La isla Mocha "prisionera del mar "


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Los mochanos, han tocado todas las puertas de este país, sus golpes nos anuncian el grave problema de incomunicación que enfrentan cada año, en sus 365 días han escuchado atentamente a los políticos quienes le hacen hermosas promesas, sobretodo antes de cada elección. Pero esta"prisionera del mar"espera por su liberación y que la isla sea "redescubierta" comenzando por la Región del Biobío. Entretanto, aprenden sobre el Transantiago.


Este escrito nos habla sobre la discrimación a la cual estamos acostumbrados aceptar sin mayor objeción, al decir esto, me refiero que la capital de Chile se lleva todos los créditos para el bienestar de sus habitantes en desmedro de la gente de provincias, sobretodo, observable en la Isla Mocha.
Berta Marín escribe lo siguiente para el Sur.cl
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Me ha llamado la atención sus palabras, lo que acá se manifiesta es pura realidad.
Lo terrible de estos es que aceptamos sin chistar que quienes habitan fuera de Santiago, (que es Chile) sigamos recibiendo migajas.
Cosa que a pocos le incomodan ya. Estamos en el Chile del bicentenario que a luz cronológica solo nos revela que el egoísmo de lo central, es decir, nosotros "los otros somos nada".
Carol Crisosto.
El texto dice:
Usted y yo podemos saber muy poco sobre la isla Mocha -esa joyita natural que se alza a 34 kilómetros de Tirúa, en la provincia de Arauco-, pero de lo que podemos estar seguros es que sus 650 habitantes establecidos, y los turistas de la temporada, han estado plenamente informados sobre las peripecias de la puesta en marcha del Transantiago. Así de absurda es nuestra realidad cultural y social.
Sí, porque todos los caminos conducen a Santiago, pero llegar a la Mocha por aire o mar, descubrir, conocer y admirar el suelo sagrado de la cultura lafkenche, tierra de paso de piratas y corsarios y puerto final para barcos que naufragaron en los roqueríos que la rodean, es ejemplo de turismo aventura.


La Mocha es especial

. El vocablo original es "amucha", esto es "paso de las almas" porque, según la tradición, antes del descanso definitivo el espíritu de los muertos permanece un tiempo en la isla, "ventilando el alma".
¿Ventilar el alma…? Sueña extraño, pero eso es exactamente lo que ocurre a alguien que se embarca en una avioneta desde el aeródromo de Tirúa para aterrizar, 12 minutos después, en una de las dos pistas de tierra.



Allí podrá disfrutar de la compañía amable de los anfitriones, recorrer el bosque de enormes olivillos y arrayanes en compañía de un guía de la Conaf, avistar variadas especies de aves chilenas y los lugares de nidificación de las aves migratorias, observar a los lobos marinos, bucear sobre restos de barcos hundidos, conocer de cerca los pozos de gas natural o subir al faro centenario para mirar la inmensidad azul con el continente a las espaldas.

Pero otra cosa muy diferente vivir en un territorio de 48 km2, sólo conectado al resto del país por tres avionetas particulares que van y vienen gracias a la pericia y buena voluntad de sus pilotos, pero siempre sujetas al factor clima.

No hay recorridos ni visitas regulares de ninguna embarcación.
La Mocha, como bien se la describió, es "prisionera del mar", para echarle la culpa a alguien de esta negligencia centenaria.

Sin embargo, con su progresiva elevación desde el fondo marino, sus 22 organizaciones vecinales, tres iglesias, su escuela con 120 alumnos y grupos familiares con un peligroso grado de consanguinidad, constituye un laboratorio geológico y social único que concita la atención de algunos organismos nacionales y extranjeros.


Este interés ocasional, no obstante, sirve de poco. Los mochanos, que han tocado a todas las puertas presentando el grave problema de incomunicación que enfrentan todo el año, y a quienes los políticos hacen hermosas promesas antes de cada elección, esperan que la isla sea "redescubierta" por la Región del Biobío. Entretanto, aprenden sobre el Transantiago.

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