Adiós al pastor que siempre defendió la verdad y la justicia

Los cinco años que estuvo como arzobispo en Concepción, dejaron una huella que hasta hoy permanece, en especial en el mundo de los derechos humanos, pues en aras de la verdad y la justicia, monseñor Santos nunca se arredró ni mostró debilidad. Su despedida final será este lunes, en la Catedral penquista.



“¿Quién sería capaz de adivinar qué sorpresas nos reserva para mañana este cura tan flaco y sin embargo, tan desprovisto de flaquezas?”, La pregunta se la formuló hace mucho tiempo un amigo personal de monseñor José Manuel Santos Ascarza, arzobispo de Concepción entre los años 1983 y 1988 y que falleciera este viernes 14 de septiembre, en Viña del Mar.

Y claro, las sorpresas que brindó fueron muchas. No dudó en involucrarse directamente en el caso de la Vega Monumental donde tres militantes del MIR murieron acribillados por agentes de la CNI, el 23 de agosto de 1984. Tampoco vaciló en suspender el Te Deum de Fiestas Patrias ese mismo año y en un par de oportunidades más, porque no tenía respuestas claras de las autoridades de la época. En definitiva, nunca dejó de abogar por la verdad, la justicia y por la unidad.

“Yo salí en defensa de eso (se refiere al asesinato de la Vega Monumental), no por valentía ni por el gusto de figurar, sino porque me pareció que era necesario... yo tenía la obligación de proclamar la verdad, sabía que iba a ser doloroso, que me iban a atacar como político, como si querer aplicar el quinto mandamiento, ´No Matar´, fuera un acto político, es un acto religioso... Esa es la tarea de la unidad, odiosa e incomprendida”. Fueron sus palabras durante la Eucaristía celebrada en la catedral penquista para celebrar el quinto aniversario de su nombramiento como Arzobispo.

Eso fue el 17 de junio de 1988. Exactamente cinco años antes, el 17 de junio de 1983, “abrumado ante la insistencia del Papa Juan Pablo II, entraba a esta Iglesia Catedral para asumir el gobierno de la Arquidiócesis de la Sma. Concepción...”.

Reconoció entonces que sintió el peso de una designación que no quería. Llevaba 28 años como Obispo de Valdivia y estaba buscando la posibilidad de hacerse monje Carmelita. Fue cuando le llegó la propuesta del entonces Cardenal Angelo Sodano. “Fui a hablar con él y le expliqué en qué estaba, pero parece que se interpretó como un acto de desobediencia. Yo no tenía otra razón que ésa para no ir a Concepción, sabía de los conflictos y que era una zona difícil, pero eso no me daba ni frío ni calor, sino que yo tenía otros proyectos”, contó en una entrevista para el libro “No hay dolor inútil”.

Finalmente se vino y a poco andar se interiorizó de las características de la Arquidiócesis y del trabajo que se realizaba, en especial en la defensa de los derechos de los perseguidos y atropellados por razones políticas.

Y aunque en más de una ocasión se reconoció como “momio”, nunca dejó de respaldar la labor del Departamento Pastoral de Derechos Humanos, la vicaría de Concepción, cuyos trabajadores sintieron muy pronto el apoyo del Arzobispo Santos.

“Yo confiaba mucho en la gente de la Pastoral. Martita Wörner (abogada, directora ejecutiva del organismo) era una persona muy inteligente y muy crítica. También era muy precisa para todas sus cosas, muy exacta, muy justa, muy entusiasta y yo tenía mucha confianza en todo el personal que trabajaba en derechos humanos, porque fue muy abnegado y hacía un trabajo muy delicado”.

La misma Martita Wörner reconoce este respaldo del Arzobispo y de su obispo auxiliar, monseñor Alejandro Goic: “Siempre mantuvimos una comunicación muy estrecha con los obispos, siempre les comunicábamos todo y sabíamos que teníamos su apoyo. Ese respaldo nos daba fuerza y ánimo para actuar en representación de la Iglesia. Estoy convencida de que eso nos sirvió de fuero y protección... a mí no me cabe duda que el intendente Eduardo Ibáñez tenía expresas instrucciones de que no nos hicieran nada por temor a lo que eran capaces de hacer monseñor Santos y monseñor Goic...”

