Un niño llamado Jesús



Como hace dos mil años, también para el hombre y la mujer de hoy, especialmente para los jóvenes, la vida pareciera deslizarse entre esperanzas efímeras y dolorosas desilusiones. Muy a menudo, se pasa de la exaltación al desencanto, de la embriaguez de los éxitos a la angustia de la derrota y a la depresión que opaca el horizonte. El cambio es extremadamente rápido. La risa deja paso al llanto, a la depresión y al sin sentido de la existencia. A ello contribuye, no poco, un estilo de vida exaltado por la superficialidad de la farándula, no sólo del espectáculo, sino también de la cultura social, política y económica y del entorno egoísta, materialista y hedonista.


Autor: Mons. Ricardo Ezzati Adrello,
 Fecha: 24/12/2008 País: Chile Ciudad: Concepción Mensaje de Navidad del Arzobispo de Concepción
Hermanas y hermanos en el Señor,Una vez más, en esta Navidad, golpeo la puerta de sus casas para anunciarles el gozo del Nacimiento de Jesús, el más grande y asombroso acontecimiento de la historia; el acontecimiento que abre las puertas a la esperanza y al futuro: Dios, en Jesús, se ha hecho “Emanuel”, es decir, “Dios con nosotros”, el Dios que ha venido a habitar con nosotros, plantando su tienda entre las nuestras.

Con humildad y afecto quisiera entrar en sus hogares y saludar a quienes forman parte del santuario de vida y de amor que es su querida familia. De manera especial, saludo a los niños, a los ancianos, a los enfermos y a quienes sufren por los embates, muchas veces, desafiantes y hasta crueles de la vida. Quiero decirles que para cada uno, en Belén, ha nacido la esperanza que no engaña, la esperanza que buscan y anhelan desde lo más profundo de su corazón, la esperanza que funda su futuro sobre la roca fuerte que ninguna tormenta podrá derribar. Sí, para Ustedes, para todos, “hoy ha nacido el Salvador”.

Como hace dos mil años, también para el hombre y la mujer de hoy, especialmente para los jóvenes, la vida pareciera deslizarse entre esperanzas efímeras y dolorosas desilusiones. Muy a menudo, se pasa de la exaltación al desencanto, de la embriaguez de los éxitos a la angustia de la derrota y a la depresión que opaca el horizonte. El cambio es extremadamente rápido. La risa deja paso al llanto, a la depresión y al sin sentido de la existencia. A ello contribuye, no poco, un estilo de vida exaltado por la superficialidad de la farándula, no sólo del espectáculo, sino también de la cultura social, política y económica y del entorno egoísta, materialista y hedonista.

¡Cuánto dolor esconden apariencias de placer y de consumo; cuántas desesperanzas ocultan no pocas escenografías artificiosas de progresismo y de autonomía desenfrenada! Más que nunca la vida humana ha alcanzado niveles tan elevados de desarrollo y bienestar y, sin embargo, no está satisfecha, más bien se siente amenazada y desprotegida. El vacío interior, la falta de grandes horizontes, junto a la ceguera que impide reconocerse hermanos amenazan la cultura de comunión y solidaridad tan propia de nuestra tradición más genuina.

¿Qué hacer? ¿Hacia dónde volver la mirada? ¿Sobre qué consistencia construir un futuro que no engañe? ¿Quién puede llenar este vacío existencial?

Navidad es revelación que hace luz sobre la existencia humana y la proyecta hacia horizontes nuevos de esperanza. Navidad es la fiesta que anuncia la llegada del Salvador: todo un Dios que viene en la humildad y en la pobreza, para compartir, levantar, consolar y perdonar. Un Dios que viene con su Reino de amor, de justicia, de verdad y de paz. Un Dios que viene a tendernos su mano divina, para que, junto a la nuestra, el futuro sea posible, bello, justo y fraterno. Si es cierto que la humanidad se parece a un mendigo que tiende la mano, no es menos cierto que Dios es quien la quiere llenar de gracias y bendiciones.

Por eso, acerquémonos al Pesebre. Contemplemos a María, José y los pastores.

Tendamos nuestra mano hacia el Niño. Nada de miedo y nada de soberbia: para nosotros el Niño que ha nacido, es el Salvador.

Al despedirme de cada uno de Ustedes y de sus familias, les deseo gracia y paz y, en nombre del Señor, los bendigo con afecto de padre y hermano.

Feliz Navidad un año nuevo lleno de gozo y de bendiciones.

Su padre y obispo,

† Ricardo Ezzati A., sdb
Arzobispo de la SSma. Concepción

Concepción, 24 de Diciembre de 2008







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