¿Cómo enseñar buenos modales? ¿Y que son esos llamados buenos modales?




Andrea Leonardi, psicóloga del colegio de mi hija plantea lo siguiente:


Parte de una de las muchas rimas y cantos que acompañaban los juegos de palmas y los saltos a la cuerda en los recreos. Una forma entretenida de aprender y recordar cosas tan sencillas y a la vez tan importantes como los llamados “buenos modales”, o bien, la tan bienvenida cortesía.
Es que no nacemos con los buenos modales incorporados, hay que aprenderlos, así como aprendemos a leer a sumar, a correr, a dibujar. Pero, ¿quién es responsable de enseñarlos?

Continuamos pasado por un período donde la dinámica familiar ha ido variando respecto a la imagen más clásica que mantuvo por largo tiempo.

Hoy es mucho menos común la familia extendida que incluía a abuelos y tíos bajo un mismo techo y mucho más frecuente que tanto mamá como papá trabajen fuera de casa a horario completo.

Sin embargo, la rapidez de este cambio no ha encontrado una respuesta igualmente rápida en cuanto a la reacomodación de las funciones sociales que antes cumplía necesariamente la familia en forma intensiva, en los tiempos en que siempre había en casa algún adulto cercano dispuesto a corregir el comportamiento de los más pequeños.


Hoy las posibilidades de abordar la crianza como un rol formador se reduce a los tiempos compartidos al finalizar el día, o al almuerzo y principalmente los fines de semana. Es así como el colegio ha tenido que retomar paulatinamente la antigua función de “urbanizador” que cumplía cuando la lejanía de los hogares hacía necesaria la función de internado que igualmente pasaba por asumir la tarea de crianza de quienes cobijaba.


No obstante, papá y mamá siguen siendo los primeros responsables de la educación de sus hijas e hijos. Y esto quiere decir ninguno más responsable que el otro, sino ambos unidos en una misma dirección. Aún existiendo diferencias de estilos, el diálogo constante en pro de los acuerdos asumidos es la clave.

¿Pero como enseñar buenos modales? ¿Y que son esos llamados buenos modales? En esencia es contribuir a la armonía y el bienestar mediante el trato respetuoso y la consideración hacia los demás (inteligencia social la llaman algunos).
Teniendo esto claro, la puesta en práctica se agiliza y más aún si consideramos que nuestros actos son muchísimo más didácticos que nuestras palabras, es decir, los niños y las niñas – salvo que tengan serias dificultades de atención- aprenden fácilmente observándonos.

No se trata de agregar más actividades a las ya existentes. Incluso si disponemos de poco tiempo en familia, podemos aprovechar las instancias habituales agregándoles la intención formativa.

Es así como una salida de compras puede transformarse en una excelente oportunidad para aprender buenos modales, especialmente para los menores: la forma cómo tratemos a la gente que nos atienda, el cómo pidamos lo que necesitamos y el cómo dejemos que hijos e hijas vayan poniendo en práctica lo aprendido, permite darle un doble cariz a lo que aparecía como una tarea trivial. Un almuerzo de domingo en casa o alguna visita nos dan la posibilidad de formar en cómo comportarse convenientemente en la mesa. No se trata de dar una clase al respecto, sino de explicar el trasfondo de cada conducta mientras corregimos y por supuesto, de enseñar con el ejemplo.


Con los adolescentes, que suelen ser críticos y cuestionadores, hay que ser aún más firmes y claros en la fundamentación de los modales deseables. Dar la imagen de exigir situaciones sin explicación alguna debilita sus posibilidades de adquisición. Un argumento adecuado es el mejor soporte que puede tener la formación a esta edad. Es positivo para ellos el cuestionar las costumbres existentes, pues ayuda a que las integren de mejor manera o a renovarlas de acuerdo a los requerimientos de la época. Sin embargo, necesitan de los adultos para recordar que el fondo no se transa, esto es la contribución personal al bien común.

Y a modo de final: ¿qué costumbre de cortesía echamos de menos? Quizás si
empezamos por ponerla nuevamente en práctica ayudemos a recuperar su uso y con
ello le alegremos el día a alguien.

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