Y lo cierto es que el Arzobispo Santos siempre estuvo preocupado por la seguridad del personal de derechos humanos, Y así lo reconoció en una entrevista realizada para el libro “No hay dolor inútil”, cuando ya tenía diez años alejado de la actividad pública:

“Yo estaba preocupado porque veía que corrían muchos riesgos, yo sin duda también los corría, pero matar a un Obispo hace demasiado ruido, incluso a nivel internacional, pero matar a un funcionario cuesta menos, ese era mi temor”.

Las cosas por su nombre


Enemigo de la mentira, monseñor Santos tenía la costumbre de decir las cosas por su nombre. Muchas veces recurría a la fina ironía para responder algo que era más que evidente. Como cuando a raíz de los asesinatos de la Vega Monumental, se incautaron algunas especies en el marco de allanamiento efectuados por la CNI, entre ellas un cuaderno donde aparece una lista de varios personajes públicos, algunos con comentarios muy sui generis, como el de monseñor Santos catalogado de “proclive a los milicos”.

Al Arzobispo tal hallazgo lo hizo sonreír. Más aún aparecer en una supuesta lista del MIR.
“Primero habría que saber de dónde viene el cuaderno. Lo único que se sabe con certeza es que ha sido entregado por la CNI..¿Quién lo hizo?” . Y con mayor ironía, agregó: “La letra es de una sola persona que tuvo toda la información inspirada por Dios y que en un dos por tres redactó la lista completa...” .

Y en alusión a su presunta inclinación hacia la dictadura, tuvo otra de sus especiales respuestas: “ Esto no me quita el sueño. Es una buena explicación por si algún día me pasara algo, Vería el cuadernito y dirían si aquí está profetizado. Ustedes los periodistas, ¿qué dicen?, ¿soy proclive a la dictadura?”.

No fue el enfrentamiento verbal más duro que tuvo con las autoridades de la época. Sin duda el episodio más recordado en los ’80, fue su decisión de no celebrar el tradicional Te Deum. Lo comunicó en un mensaje a la comunidad católica, explicando que no se extenderían invitaciones oficiales para nadie, “ni habrá lugares reservados al interior del templo...”. La reacción del intendente Ibáñez, no se hizo esperar, además de lamentarlo, expresó: “ Eso es de su exclusiva responsabilidad, él sabe si invita o no invita. En lo personal, no me afecta en lo absoluto”.

Con su estilo claro y directo, monseñor Santos se refirió al episodio: “No hubo Te Deum y en su lugar se hizo una misa de acción de gracias, pero no invité a las autoridades porque me parecía absurdo ir a rezar juntas dos personas que estaban peleadas, una diciendo una mentira y la otra tratando de buscar la verdad. Eso no tiene sentido...”

De su llegada a la zona, recordaba que sólo había estado en un par de oportunidades y que los cinco años que permaneció en la Arquidiócesis lo dejaron muy contento, porque tuvo una buena acogida. “Me habían estado mencionando como posible Arzobispo de Santiago, pero me salvé de esa. La gente me recibió muy bien y eso fue un gran aliento para mí...”

Lo mismo ocurrió en su partida. Ante una catedral repleta de fieles, fue la propia Martita Wörner, en representación de los laicos, quien le dio la despedida: “...quiero recalcar lo que hemos sentido como más cerca en este momento por el hecho de que los tiempos que a él le ha tocado estar al frente de esta Arquidiócesis no son fáciles y por eso, resalto solamente su gran fuerza para defender siempre la verdad, la justicia a través del amor. El no ha escatimado esfuerzos, no ha eludido conflictos, no ha callado por temor a ser criticado o incomprendido, o muchas veces como él también señaló, injustamente censurado. Y nos entrega entonces ese gran legado que es nuestra responsabilidad: seguir luchando por la verdad y la justicia...”

