EL MACHISMO Y EL ABORTO



EL ABORTO LIBRE AUMENTA EL PODER DE LOS HOMBRES Y DISMINUYE LA RESPONSABILIDAD DE LOS HOMBRES
En Estados Unidos se levantó una poderosa voz desde la Izquierda después de que el aborto a petición se legalizó en 1973 –en la famosa sentencia Roe v. Wade– como defensa de "la privacidad". La voz fue la de la feminista radical Catherine MacKinnon. En su ensayo "La privacidad contra la igualdad" (en Feminism Unmodified 93-102, 1987) explica que "los que proponen y los que se oponen el aborto comparten tácitamente un supuesto, que las mujeres controlan de manera significativa el acto sexual. Investigaciones feministas sugieren lo contrario. El coito… no puede ser asumido simplemente determinado de manera co-igual"(94-95). Agrega que "los hombres controlan la sexualidad…Roe no contradice este hecho" (97).


MacKinnon sigue argumentando: "siempre que las mujeres no controlemos el acceso a nuestra sexualidad, el aborto facilita la disponibilidad heterosexual de la mujer. En otras palabras, bajo condiciones de no igualdad de género, la liberación sexual en este sentido no libera a las mujeres; libera la agresión sexual varonil. El acceso al aborto elimina la única excusa que quedaba para que las mujeres rehusaran el sexo, más allá del dolor de cabeza… La Fundación Playboy ha apoyado los derechos de abortar desde el primer día; sigue haciéndolo… (99)".

Refiriéndose específicamente a la sentencia Roe, MacKinnon concluye: "La doctrina de la privacidad es un transmisor ideal para este proceso. …[Pues] afirma que, siempre que la sociedad no interfiera, los individuos autónomos se relacionan de manera libre e igual. …Bajo esta luz, el derecho a la privacidad tiene aspecto de agresión presentada como regalo. …Virtualmente cada pizca de control que las mujeres ganaron [en Roe] ha ido directamente a manos de los varones…" (99-101).

Los economistas han comprobado el efecto reconocido por MacKinnon. El acceso al aborto ha servido para aumentar la expectativa y la frecuencia del acto sexual entre jóvenes, haciendo más difícil que la joven lo niegue al varón e incrementando los embarazos y las enfermedades sexuales (STDs). (Véase por ejemplo Jonathan Klick y Thomas Stratmann, The Effect of Abortion Legalization on Sexual Behavior: Evidence from Sexually Transmitted Diseases, Journal of Legal Studies (2003).) Me acuerdo de un joven universitario que dijo: "estoy a favor del aborto porque no me gusta usar un condón". En la misma línea, le pregunté a una universitaria de buena posición económica, que vivía con su novio, si estaba a favor o en contra del aborto. Me respondió: "estoy a favor, ¡pero nunca se lo digo a él!". Si un amante piensa que el aborto es una opción, cuidará menos a su compañera.

Si el derecho de abortar expande y a la vez esconde, la explotación de la mujer estadounidense, quien es relativamente más libre y "empoderada" en comparación con la de los países en desarrollo, ¿qué pasará en un país con mayor tendencia al machismo como lo es México? Veamos una analogía para mostrar cómo aún los derechos en sí mismos aceptables pueden perjudicar a los débiles: supongamos que en cierta nación la ley limita las horas de trabajo de las mujeres a diez horas por día; pero no impone ningún límite al trabajo de los hombres. Esta ley es evidentemente desigual y daña a las mujeres que tienen la suficiente capacidad y poder para controlar sus propias vidas. Por ejemplo, la ley pondría freno a las jóvenes educadas y bien capacitadas para trabajar las catorce horas diarias necesarias para llegar a la cima de las grandes empresas, manteniendo así la dominación de los hombres en estas empresas. Sin embargo, ¿debe derogarse esta ley? ¿A pesar de que la eliminación de esta ley –sexista por supuesto– causaría gran molestia a muchas más mujeres quienes tendrían que pasar catorce o más horas en una maquiladora? ¿No estaríamos poniendo la carreta delante del caballo? ¿No sería importante que las mujeres llegaran a tener poder fáctico antes de desprotegerlas con la ley?

