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Sesenta años después, ¿dónde nos encontramos?
Por: Michéle Ramis-Plum

Hace 60 años hoy, el 10 diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó en París la Declaración Universal de los Derechos Humanos, obra colectiva que, al salir de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, realiza una impresionante síntesis de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, originándose de múltiples fuentes: entre otros la Declaración de Derechos Humanos de los países de América latina adoptada en Bogotá en 1947; la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776 que afirmó el derecho a la vida; la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que emergió de la Revolución francesa de 1789… La Declaración realiza dos mayores avances: por una parte, por primera vez se declara que todo ser humano es sujeto (y no objeto) del derecho internacional; por otra parte, numerosos de sus artículos rebasan el marco nacional para ser de alcance transnacional. Por eso se considera universal. 
Sesenta años después, ¿donde nos encontramos?


Es innegable que enormes avances han sido conseguidos, que se ha creado un tejido jurídico y político que se opone al arbitrario y a las tiranías, y que la comunidad internacional no ha dejado de combatir para realizar más progresos.


Pero hay que reconocer que a pesar de los instrumentos, leyes, reglamentos y resoluciones, la libertad y la igualdad entre los hombres (artículo 1 de la Declaración) siguen afectadas en varias partes del mundo por la mala distribución social, los desequilibrios económicos, el fundamentalismo o la impunidad; que pese al derecho proclamado en el artículo 2, discriminaciones a razón de sexo u origen étnico persisten; que el derecho a la vida y a la seguridad inscritos en el artículo 3 es negado y teórico en varias partes del mundo por el terrorismo, la intolerancia y la impunidad. Pues lo que adquirió en 60 años puede ser amenazado y el cumplimiento de estos derechos es todavía frágil.Después de 36 años de conflicto armado interno, Guatemala ha podido establecer la paz gracias a la firma de los acuerdos de 1996. A partir del proceso de apertura democrática iniciado con la promulgación de la Constitución de 1985, el país se ha dotado de un arsenal jurídico robusto de protección de los derechos humanos, tanto en el campo internacional como nacional.Sin embargo, como lo reconoció el Gobierno de Guatemala en su informe ante el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra en abril de este año, el país enfrenta una situación de violencia y de impunidad que afecta gravemente el respeto y la protección de los derechos humanos. El derecho a la vida, especialmente, no se puede considerar como garantizado. La celebración del 60 aniversario de la Declaración Universal tiene luego un significado particular en un país donde la lucha contra la impunidad y el fortalecimiento del Estado de derecho son desafíos mayores. Este país tiene que hacer de sus debilidades sus fortalezas. Debido a la situación preocupante de los derechos de la mujer, se adoptó una legislación contra el femicidio y otras formas de violencia contra la mujer que no existe en muchos países. Más allá de la presencia del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos desde 2005, se creó en 2007, a través de un acuerdo firmado por Guatemala y la ONU, la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), que desde un año desempeña un papel clave en colaboración con las instituciones y ofrece una oportunidad única para sacar el país adelante, que podría convertirse en un modelo para otros países.La política dirigida por el presidente Álvaro Colom desde su llegada al poder, enfocada en el tema social, educativo y de seguridad, provee una ocasión sin precedente para que Guatemala avance en el cumplimiento de la ley y de los derechos humanos. Ningún país es inmune a las amenazas contra los derechos humanos. Los ciudadanos de todos los países tenemos que valorar el precio inestimable de lo que se ha logrado en 60 años y considerarnos como combatientes para la dignidad del hombre.


*Embajadora de Francia en Guatemala
Michéle Ramis-Plum
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