Alberto Hurtado s.j. experimentó las miserias de Chile.


Afirmar que el Hurtado fue un santo porque encontró al Señor en el servicio de los más pobres se ha convertido, casi, en lugar común.

Con todo, es capital no olvidar que su santidad no fue, simplemente, un sentimiento de amor por el prójimo, sino el resultado del modo como planteo su vida.1 Reducirlo a un hombre bueno que hizo cosas buenas o, incluso, muy buenas es quitarle el protagonismo debido a su razón y corazón, en la génesis de su santificación. ¿Qué queremos decir? Que el P. Hurtado, experimentó, juntamente, las miserias de Chile y el amor de Dios y se vio forzado, por tanto, a encarar, en conciencia, las preguntas que provenían de las miserias de su país. La conciencia moral es, en todo adulto cristiano, una larga pregunta que incluye, a la vez, al mundo y a sí mismo: ¿cómo y a quién amar para hacer de este mundo un lugar más humano y mejor, y, de este modo, ser feliz? Su grandeza estuvo en saber postergarse y en reconocer que la fidelidad a uno mismo es auténtica cuando supone que el yo sale de sí y se da a los demás.

Alberto Hurtado comprendió que sólo respondiendo al imperativo que surgía de la justicia, es decir, dejándose animar por deseos crecientes de amar a sus hermanos más pequeños, su vida tendría pleno sentido. Por esto se lanza, sin descanso, a la construcción de un país más humano y mejor.2

No todos podremos reproducir las obras que Alberto Hurtado inspiró o gestó; tal vez muchos podrán estar al lado de los pobres como él lo estuvo. Pero todos, absolutamente todos debemos responder, de la misma manera, a la pregunta que nos plantea nuestra conciencia: buscar ser felices y plenos, venciendo la miseria ahí donde sabemos que está.

Alguno podría replicar, que si bien está de acuerdo con la descripción del Santo, discrepa con la noción de conciencia presentada ¿Por qué?, porque la conciencia nos indica que hagamos el bien y evitemos el mal, pero, en sentido estricto, no que cambiemos el mundo. Sin embargo, no hay que olvidar que el bien al que Dios nos convoca se realiza en el seguimiento de Jesucristo; que da su vida para que los hombres tengan vida.3

¿Y si nuestra conciencia ya no nos exige vencer el mal del mundo?, entonces, nuestros problemas son gravísimos, porque, sin lugar a dudas, se ha callado por exceso de hambre, frío, enfermedad, o por el cansancio de no ser escuchada.


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1. Alberto Hurtado-quien padeció la pobreza en su infancia, la ausencia del padre y la carencia de una casa propia- estuvo cerca de los marginados de la sociedad desde los tiempos del colegio (Patronato de San José, Patronato de Andacollo, Conferencia de San Vicente) y entendió su vocación cristiana como un compromiso a favor de la defensa de la dignidad de los pobres. “Su honda y trascendente misión social” caracteriza su vida, porque “sabía bien claro que el cristianismo o es social o no es”, (MIFSUD, TONY., el sentido social: el legado ético del P. Hurtado, ediciones ignacianas, santiago de Chile, 2005, p.35).

2. “tomar en primer lugar la miseria del pueblo. Es la menos merecida, la más tenaz, la que más oprime, la más fatal. Y el pueblo no tiene a nadie para que lo preserve, para que lo saque de su estado. Algunos se compadecen de él, otros lamentan sus males, pero ¿quién se consagra en cuerpo y alma a atacar las causas profundas de sus males?...,(HURTADO, ALBERTO.,A quienes amar. Reflexión personal de noviembre de 1947, en //www.uc 02%20textos/texto01.htm

3. “Por la conciencia se conoce de un modo admirable aquella ley cuyo cumplimiento consiste en el amor a Dios y al prójimo”, (GAUDIUM ET SPES, 16).

El legado de San Alberto Hurtado como una cuestión de conciencia
Prof. Pablo Salvat/Filósofo, Centro de Ética



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