Cuatro fotografías de Dios / Esteban Gumucio sscc

A propósito de las mujeres que anuncian al Resucitado...



Un día le preguntaron a Esteban Gumucio por la imagen de Dios, cómo describirlo, cómo imaginarlo, cómo pensarlo, y vivirlo. Respondió con un par de páginas en que la imagen de 4 mujeres le hablan de lo que es Dios: "Cuatro fotografías de Dios".




1. La niña caminaba unos pasos atrás de su padre. Iba acariciando su muñeca. La besaba con mucha ternura. Yo pensé: esta niña, sin saberlo siquiera, ya está amando a su hijo futuro… El hijo que vendrá 10 ó 15 años más tarde, ya está siendo amado en las largas preparaciones de la ternura. Ésta nunca se improvisa, viene de una secreta fuente… “aunque es de noche”… El hijo nunca conocerá el momento en que era muñeca, aunque ciertamente fue uno de los más importantes de su vida…
Y Dios me dice: “Con un amor eterno te he amado”.
Él es el Señor del tiempo y de la eternidad de las preparaciones. Su ternura de siempre es la realidad más importante de mi vida.

2. Una joven mujer embarazada va a subir al bus que también yo voy a tomar. Yo imagino: “esta mujer va a dar a luz durante el viaje”…
Ella, muy serena, mientras el asistente coloca su maleta, toca su vientre abultado, con unas manos que son una melodía. Acaricia al niño que está en su aposento secreto.
Entre la mano y el hijo silencioso hay infinitos canales que regalan vida. Cada instante pasa vida de madre a hijo. Pero él duerme.
La creación no es un acto de Dios aislado. No es un actuar puntual: es una creación continua. Cada instante soy el que Él me hace. La fe tiene algo de oscuridad del útero materno de Dios. El niño no sabe que su mundo es su madre.

3. La mujer trabaja como aparadora en su propia casa. Trabaja mientras conversa conmigo. Los niños pequeños están fuera de la pieza, jugando. Se sienten los gritos, los llantos, los pequeños ruidos de los juegos. Hasta que, de repente, hay unos instantes de silencio. La madre me dice: “voy a ver qué pasa… hay demasiado silencio”…
La madre parecía ausente, distante de sus hijos, pero, en realidad, no sólo trabaja para ellos, sino que estaba realmente “atenta”. Era como un radar, sensible a sus hijos… Ellos estaban en sus juegos, en sus conflictos, en su crecer diario. Ella les estaba enteramente presente.
Así eres, Señor, para con nosotros; nos dejas crecer, bajo tu mirada aparentemente ausente. Tú oyes hasta nuestros silencios.

4. Es una mujer anciana. Me habla de sus tres hijos, ya todos casados y con hijos. Uno vive por el Sur, el otro en Valparaíso, la tercera aquí, más cerca, en Santiago.
Cuando me habla de su hijo, ya cuarentón, esta anciana tiene los ojos arrasados en lágrimas. Le preocupa su hijo. Talvez no es tan feliz en su matrimonio… Después me habla del segundo, y también llora, porque este hijo es tan bueno. Se emociona contándome cuán bien le va en su vida… Y la tercera es toda una mujer, pero ha estado enferma últimamente, y tiene hijos pequeños… Hay motivos para que la madre llore por tercera vez…
Tú, Señor, eres el Dios de nuestra autonomía y de nuestra libertad. Cada uno andamos por nuestros caminos. Nos olvidamos que nos tienes siempre clavados en tu corazón. Tú, Dios, eres padre y madre. Sólo tu Espíritu Santo es capaz de hacernos conscientes de tanta ternura.
Fuente : SSCC CHILE

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