EL CORAZÓN DE MARÍA


EL CORAZÓN DE MARÍA

Para colaborar estrechamente con la salvación del mundo, Dios eligió a una humilde niña de Nazaret, pueblo insignificante de Israel. Así mostraba su poder y bondad, levantando a los pobres y pequeños por ser los grandes de este mundo.

En el Corazón de María, Dios encontró la mejor respuesta a su llamado. La vocación de María está señalada en la visita del Ángel Gabriel que le pide ser la Madre del Salvador. Ella contesta: “Aquí esta la esclava del Señor, que se haga en mí según tu Palabra”.

Nos enseña a tener un corazón dócil, un corazón que escucha la Palabra y está disponible a la voluntad de Dios.

Poco después visita a su prima Isabel. Ésta le dice a María: “Dichosa tú que has creído”. Tenemos otra característica de ese Corazón: la fe. Por lo dicho hasta aquí, hay en María: humildad, obediencia, escucha de la Palabra, pobreza, fe, alegría, silencio, oración. Todo ello constituye ese Corazón.

En su cántico ella ensalza la grandeza de Dios que ha hecho maravillas con ella, admira a Dios que ha levantado a los pobres y ha dejado a los ricos irse con las manos vacías.

En el nacimiento de Jesús, se dice que ella conserva todo lo que ve en su corazón, medita esas cosas que le ocurren y contempla la obra del señor. Durante el crecimiento del niño, ella lo va guiando y educando. En el ministerio público, lo acompaña discretamente como desde lejos. Pero al llegar su muerte estará a su lado mientras los apóstoles huyen. Ahí Jesús le entrega a Juan como su hijo, y con él a todos nosotros.

Después de la resurrección, recibe con los apóstoles el Espíritu Santo, y permanece como testigo y presencia femenina en medio de su Iglesia.

Hoy su Corazón nos comprende en nuestras dificultades, nos muestra el Corazón de su Hijo y nos enseña cómo hay que seguirlo. A ella estamos también consagrados en nuestra familia religiosa.
Fuente:SSCC.CL

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