Lo mismo puede suceder con el derecho al aborto. Quizá se pueda pensar que el libre acceso al aborto es liberador de mujeres de buena posición económica –porque sus profesiones no son fácilmente compatibles con los hijos y por lo tanto el costo de oportunidad al tener un hijo podría ser alto– pero ellas no representan la mayoría de las mujeres ni en los EE.UU. ni menos aún en los países en desarrollo. No debe sorprender que en las encuestas, más mujeres suelen estar en contra del aborto que hombres, salvo entre la gente de los más grandes ingresos, donde es al revés, con más mujeres pro-aborto que hombres. La división principal sobre el aborto no se encuentra entre hombres y mujeres, sino entre las mujeres de estas capas altas que se creen libres, y así ven el aborto como una opción propia y necesaria, y las masas de mujeres que entienden que ese derecho solamente permite que el padre, el marido, el amante, o el empleador –incluso el "padrote"– pueda más fácilmente quitarles una de la pocas satisfacciones de sus vidas: el amor de un hijo o hija.

Aún en los EE.UU., un 64% de mujeres que abortan se sienten presionadas por otras personas. (Vincent M. Rue et al., Induced abortion and traumatic stress, Medical Science Monitor 10(10): SR5-16 (2004).) Las mujeres estadounidenses casi siempre abortan para satisfacer los deseos de personas que no quieren acoger a sus hijos (Frederica Matthews-Green, Real Choices (1994)).

El peligro para la salud de la madre de la legalización del aborto en general es muy controvertido, pero todos parecen estar de acuerdo en que el aborto de una mujer presionada puede terminar en un daño psíquico. (Véase el nuevo reporte sobre el aborto recientemente publicado por la American Psychological Association (2008): http://www.apa.org/releases/abortion-report.pdf). El Dr. David Fergusson (quien se describe a sí mismo como "ateo y en pro-choice") de Nueva Zelanda ha mostrado la alta incidencia de depresión tras un aborto legal y la necesidad de que las clientes lo sepan y que después reciban la ayuda médica apropiada. (Fergusson, D. M., Boden, J. M., & Horwood, L. J. (2007), Abortion among young women and subsequent life outcomes, Perspectives on Sexual and Reproductive Health, 39(1), 6-12; y Fergusson, D. M., Horwood, L. J., & Ridder, E. M. (2006), Abortion in young women and subsequent mental health, Journal of Child Psychology and Psychiatry, 47, 16-24).

En los países del tercer mundo, la situación de la mujer puede ser mucho peor. El aborto libre daña a las mujeres porque aumenta el poder de presión de los hombres, exceptuando el pequeñísimo porcentaje de mujeres de la alta economía, del cual desgraciadamente en ocasiones proviene la única voz femenina que se escucha en los altos organismos nacionales e internacionales. Proclamar por el mundo entero el derecho al aborto es adoptar como el único modelo válido de ser mujer sólo el de las clases sociales acomodadas de los países ricos, o de sus equivalentes en los países en desarrollo. Para no ser cómplices en la desventura de las mujeres no-ricas, habría que liberarlas y empoderarlas frente al sexismo cotidiano y al machismo.

En el fondo, el problema no es tan complicado. La Izquierda siempre nos ha advertido de este gran peligro de los derechos individualistas: Los que toman las decisiones fácticas son los que de verdad poseen los derechos, sin que importe quienes son jurídicamente sus titulares formales.

Quizá alguien diga que aquí se tiñe a las mujeres en los países en desarrollo con colores demasiado grises. Las mujeres embarazadas no son niñas. Son adultas y pueden tomar sus propias decisiones; decir lo contrario sería una especie de paternalismo. A esto, se puede responder que la Derecha liberal responde así a toda crítica al sistema laissez faire. En cambio, la Izquierda no ha estado nunca de acuerdo con eliminar todo maternalismo de la ley mientras que haya grandes diferencias de poder entre clases y entre hombre y mujer. Es importante que la ley nos prohíba vender nuestro derecho a la vida a un tipo rico y cazador; o nuestro derecho a la integridad personal a un impulsivo sadista y mutilador; o nuestro trabajo a una empresa que prohíbe todo derecho sindical a sus obreros o que paga menos del salario mínimo. Si fueran legales tales actos, se facilitarían. La libertad puede perjudicar a la persona que la posea. Quien limpia el banco durante la noche, agradece no tener llave de la caja fuerte.

