Una ciudad para el paso humano

Una ciudad para el paso humano

Pocos se han ocupado de la experiencia humana vinculada a la ciudad con la lucidez de Giannini.

La calle, el domicilio, el bar,la plaza, han sido objeto en su obra de un análisis detenido y penetrante que permite considerarlo un auténtico buscador del alma de la polis, pensamiento contemporáneo.

Humberto Giannini es uno de esos filósofos que nos recuerda que la humanidad -la de cada uno, la de todos- no se logra en soledad, sino que exige hacernos disponibles para el encuentro

y la convivencia con el otro, y que esto, en no poca medida, se logra aventurándonos en el espacio público. Su filosofía puede ser definida como una búsqueda de la experiencia común, como el anhelo de encontrar en la vida cotidiana una suerte de absoluto empírico que ilumine la experiencia moral que en ella arraiga. Su pensamiento es una auténtica lucha contra el avance de la soledad en la sociedad contemporánea, esa soledad implicada en experiencias de desencuentro, de intolerancia, incomprensión o indiferencia: todas formas diversas de una convivencia no lograda o que sólo llega a ser tangencial, modulaciones negativas que conducen a enclaustrar nuestras individualidades y a hacer zozobrar el curso de los asuntos humanos, especialmente uno: el de la vida en común, aquella que, de un modo importante, es la que acoge y expresa la ciudad.

Nacido el mismo año en que se publicó Ser y Tiempo, la gran obra de Heidegger que lo ha iluminado no pocas veces en la elaboración de su propio pensamiento. Ha sido profesor de la Universidad de Chile durante muchos años, Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanidades en 1999, agregado científico académico en Roma, miembro del Consejo Editor de la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, miembro de Honordel Collège International de Philosophie. Es autor de numerosos artículos publicados en Chile y en el extranjero, sus libros más destacados son Reflexiones acerca de la convivencia humana; El Mito de la Autenticidad; Desde las palabras; La experiencia moral; Del bien que se debe y del bien que se espera; La Reflexión Cotidiana: hacia una arqueología de la experiencia (obra que cuenta con 5 ediciones y una traducción al francés con prólogo de Paul Ricouer). Ya sea leyendo sus escritos o escuchándolo personalmente, siempre queda en uno la impresión de que las palabras de Giannini provienen de una especial hospitalidad frente a la vida. Hospitalidad que alienta el empeño de acoger interpretativamente

Entrevista a Humberto Giannini.

Una ciudad para el paso humano la rica extrañeza del mundo, de estar al alcance de la realidad, dispuesto a ser afectado y aprehendido por ella como requisito imprescindible para intentar luego descifrarla y comprehenderla. Quizás por esto logra lo que todo gran pensador: hacernos más sensibles a la vida que nos rodea. En esta entrevista, en concreto, a la vida que se despliega en nuestras ciudades y, especialmente, a la que podría desplegarse.

• Comenzamos preguntándole por su experiencia personal con la ciudad. En un pasaje del libro La

experiencia moral, usted señala: ”Cuando digo que conozco una ciudad, lo que quiero expresar, entre otras

cosas, es que la recuerdo, que puedo imaginarla e imaginativamente recorrer sus calles, los parquespúblicos, los lugares históricos, como si yo estuviera ahora allí; en fin, significa que hay algo que en algún sentido me ha cambiado (cualificado) y que permaneciendo en mí, continúa como proveniendo del ser que recuerdo”. ¿Qué ciudades conoce? ¿Existe alguna

que permanezca en usted, que lo haya cambiado (cualificado)?

Siguiendo una antiquísima tradición, creo que conocer, en un modo muy distinto al racional-científico, es hacerse paulatinamente

semejante a la cosa conocida: a la compañera con la quecompartes los años de tu vida, semejante al lugar en el que hacestu morada, a la ciudad que te cobija, etc.

Habité en mi niñez y en mi juventud en Valparaíso, en PlayaAncha. Y ahora, a tantos años de distancia me parece aún llevarconmigo rasgos de ser que seguramente debo al maravilloso entorno en el que crecí, y extraño momentos que sólo podrían satisfacer la presencia abierta del mar, de un olor salado quete llene los pulmones, o unos caminos que a paso humano aprendiste a recorrer sólo por el gusto de hacerlo.

