Los hijos del femicidio

,,,,,
MI PAPÁ MATÓ A MI MAMÁ
Los hijos del femicidio


Ella tenía tres años y vio cada una de las 20 puñaladas con que, en noviembre de 2005, su padre le robó la vida a su madre. “¡Mi papá mató a mi mamá: así, así le hacía con el cuchillo! No quiero verlo. Lo voy a matar”. Sara llora. Sara no olvida. Sara no perdona.


Hay noches en que la niña llora y llora. Otras en que despierta y la llama. Lo único que quiere es ver a la mamá. Y su abuela Gloria, madre de Claudia, se encarga de decirle que está en el cielo y que ella ya no va a bajar de ahí. Sara la recuerda en cada acto. Como cuando le lavan su cabello y le envuelven una toalla en la cabeza. “Así, como lo hacía mi mami”, dice. Y así con cada acto cotidiano.

La pequeña Sara vio todo. Vio las 20 puñaladas con las que en noviembre de 2005 su padre se ensañó con su madre. Ella tenía tres años, su mamá Claudia 25 y su papá Sergio 34.

“Tía, tía, mi papá mató a mi mamá: así, así le hacía con un cuchillo…Y al papá se lo llevaron preso!”.

Sara no olvida. Tampoco perdona. Claudia agonizaba y la niña se acercó. “Le hacía cariño. Las manos de la niña quedaron con sangre”, narra Gloria. “No quiero ver al papá, lo voy a matar con un cuchillo”, le dijo esta semana a su abuela.

“Ya se le va a pasar. Con el tiempo se va ir olvidando”, dice Gloria.
Ayer fue con su nieta a la terapia que ambas reciben en el centro de atención a víctimas y testigos del Ministerio Público de Coquimbo.
El sicólogo le muestra figuras a la niña.
Un hombre, una mujer, una niña. “Ese es el papá”, le indica.
Sara no duda: “Él es el malo”.

Sara es una de las niñas, niños y adolescentes que en los últimos años se encontraron de frente con una de las más terribles varas del femicidio.
Ella habla y recuerda todo.
Pero el hijo de María, una joven madre de 34 años asesinada por su esposo el 18 de septiembre de este año, no esboza palabra alguna desde entonces.
No puede hablar del tema. No sale aún del shock.

La sicóloga y los asistentes sociales de la VI Región -zona que presenta una de las más altas tasas de femicidio en Chile y donde apenas trabajan tres terapeutas pues, de los pocos que hay, la mayoría esquiva la difícil labor-, saben que al joven hijo le queda tiempo para masticar el dolor.
“Su mamá había recibido heridas mortales con arma blanca y él llegó al final. La vio desangrarse y él, impotente, sin poder hacer nada y sintiéndose responsable por no haber protegido a su mamá”, relatan.

El luto, explican, puede convertirse en un “duelo patológico”, con depresiones y crisis emocionales severas, si el paciente no es suficientemente apoyado por la terapias y por la familia materna que debe sustituir los roles aniquilados en la tragedia. El tema anexo, es que por lo general, cuando el femicidio se consuma es producto de una historia de violencia intrafamiliar cotidiana que un niño, de tanto ver golpes y gritos en su propia casa, puede asumir como una conducta “normal”.

“Un niño que experimenta la violencia de pareja de sus padres está, por definición, siendo maltratado. Nada sano para su desarrollo, además porque los violentos son las personas más significativas para él. No puede elaborar emociones negativas, ya que quienes debieron contener y ayudar a elaborar dichas emociones negativas, son precisamente quienes la provocan. Luego, la teoría muestra que la violencia tiende a repetirse transgeneracionalmente. Es decir, sólo por haber crecido en un ambiente violento, tiene más posibilidades de repetir patrones violentos de relación con su futura pareja o con sus hijos”, apunta Ana María Haz, experta de la Universidad Católica.