SEGUNDA CRÍTICA: EL ABORTO LIBRE DISMINUYE LA RESPONSABILIDAD DE LOS HOMBRES

Es cierto que algunas mujeres pueden resistir presiones y negarse a abortar durante embarazos deseados por ellas. Sin embargo, la legalización del aborto a quien lo pida hace que ellas también sufran, como veremos a continuación. El derecho al aborto es aún más peligroso que muchos otros derechos individualistas, porque este derecho genera un círculo vicioso del cual muchas mujeres no tienen salida, independientemente de su decisión personal.

Si la mujer aborta, el varón se ve liberado de cualquier responsabilidad como padre, y a la vez conserva a la mujer como objeto sexual, tal y como se ha señalado anteriormente. Pero si ella decide lo contrario y da a luz a su hijo, también pierde. Puesto que sólo ella decidió seguir adelante con el embarazo, la responsabilidad de educar al hijo parecería que es sólo de ella. Sobre todo si el padre ha estado a favor del aborto, y si además ha ofrecido pagar los costos de la terminación del embarazo, pensará que el hijo no es su responsabilidad. Si a pesar de todo, el gobierno lo obliga a pagar la pensión alimenticia, se sentirá tratado injustamente.

Antes de la legalización del aborto, en los EE.UU. se entendía que los hombres debían ofrecer matrimonio en caso de un embarazo. Con la legalización del aborto, en cambio, los varones comenzaron a pensar que ellos no son responsables de los nacimientos de esos niños, y en consecuencia no sienten ningún deber de ofrecer el matrimonio a la mujer que no quiere abortar o de contribuir con la manutención del niño. A consecuencia de esto, se ha incrementado significativamente el número de familias encabezadas por una madre soltera. (George A. Akerlof, Janet L. Yellen, y Michael L. Katz, An Analysis of Out-of-Wedlock Childbearing in the United States, 111 Quarterly Journal of Economics 277 (1996).)

Peor aún si se descubre durante el embarazo que el niño es discapacitado: Si ella no aborta, ella será la culpable del costo y de las "molestias" que ese tipo de niños trae consigo para el padre y para el seguro social. Es posible que hasta los médicos (The Cost of "Choice" 46-47, 2004) y sus conocidos la hagan sentirse culpable por no haber abortado.

Un empleador puede reaccionar de manera igual. Si él (o el Estado) paga los abortos, se va a sentir menos obligado a adecuar sus prácticas laborales a favor de la mujer embarazada o para la mujer que cuida a su hijo. Si a causa de la maternidad tiene problemas con las condiciones de trabajo, o con el horario, la situación se puede considerar como un problema "privado" que ella pudo haber evitado, como advertiría Catherine MacKinnon. La mujer pierde legitimidad para reivindicar mejores condiciones laborales y familiares.

Al nivel de la teoría se entiende fácilmente por que el aborto parece ofrecer una liberación, pero abre la caja de Pandora. A lo largo de la historia humana, los hijos han sido una consecuencia inevitable de las relaciones naturales entre varones y mujeres. Por lo tanto, los dos sexos se sabían igualmente responsables por ellos, y la sociedad no tenía otra posibilidad que adecuarse y ayudar en su formación. La anticoncepción disminuye pero no elimina estas conexiones y responsabilidades; pues nunca aspira a evitar todo nacimiento. A pesar de los anticonceptivos, los nacimientos siguen sucediendo… y hay que cuidar a los hijos. Esto no sucede con el aborto por libre elección. El aborto previene de manera absoluta el nacimiento de un hijo. Por lo tanto, la decisión libre sobre el aborto desvincula el nacimiento de los causantes del embarazo. No importa que la sociedad haya favorecido el matrimonio o el sexo, por ejemplo, o que el marido haya insistido en el acto sexual cuando su esposa no lo quería. Es ella y sólo ella la que decide si el niño entra al mundo. Ella es la responsable. Por primera vez en la historia, el marido, el amante, el seguro social, o el patrón puede apuntar con el dedo a ella como la persona concreta que permitió la existencia de un ser humano no querido por uno de ellos.
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Richard Stith es Abogado y Doctor en Derecho por la Universidad de Yale. Actualmente es catedrático en Valparaiso University School of Law en Indiana USA.


FUENTE    http://www.miradaglobal.com/

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