Tortura entre cuatro paredes




Divorciados obligados a vivir bajo el mismo techo: no son pocas las parejas que aún con los papeles de divorcio en la mano viven en la misma casa, esta es la única solución que algunos ex cónyuges encuentran para paliar las deudas y gastos extras que implican una separación. Intentan recomenzar su vida en piezas separadas, con tabiques dentro de su casa e incluso con el refrigerador dividido. Otra consecuencia de la crisis.

Por Carolina Rojas / La Nación Domingo



Yo me quedé con la cama matrimonial y él se fue a una de las piezas que sobraba, hoy somos amigos y nada más", cuenta Catherine Urbinas (50), sentada en un sitial Luis XV en su casa, mientras está rodeada de cinco perros boxers. Carga hace dos años con un "divorcio puertas adentro", con su ex marido de 56 con quien estuvo casada tres décadas. Casi toda una vida.

Desde 2006, ella y su ex viven en la misma casa, aunque están separados, desde que su matrimonio se fue hundiendo, por el gran golpe que significó una estafa a la distribuidora de alimentos de su marido. Él se guardó el secreto. Catherine se enteró del desastre cuando ya habían perdido dos autos y una casa en el balneario de Reñaca. En cualquier momento podían perder la casa que habitaban con su único hijo. "Eso fue matando el amor, entre otras cosas. A pesar de esa tragedia, la pasión ya se había perdido. Él me trataba como a una hermana, simplemente un día le propuse el divorcio", cuenta resignada de su estado.

Pero en medio de la separación recordó que aún le tenía cariño a ese hombre que conoció en la fiesta de la primavera cuando estudiaba enfermería en la Universidad de Chile. No quiso ser implacable con el padre de su hijo, hoy abrumado por las deudas de la estafa y con la escasa posibilidad de recuperar sus finanzas.

FOTO_02 W:170 H:196 14 kbDesde entonces, prácticamente no se topan en el día en la casa de dos pisos en Gran Avenida. Además, cada unos sale temprano a sus respectivos trabajos para cruzar un saludo cordial cuando ambos llegan extenuados del trabajo. Después del divorcio, ella rayó la cancha y puso sus condiciones para que lograran llevar una convivencia tranquila: no hacerse ninguna pregunta de tipo personal, no cuestionar sus horas de salida ni de llegada, tampoco husmear cuando cada uno recibiera a sus visitas. Pero, las condiciones no fueron oídas ni respetadas. Catherine fue espiada, interrogada y afrentada. Ella hizo caso omiso y siguió su vida solitaria-acompañada. Se relegó en ese pequeño claustro que es su habitación. Su única compañía es la televisión y una de las perras boxer que se echa todas las noches a dormir a sus pies. "Poco a poco, me fui sintiendo invisible y me dio depresión, porque que cada día me siento más ahogada, más presa y menos amada. Ahora con mi ex esposo somos sólo amigos y tratamos de convivir en el mismo espacio. Somos civilizados ante la gente, pero necesito recomenzar", confiesa.

La sicóloga le aconsejó que arrendara un departamento, pero eso significa un gasto extra, se lamenta mientras le resaltan sus ojos verdes que la muestran como una mujer atractiva a pesar de los embates.

Por culpa de la burbuja

Las crisis económica e inmobiliaria son factores que Catherine piensa antes de emprender su vida de soltera. Su casa está tasada en 150 millones y los pocos interesados que la han llamado no le han ofrecido más dinero que 80. No quiere perder dinero. "Sólo espero un buen comprador para iniciar mi vida sola, con mi ex esposo sólo he querido ser solidaria. Pero lo malo es que los gastos de esa casa alcanzan 800 mil pesos y mi ex marido sólo trabaja para pagar las deudas de la estafa", explica.

Para la sicóloga Perla Sanhueza, dentro de otros muchos otros agentes, la comodidad es una de los factores que tiene más prevalencia a la hora de compartir el techo con el ex cónyuge. Según la sicóloga allí predomina lo económico donde se sostiene la relación única por los bienes y la apariencia social. A veces en lo material no se llega a un acuerdo, tampoco en la repartición de los bienes y se perpetúa una relación basada sólo en la comodidad.

Pero, según la sicóloga, que una pareja negocie la convivencia por lo económico, al igual que tolerar a su ex por cualquier otra circunstancia, puede profundizar los daños. La falta de libertad en muchas ocasiones torna la relación agresiva o indiferente y provoca sensaciones nocivas más que el divorcio mismo, advierte la profesional. "Es la sensación de que algo hace mal, pero no puedes dejarlo. Pueden pasarlo bien frente a un grupo, pueden incluso tener relaciones cordiales, pero el sentimiento de soledad es más intenso y profundo porque es como si se tuviera pareja sin tenerla", explica.

Tortura entre cuatro paredes

"A veces podemos actuar como amigos, pero otras veces él se pone muy controlador y no entiende el trato de la separación", cuenta Andrea González. Tiene 41 años y hace seis meses que se separó de su pareja con la que llevaba 12 años de convivencia. Éste, aunque en condiciones especiales, es su segundo divorcio. Pese a que terminó su relación, vive en el mismo departamento con su pareja. Desde entonces, por las mañanas, la embarga una asfixia que no logra explicar, pero tampoco remediar.

