Dios eligió libremente hacerse cuerpo sexuado, sexual y erótico como nosotros.

Estuve leyendo a Cosme Puerto, me he sentido identificada con que el advierte acerca de nuestra sexualidad relacionada a lo espiritual, comparto entonces algunas apreciaciones acerca del tema.

El peligro que amenaza constantemente a los hombres y mujeres de fe es no vivir con los pies en el suelo, es decir, en contacto con la realidad sexual y espiritual, hay que reconocer y aceptar el hecho de que quienes somos cristianos hemos heredado una tradición religiosa que ha relegado el cuerpo sexuado, sexual y erótico de ser portador en el cual podemos y vivimos con nosotros la vida espiritual y por ello se ha negado y reprimido la relación esencial entre sexualidad y vida espiritual cristiana.

La vida espiritual no exige evitar el placer sexual, sino evitar que el egoísmo lo convierta en un impedimento para desarrollarla.

Amar nuestro pasado sexual no significa aprobarlo, sino creo es un, congratularse que haya pasado, lo que nos ayudara a alcanzar a una actitud "positiva" ante estas realidades de la sexualidad y espiritualidad que no deben enfrentarse sino unirse.

La Iglesia cristiana a lo largo de muchos años ha desempeñado el título de ordenarnos medularmente en la limitación y frustración de nuestras imágenes sexuales y espirituales.
Las actitudes sexuales de la historia occidental y la historia cristiana están unidas íntimamente hasta tal punto que son indistinguibles.
Esto equivale a decir que la Iglesia cristiana ha sido el gran artífice de una determinada actitud hacia la sexualidad y la vida espiritual durante los últimos diecisiete siglos. Claramente es una actitud antisexual, obsesiva y condenatoria de la sexualidad como algo esencial de la espiritualidad cristiana.

La actitud religiosa en el pasado ante la sexualidad en la vida espiritual era igual a genitalidad, y la genitalidad es intrínsecamente incontrolable y contraria a la autentica espiritualidad cristiana.
Por ejemplo el pene en erección que no se puede controlar es la imagen exacta de lo que es un cristiano con respecto a Dios: un rebelde.
En esta imagen el historiador francés Michel Foucault intenta resumir en buena parte el legado cristiano de San Agustín aprobado sobre la sexualidad del varón.
Su caricatura en la mujer la hace Tertuliano en Eva, quien, como mujer, era más sensual y carnal que su compañero y, por consecuente, era el lugar particular de la rebelión y pecado contra Dios.

Los sexólogos cristianos, en la actualidad, intentan y se esfuerzan por superar los enfoques negativos y represivos del pasado sexual.

Nunca antes hubo dentro de la Iglesia católica tanta agitación por cambiar las actitudes de la Iglesia hacia la sexualidad, por impedir el cambio no deseado, tanta esperanza y tanto miedo ante lo sexual. Vivimos en un momento apasionante y que, al mismo tiempo, nos deja perplejos en lo referente a las ideas cristianas sobre sexualidad y espiritualidad.

Se Desea que el ser humano tenga una grata experiencia al enfrentarse con el problema de la relación entre sexualidad y espiritualidad. No será posible esto si no se coloca en una actitud de positividad ante la sexualidad.
La sexualidad es, en si misma, una realidad positiva, buena, pertenece a la creación de Dios, forma parte del ser y de la estructura de la persona y tiene funciones muy importantes en la existencia humana.
La sexualidad como tal, no es, como muchos nos quieren hacer creer un mal, o la principal fuente de mal que debe rehuirse o combatir, si bien es verdad que (como cualquier realidad humana física o espiritual) puede vivirse o utilizarse contra los valores de la persona y del Reino de Dios.
Aceptar nuestra sexualidad, su "positividad", dentro de un proyecto de vida elegido autónomamente, vivirla serenamente en el ámbito de nuestra fe y religiosidad, integrada y relativizada desde el Reino de Dios y sus valores, creará la finalidad fundamental para la vivencia y desarrollo de nuestra vida espiritual desde el Dios de Jesús.

El deseo sexual para el hombre espiritual no se agota en el humano sino en el deseo infinito del OTRO con mayúscula, que sólo se sacia del todo en Dios, donde encuentra su paz, etc.
Si Dios ha puesto su confianza en el cuerpo humano y lo ha honrado al tomar forma humana y aceptar la sexualidad humana como una forma de entablar relación con toda la humanidad, cuánto más tenemos que esforzarnos por imitar el modelo de espiritualidad y sexualidad que nos ofrece la Palabra hecha carne.
Dios eligió libremente hacerse cuerpo sexuado, sexual y erótico como nosotros.

Algunos creyentes hoy, guiados por el Espíritu, hablan claramente de la sexualidad de Jesús. ¿Por qué? Necesariamente porque de la misma manera que nuestra valoración de la humanidad de Jesús depende de la idea que tenemos de la nuestra, así también nuestra aceptación de la sexualidad de Jesús está condicionada por la estima que sentimos hacia la nuestra.
La encarnación, en su sentido real, no estará completa si nosotros no hemos descubierto al Hijo de Dios hecho un hombre sexuado, sexual y erótico en su propia humanidad. Seguirá sin dudas faltando un elemento de la cristología, mientras no nos permitamos manifestarnos en las imágenes de Jesús que profundicen en su sexualidad tanto como lo hemos hecho en otras actividades de su vida.

La referencia a todas sus partes era una forma de reconocer explícitamente la anatomía sexual de Jesús , y por lo tanto la integridad irrefutable de su humanidad sexuada.
La sexualidad no es una fecha que debe tenerse en cuenta; más bien es una tarea y un proyecto humano y espiritual de actuación libre, responsable y comprometido a lo largo de toda nuestra existencia


Recopilado desde los apuntes de Cosme Puerto
Sugerencias leer Espiritualidad y Sexualidad

Entradas populares