo ejemplos a partir del año 1950. Sin embargo, dada la vigencia de algunos escritores, hemos seleccionado tres del siglo diecinueve y comienzos del veinte: Alberto Blest Gana, Carlos Pezoa Véliz y Baldomero Lillo.

Lillo nos ha sorprendido por su concisión, por su limpieza literaria, por su tino en el uso del idioma. Un estupendo ejemplo del arraigo de la lengua castellana en Chile.

Es un privilegio para una tradición literaria contar con un referente como Baldomero Lillo.


Y aquí viene lo bueno. El poeta y payador Nelson Alvarez, El Canela, ha descubierto la obra de Baldomero Lillo y ha dedicado un esfuerzo disciplinado a su persona y a su obra en un libro de décimas encendidas y respetuosas: “Los caminos de Baldomero” (Concepción, Trama Impresores, 2006).
Lillo es una de mis lecturas frecuentes y El Canela es mi amigo.


Qué más puede hacer uno sino alegrarse de que El Canela recuerde y homenajee a Baldomero Lillo. Qué más puede hacer uno, sino sumarse a la alegría:

Hablar de don Baldomero/ es hablar de un gran señor,/ de un estupendo escritor/ que se entregó por entero/ a retratar con esmero/ lo que le tocó vivir./ ¡Y que alegría sentir/ que con decencia y cautela/ las décimas del Canela/ nos lo hicieran revivir!

Andrés Gallardo Ballacey


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