En este sentido, conozco muy pocas ciudades: Valparaíso, Roma.Después de mi experiencia porteña, Santiago fue la ciudad de ”mi exilio”. Exilio dulcificado en cuanto aquí hice mi familia yeché raíces definitivamente en Ñuñoa.

Maximiliano Figueroa M.

Profesor Universidad Alberto Hurtado

• En Roma residió hasta hace poco tiempo: ¿Qué retiene

de esa experiencia?

Especialmente que Roma, en un radio amplísimo, es una ciudad peatonal; lo más significativo es que quiere serlo: los días domingos se invita a los habitantes de la ciudad a dejar el auto en casa, o servirse de los medios públicos de locomoción, que por definición, no podrían ser privados. Y la población sale arecorrer su ciudad, o las diversas exposiciones de productos agrícolas que se ofrecen casi siempre gratuitamente a la degustación de los paseantes, ferias, muestras de libros, de cuadros, de antigüedades, etc. La calidez y la calidad humana de Roma se debe en gran parte a que se recorre a passo d'uomo.

• A propósito de Valparaíso, el sociólogo George Simmel, señaló en un texto de 1903 (Las grandes urbes y la vida del espíritu), que las grandes metrópolis tienden a articularse desde una ”razón calculadora” y funcionalista,

determinada por ”la lógica de la economía monetaria”, y que la sensibilidad y la emoción van teniendo una presencia cada vez menor en la configuración urbana:

¿Podría decirse que el encanto que muchos le reconocen a la ciudad-puerto, se explica porque la emoción ha tenido un papel activo en su configuración y que la

sinuosidad de esas calles que se elevan cerro arriba, con viviendas que dialogan con el mar y el cielo, en alguna medida refleja -dicho de modo pascaliano- la ”lógica del corazón”?

Quisiera responder a través de una imagen de lo que es paramí el conocimiento como vivencia. Déjame contarte un sueñoque, cuando vuelve, me trae algo más que imágenes recortadas de una ciudad: me soñé en un ascensor (de un edificio céntrico de Santiago, supongo); el ascensor subía, embarcando y desembarcando pasajeros en cada piso. De repente, toma una velocidad cercana, diría, a la velocidad de la luz. Un espejo me devuelve la imagen del niño narigón y flaco de seis o siete años en el que ahora me convierto, tal vez -divago erradamente en ese instante- a causa del aumento vertiginoso de la velocidad.

La belleza del espectáculo se hace avasalladora. Abajo, muy abajo, el planeta tierra reposa con placidez en un fondo azul, como el acorazado Latorre anclado en la bahía. Mi padre me toma en sus brazos para que pueda contemplar por última vez la rada del puerto antes de que el cansado y quejumbroso ascensor Artillería alcance la cima. Se abre la puerta rechinante del viejo coleóptero: una ampolleta de luz indecisa deja ve apenas el largo pasillo que va a terminar en una rueda giratoria, a través de la cual, la vieja arsenalera de siempre nos hace pasar uno a uno al otro lado de la rueda. Más allá, la oscuridad...¿Lógica pascaliana del corazón? También lo creo así.

Ciudad y filosofía

En su obra existe una clara presencia de la topografía

urbana como escenario de la vida cotidiana: la calle, el

domicilio, el bar, la plaza, son objeto de su atención y

análisis, cuéntenos cómo llegó a esto, ¿de qué manera

la ciudad pasó a constituir uno de sus ámbitos de

investigación en eso que ha sido la constante de su

pensamiento: la búsqueda de la experiencia común?

Nací cuando aparecía la gran obra de Heidegger Ser y Tiempo (1927) bajo el signo generalizado de una humanidad que había venido perdiendo la fe en la fe y, en una proporción

significativa, la fe en la razón. Sentimiento que se vuelve angustia y desesperación ante las ruinas físicas y morales que dejara la segunda Guerra Mundial.