Andrea tiene una hija adolescente de su matrimonio anterior y dos hijos de 10 y 4 años con su ex segunda pareja. Reconoce que las posibilidades de irse a un departamento son nulas. "El colegio de cada uno de los niños cuesta más de cien mil pesos y a eso hay que sumarle las demás cuentas. Todo esos gastos me impiden emprender una vida sola", asegura.

Revela que después de la separación de palabra, su ex pareja se ha vuelto más celoso, más obsesivo e inquisidor, tanto que si ella llega la casa media o una hora más tarde a atender a los niños, comienza un infierno de recriminaciones.

Es precisamente en ese punto donde la sicóloga Perla Sanhueza hace hincapié. Los acuerdos de convivencia son una raya en el agua, pues uno de los cónyuges vive esperando que llegue la fecha de liberación. "Se cumple un rol establecido, pero no existen sentimientos amorosos de por medio. Es como estar en la línea de partida de una carrera, esperando que suene el disparo, que todo termine pronto", describe Perla Sanhueza.

La guerra de los Roses

Las cifras en los juzgados de familia muestran la disminución de lo divorcios (5.324) frente a las separaciones de común acuerdo (25.177), que aumentaron en 2007 y se han mantenido en esa misma cantidad.

Más o menos separaciones, la interrogante es si los divorcios se han vuelto menos problemáticos o más costosos con la crisis económica. La jueza de familia Luz María Barceló tiene experiencia en este tipo de casos, donde las parejas enfrentan problemas económicos y no les queda otra salida que compartir la propiedad hasta que el panorama económico de uno de los dos mejore. A modo de ejemplo, menciona que, para obtener el cese de convivencia, es necesario comprobar que marido y mujer no han estado juntos como pareja.

Según la jueza, la mayoría logra pasar esta prueba. En meses o en años, una gran parte de las parejas que llega hasta los juzgados, ha dormido separado del cónyuge en otro lugar de la casa. "Duermen en distintas piezas o entran por puertas distintas. Hay casos donde el cónyuge se ha construido una casa interior. Incluso tuvimos un caso de convivencia insólito, en que la pareja puso tabiques para dividir la propiedad. Esa es una situación de riesgo porque muchas parejas logran estar tranquilas mientras ambos se encuentran sin pareja, pero después comienzan los conflictos, cuando llega el otro", explica la jueza.

Para Barceló, las dificultades comienzan generalmente cuando uno de los integrantes del ex matrimonio no ha superado la etapa emocional. "De ninguna manera esta convivencia puede ser muy permanente en el tiempo, porque se van perpetuando los conflictos familiares y también la violencia. Si una pareja que no logró mantenerse unida cuando estaba casada, con esta convivencia las circunstancias de dolor se mantienen", explica.

Después de la separación, la pobreza golpea la realidad de las familias porque se comienza con el pago de pensiones y aumentan las deudas.

"También se dan casos comparables a la película ‘La guerra de Los Roses’, porque comienzan las obsesiones y los maltratos. Hay parejas que llegan a dividir hasta el refrigerador. Nos topamos con ex parejas que fueron al juzgado cuando uno se tomó el yogurt del otro y la escalada de violencia no paró", relata la jueza.

Pero también se da el caso contrario donde los cónyuges tienen clara las reglas de la separación, por dolorosa que sea, ambos enfrentan los embates económicos hasta encontrar una salida. "Vivíamos de mi sueldo, ella no trabajaba. Separarnos físicamente implicaba que ella volviera con nuestra hija donde mi suegra, y eso podía ser desastroso. Mi ex pareja y su madre se llevaban mal. Así que me fui a dormir a la pieza donde guardábamos las muñecas de nuestra hija. Cuando gané más plata y ella consiguió trabajo, me fui. Avisé tres meses antes", recuerda Pablo de 35 años. Asegura que el trato siempre fue civilizado, cariñoso y que él nunca confundió las cosas. "Íbamos juntos al supermercado, pasamos navidad, año nuevo en familia, ninguno de los dos se complicó, fuimos muy transparentes con el trato", recuerda.

LA CRISIS INMOBILIARIA

Al igual que en España, en Chile la repartición de los bienes entre divorciados es uno de los puntos más conflictivos durante la separación. También lo es la espera de la venta del inmueble de las parejas que se separan. Para paliar esta situación, el Gobierno vasco propuso una solución: entrega de facilidades de compra de propiedades protegidas para el cónyuge que necesite más auxilio económico. Esto, debido a la creciente demanda de personas divorciadas que deben abandonar el domicilio conyugal. Antes, después de la separación quien abandonaba el domicilio debía esperar dos años para postular a una vivienda protegida. En cambio, ahora su inscripción es inmediata y lo ubica en la misma categoría de las familias monoparentales y mujeres víctimas de maltrato.
LANACIONDOMINGO

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