ROMANTIZACIÓN DE LA VIOLENCIA EN CONTRA DE LA MUJER




Luna de miel

Cuando una mañana
me vi arreglando la cama sin memoria
sin rubor
comprendí que mi luna de miel
había llegado a su fin.
Los manteles mostraban enormes manchas de vino y grasa
las ollas ya no brillaban
el azul de las sábanas del ajuar
no era azul, ni blanco el blanco
Esa noche
él olvidó la rosa de cada día
yo improvisé una sopa de verduras
sin sorpresas
y cuando él
empezó a leer los periódicos
(olvidados desde el día de la boda)
yo decidí llamar a mis amigas
(olvidadas desde antes del día de la boda)
buscar trabajo, y abrir
las puertas y ventanas de mi casa.

A mí me pasó igual, pero yo no llamé a nadie
no hice nada
sólo lloré.
Me encerré en el baño para que no me viera.
¿Qué podía decirle?.
Tenía vergüenza de mis lágrimas
los ojos hinchados, la cara
roja y deforme.
Lloraba, lloraba, lloraba
como lloran las mujeres
con gemidos y suspiros y ahogos
mirándose en el espejo, sonándose la nariz.
Después respiré, suspiré, me eché agua fría
y fui a la cocina.
¿Qué tienes?, dijo él
mirándome apenas, atento a la pelea de box en el televisor.
Es la cebolla que me hace llorar, dije
la voz se me quebró
y las lágrimas otra vez.
¡Ah!, sin mirarme.
El boxeador cayó a la lona
víctima de un golpe combinado
de izquierda y de derecha.
Knock out, gritó el locutor.

El final de la mía fue más trágico.
Hubo lágrimas, sí
pero después de los golpes
después de las patadas y de insultos incomprensibles.
En el hospital él lloró
se arrodilló, pidió perdón
dijo que nunca más: soy una bestia, dijo.
Y yo lo abracé agradecida.
Pero algo había en mí que él no soportaba
mi manera de hablar, quizá
mi risa
mi manera de mirar a otros hombres
ojos de carnero degollado.
Algo.
Me sacas de mis casillas, dijo
la séptima vez en el hospital
y ya no pedía perdón
ni se esforzaba por aliviar
los moretones
acomodar las vendas, contener mis lágrimas.
Mejor nos separamos, dijo esa vez
o acabaré matándote
y no quiero ir a la cárcel.

Nosotros no tuvimos luna de miel
ajuar, fotos, vestido blanco
vajilla nueva.
Sólo un cuarto vacío
un colchón, dos tazas y una vela.
Huimos de nuestros padres, amigos y parientes:
nos bastaba el amor.
El y yo. Yo y él.
¿Hacía falta algo más?
Yo me volví asmática
él tuvo su primer infarto.

La mía terminó sin palabras
sin golpes
sin llanto.
El se quedó dormido
mientras yo me adornaba en el baño.

Yo dije esa noche
que me dolía la cabeza.
Sólo quería dormir.
El me dijo hasta mañana. Yo
también estoy cansado.

Yo, de pronto, empecé a detestarlo.
Hacía ruido cuando mordía el pan
se atragantaba con la comida
olía a sudor, a cebolla cruda
los sábados y domingos daba vueltas
se dormía en cualquier parte
con pijama el día entero.

Yo regresé cansada de un viaje de postal
me dolía la cara de alegría
la boca
de tanto repetir que éramos felices.
Y respiré aliviada
cuando él empezó a trabajar
y a olvidarse un poco de mí.

Yo espero la segunda, la tercera
la que dure la vida entera.
Que me vuelva a mirar como entonces
que jadee por mí
como yo
que me siga los pasos
como yo. Una perra en celo.



G. Pollarolo

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Un cuerpo desnudo
es un desastre natural.
Si un beso te interroga,
llama a tu abogado: no hay culpables
(el amor es un golpe bajo).

Tilsa

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