Lo que siguió fue una suerte de ”organización intelectual de la desesperanza”, abandono de los grandes sistemas, desconfianza por lo que respecta a la racionalidad del mundo, de la historia, de la sociedad; repudio a las ideologías, escepticismo ante la posibilidad de que el ser humano pueda ser agente de la historia. En fin, destrucción de toda universalidad del saber, salvo esta:que no hay universalidad alguna. En medio de tal fraccionamiento del pensar y del sentir, se convierte en un objeto precioso de investigación -al menos para algunos filósofos- la reflexión acerca de algunas certezas preteóricas que nos permiten trascender cotidianamente nuestra subjetividad o nuestro escepticismo teórico. Por ejemplo, la certeza de que existen otros tales como yo; que el modo humano de comprenderlos es la comunicación: que gracias a esta comunicación vivimos (¡aún!) día a día la experiencia de un mundo común; y algunas poquísimas otras ”certezas” como éstas.Pero estas convicciones prácticas, ”naturales”, para darles algún nombre, me pareció que había que examinarlas en el terrenomismo en que surgen. Ese terreno es justamente la vida cotidiana.

• Me imagino que influyeron también los avatares de la convivencia en nuestro país...

Decisivamente. En los años en que Chile vivía una tremenda alteración de su vida ciudadana, se me hizo urgente intentar una descripción lo más ”objetiva” posible de la vida cotidiana.

Hacerlo, entonces, a partir del movimiento que le es propio: el movimiento que regresa siempre a su punto de partida.

”Movimiento re-flexivo”. En este movimiento que vuelve día a día de ”lo ajeno a lo propio” necesariamente surge el espacio público

Y aún suponiendo que no se diese comunicación alguna con los otros, tal espacio se generará siempre, por ser el espacio común de circulación -de igualación ontológica- de los que van por sus propios asuntos. La re-flexión, que hasta el momento tenía para mí un carácterespacial (el de circulación) empieza a adquirir una connotación psíquico-social: reflexión es el movimiento de lo público a lo privado, de la experiencia común a la experiencia subjetiva y viceversa. Y es aquí donde puede socorrernos la figura de

Sócrates como demiurgo o intermediario entre esos mundos, casisiempre en pugna, constitutivos de la vida humana... Pensando en estas posibilidades y, como decía, en tiempos muyarduos para el país, quise describir lo que en un principio me pareció muy difícil: el ámbito de la cotidianidad. En otras palabras:

el ámbito en que opera y se regula mediante la capacidad reflexiva de esa misma experiencia. Creí descubrir que la reflexión, en cuanto movimiento de expansión y de retorno a sí mismo, es lo propio y lo esencial de la vida cotidiana. Y que, entonces, la filosofía es una reflexión más cuidadosa y atenta acerca de la reflexión primera. Reflexión de la reflexión (aplicaba así a la filosofía la idea de que conocer es volverse, de alguna manera, la cosa conocida).

• Usted ha afirmado que la calle tiene ”profundidadesdesconocidas e inquietantes”, que es el ámbito de lo ”abierto” y que en ello fija un especial parecido con la vida misma, ¿podría explicarse?

La condición de apertura de la calle implica un espacio deigualación ontológica entre los sujetos, la posibilidad de cambio de ruta, de encuentros no programados, etc. Esta apertura no hace sino proyectar la condición de trans-eúnte del ser humano (famosa la definición medieval: homo viator) Pasamos por la calle, no estamos en ella. Justamente ”estar en la calle” significaquedar expuestos a los riesgos de la pura contingencia que la calle simboliza y de los que el domicilio resguarda. ”Quedar en la vía pública” no sólo significa inopia sino riesgo de extra-vío, de pérdida de ese sí mismo que se moviliza decididamente a través de proyectos definidos. Es símbolo de extravío en medio de lo otro que sale al paso para mostrar, convencer, ofrecer, ofrecerse, para amenazar, confundir y perder a aquel que iba distraídamente por lo suyo. Lo otro, que está en nuestro camino, puede aparecer justamente allí, como se-ducción. Odiseo fue experto en aquella experiencia.