Por motivos de salud, monseñor Santos renunció a su cargo el 18 de mayo de1988. El 14 de julio le fue aceptada y se nombró al entonces obispo auxiliar, monseñor Alejandro Goic como administrador apostólico, cargo que asumió el 31 de julio.

En sus palabras habló de la unidad, que no es un simple abuenamiento, sino que “pasa por la verdad, por la justicia y por el amor... Sin embargo, la recuperación de la paz, sin luz y sin verdad es imposible porque el hombre ha sido hecho para ellas. Pero es doloroso proclamar la verdad sobre la dignidad de los hijos de Dios y de la creatura racional, es doloroso gritar contra la tortura, el allanamiento, el asesinato y el atropello. Doloroso, pero necesario...”

Su carácter y su actitud, sin duda hizo que más de alguien se alejara de la Iglesia, en cambio a otros les hizo reencontrarla. Algo que él tenía bastante claro :”Creo que muchos o algunos, no sé cuántos, se han alejado de la Iglesia por mi actitud. Hay varios tipos de unión: a lo compadre, o al abuenamiento o aquella de olvidémonos de las cosas, pero la verdadera se logra para mí en torno a un ideal común y éste no puede ser otro que la verdad, la justicia y el amor...”

Fue lo que siempre enarboló monseñor Santos, que tras su renuncia se convirtió en monje carmelita y permaneció hasta este 14 de septiembre, en el Convento de los Padres Carmelitas en Viña del Mar. Allí falleció a los 91 años, dejando una huella imborrable en la memoria de todos quienes lo conocimos y tuvimos el privilegio de trabajar a su lado en la defensa de la sagrada dignidad de la persona humana.

Una de las últimas oportunidades que regresó a Concepción, fue en marzo de 1999, a raíz de la presentación del libro “No hay dolor inútil” que recoge parte de lo que fue la acción de la Iglesia penquista en la defensa de los derechos humanos.

Además de reconocer el valor testimonial del libro, contó que le había llevado a reflexionar sobre su pasado tanto como Obispo de Valdivia que como Arzobispo de Concepción, como lo expresa en los siguientes párrafos de su intervención:

“Es posible, lo veo ahora al revisar mis intervenciones, que haya sido demasiado duro, pero debo manifestar que traté siempre de ser justo. Procuré, y así lo recomendé a todos mis colaboradores, que nunca formuláramos una denuncia si no estábamos en condiciones de probarla y que era preferible quedarse corto en la protesta que luego ser desmentido por la realidad de los hechos. Tengo la satisfacción de afirmar que nunca demostraron que hubiésemos lanzado una denuncia falsa, ni pudieron demostrar la verdad de lo que ellos afirmaban.
“Condené y sigo condenando la violencia de cualquiera de las partes que proceda, porque creo que está en la dinámica de la misma el de ir siempre creciendo hasta llegar a extremos irreparables.
“Ya han pasado más de 25 años desde el golpe de las Fuerzas Armadas y casi diez desde que nuestra Patria ha vuelto a la democracia, es decir, a un período de libertad en la participación de todos los ciudadanos y en la tarea de construir un país de hermanos, aunque no puede llegarse a ello sin el esfuerzo de todos por un camino que ha de empezar por la reconciliación plena. Es necesario caminar hacia ella, pero hay que ir distinguiendo dos niveles que aunque diferentes, ambos han de ser satisfechos.
“En el plano personal, yo puedo perdonar ofensas que me han afectado profundamente y ojalá todos tengamos la generosidad de hacerlo. Pero cuando se trata del plano de la comunidad, la justicia, dentro de la limitación humana, ha de ser satisfecha. Precisamente el bien de la comunidad misma lo exige porque no gozará ella de paz si hay delitos por los que se castiga a unos y por los mismos se perdona a otros. Esto produce una desequilibrio social que puede terminar generando tal vez la rebelión...”
M.E.Vega
TRIBUNA DEL BÍO BÍO
Concepción, 15 de septiembre de 2007.-

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