El apoyo estatal a las víctimas de esta clase de delitos es relativo, variable. En general, define Elías Escaff, connotado terapeuta y gerente nacional de la unidad de atención de víctimas y testigos del Ministerio Público, “se trata de un apoyo de corto o mediano plazo. Si es necesario, las víctimas son derivadas a sicólogos particulares y los costos asumidos por la unidad que dirige”.

“No hay -se lamenta Escaff-, medios económicos asignados ni políticas públicas de acompañamiento a largo plazo”. Tampoco, coincide Soledad Rojas, autora del texto “Femicidio en Chile”, existe en nuestro país literatura ni estudios de casos que den cuenta de la historia de vida en que se sumergen los ‘hijos del femicidio’, niños o adolescentes que en la práctica quedan huérfanos.

Hay casos, narra Verónica Sánchez, jefa de la Unidad de Atención a Víctimas y Testigos de la VI Región, en que la única familia que les queda es la paterna. “Tenemos una situación de esa naturaleza y optamos por enviar al hijo a una casa de acogida”, explica. En pocas palabras, podría resultar inmanejable para el hijo vivir precisamente con la familia del padre asesino.

Los “hijos del femicidio” sufren el demoledor drama de una doble muerte -la física de la madre y la simbólica del padre, en caso que el padre no se suicide-, crecen masticando el horror, lidiando contra el rencor y armando rompecabezas cada vez que les llega el turno de ser pareja, padre o madre.

“Es grave entonces ser el hijo de un asesino”, afirma Ana María Haz. “¿Cómo lo integra a su identidad? ¿Cómo define los valores en los cuales cree? Serán niños problema, porque obviamente han vivido un trauma horroroso. Crecen con una figura paterna confusa. A veces sienten pena de que esté en la cárcel. Somos socializados a querer a nuestros padres y madres. No es tan fácil odiarlos: su padre es su sangre, pueden ser parecidos físicamente, en gestos o actitudes, y sin embargo, es también el asesino de su madre”.

“¿Qué va pasar cuando el papá salga de la cárcel?”, se angustia Gloria, la abuela de la pequeña Sara. “El ya mandó una carta al sicólogo pidiendo ver a la niña. Yo, que tengo la tuición, por supuesto que me negué. Él dice que quiere pedirle perdón por lo que hizo para cuando ella esté grande. Pero mientras yo esté viva no voy a dejar que se acerque a la niña”.


EN CHILE…

•Cuarenta femicidios se han registrado este año.

•Desde 2004 a la fecha más de 150 mujeres han sido asesinadas por su pareja o ex pareja.

•El 88,4% de las denuncias de violencia corresponden a violencia contra las mujeres.

•Casi la mitad de las mujeres reconocen haber sufrido ataques de violencia.

•Las mujeres tardan entre cinco y siete años en atreverse a denunciar.

•El 50% de las mujeres que denuncian se retractan, ya sea por temor, vergüenza o porque equivocadamente creen que así mantendrán la unidad de su familia.

•Entre un 14,2% y un 16,6% de las mujeres de las regiones II, IV, R.M., IX, X y XI reconocen haber sido objeto de violencia sexual.

•Las cifras muestran que la violencia física/ sexual es claramente mayor en las mujeres que son hijas de madres golpeadas: RM:49,5%; IX Región: 41,7%; IV Región: 47,4%, II Región: 46,6%, X Región: 51% y en la XI Región 35.1%.

•Las cifras muestran que los hombres cuya madre fue golpeada tienen una mayor tendencia a ejercer VIF contra sus parejas: RM: 49,4%; IX Región: 41,6%; IV Región:45,7%, II Región: 34,7%, X Región: 64,2% y XI Región: 38.7%.

•El número 149 de Carabineros fue creado especialmente para recibir denuncias de violencia. Es gratuito y se puede llamar desde cualquier teléfono fijo o movil.

Image Hosted by ImageShack.us

www.lanacion.cl

Entradas populares