• Pero en lo que más ha insistido, es en indicar la dimensión política que la calle implica, ¿cómo ve en la actualidad el vínculo con esta dimensión?

La calle, es más antigua que la historia: fue su condición. Y se puede afirmar que sigue siéndola. Tiene la calle la modestia de los medios esenciales que no se dejan ver habitualmente, pendientes como estamos de los fines. Pero, además, posee en la institución democrática una función que podríamos llamar ”simbólica”. Y es ésta: la calle constituye el ámbito de la absoluta igualación ontológica entre los que van y vienen por ella.


Es, por tanto, el lugar privilegiado de la ciudadanía. La urbe contemporánea, sobre todo la urbe sudamericana, está rompiendo violentamente esta igualación al hacer de la calle una arteria por la que se hacen correr los proyectos humanos a la mayor velocidad posible. Se comprende, el peatón queda fuera de competencia y con una inferioridad física desmesurada ante la casa-móvil que se le viene encima.

• Hoy en día las grandes inversiones se hacen enmulticines, aeropuertos, centros comerciales, autopistas,y el ágora y sus semejanzas se debilitan o desaparecen

¿Podría decirse que la ciudad se desarrolla cada vez más como urbe y cada vez menos como polis?

Efectivamente. Un pensador contemporáneo ha definido con acierto los centros comerciales, las autopistas, los aeropuertos, como no lugares. Esto es, construcciones que no generan espacio público.

• En el libro Desde las palabras señala que ”la verdadera crisis de las agrupaciones humanas, ocurre cuando descubrimos que el argumento ajeno sólo afecta a mi experiencia verbal, enmudeciéndola; entonces, la sociedad humana queda reducida a un hacinamiento de soledades, a una multitud de experiencias enclaustradas”. También ha afirmado en La experiencia moral que ”la soledad del hombre contemporáneo tiene una de sus raíces más profundas en la alteración o, incluso, en la paulatina pérdida de experiencias compartidas”. ¿Piensa usted que la pérdida de espacios públicos para el encuentro y la convivencia, para la experiencia de la ”ciudadanía”, nos expone crecientemente a la soledad?

Sin duda, hay soledad en el mundo contemporáneo: la de los viejos y de los niños. La soledad de quien se va informando acerca del mundo, ”de lo que pasa” sólo a través de la TV, atrincherado en su casa, y que termina confundiendo imagen y percepción, fantasía y realidad, y que por último, más le emociona una teleserie bien montada que la tragedia diaria en el Medio Oriente o las inundaciones en el duro invierno santiaguino. Soledad, porque en una relación a distancia, no física, no sensual,se corre permanentemente el riesgo de estar hablando con nuestrapropia imagen.

• ¿Cuáles son las esperanzas de Humberto Giannini respecto a la ciudad?

Ciñéndome un poco a la topografía que he hecho de la vida cotidiana, mi primera, primerísima esperanza: que algún díapróximo termine la vergüenza de los poblaciones marginales,sin luz, sin agua, sin privacidad. Luego: Que los arquitectosinventen para la población modesta, un modo de vivir unos con otros en departamentos que tengan la virtud de ofrecer unaposibilidad de convivencia (no sólo en el ascensor): un amplio espacio interior para juegos y esparcimiento; pequeñas salas

que sirvan de biblioteca o para charlas, exposiciones y cine, etc. Que contra los deseos del pensador Joaquín Brunner, no se liciten las calles ni los caminos: que por el contrario, la peatonalización se extienda por la ciudad. Y que la locomoción colectiva sea un bien comunitario (como ocurre incluso en los

países más liberales del planeta). Que las ciudades tengan la máxima autonomía para que los ciudadanos puedan participar efectivamente en los asuntos que atañen a todos. Y a partir de aquí podríamos hablar de política, esencialmente como cuidado de la polis: que el Estado sea, por una parte, el coordinador y unificador de los proyectos ciudadanos; por otra, el representante y defensor de nuestros intereses locales, a fin de que no sean fagocitados por lo grandes consorcios globales.

TEXTO DE : UAH 2004

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