La fuerza espiritual de la Palabra de Monseñor Oscar A. Romero


Admiro a este hombre : Oscar A. Romero.

Porque no seguir confesando que todavía lo estoy descubriendo.
Comparto la fuerza espiritual de la Palabra de Monseñor un santo de nuestra América morena... Carolonline a veces santa y otras pecadora

Mons. Romero presente en sus palabras
La Iglesia: una, santa, católica, apostólica… y perseguida
La persecución es algo necesario en la Iglesia. ¿Saben porqué? Porque la verdad siempre es perseguida.


JESUCRISTO lo dijo: «Si a mí me persiguieron, también os perseguirán a vosotros». Y por eso, cuando un día le preguntaron al Papa León XIII, aquella inteligencia maravillosa de principios de nuestro siglo, cuáles son las notas que distinguen a la Iglesia católica verdadera, el Papa dijo ya las cuatro conocidas: una, santa, católica y apostólica. «Agreguemos otras -les dice el Papa-, perseguida». No puede vivir la Iglesia que cumple con su deber sin ser perseguida (29.5.77).

La Palabra de Dios en nuestra propia conciencia
Vivimos muy afuera de nosotros mismos. Son pocos los hombres que de veras entran dentro de sí, y por eso hay tantos problemas. En el corazón de cada ser humano hay como una pequeña celda íntima, donde Dios baja a platicar a solas con el ser humano. Y es allí donde la persona decide su propio destino, su propio papel en el mundo. Si cada hombre o mujer, de los que estamos tan emproblemados, en este momento entráramos en esta pequeña celda y, desde allí, escucháramos la voz del Señor, que nos habla en nuestra propia conciencia, cuánto podríamos hacer cada uno de nosotros por mejorar el ambiente, la sociedad, la familia en que vivimos (10,7.1977).

Dios no camina sobre charcos de sangre
Dios no camina por allí, sobre charcos de sangre y de torturas. Dios camina sobre caminos limpios de esperanza y de amor (7.8.1977).

Yo se que he caído mal a mucha gente
Si uno vive un cristianismo que es muy bueno, pero que no encaja con nuestro tiempo, que no denuncia las injusticias, que no proclama el reino de Dios con valentía, que no rechaza el pecado de los hombres, que consiente, por estar bien con ciertas clases, los pecados de esas clases, no está cumpliendo su deber, está pecando, está traicionando su misión. La Iglesia está puesta para convertir a las personas, no para decirles que está bien todo lo que hacen; y por eso, naturalmente, cae mal. Todo aquél que nos corrige, nos cae mal. Yo sé que he caído mal a mucha gente, pero sé que he caído muy bien a todos aquéllos que buscan sinceramente la conversión de la Iglesia (21.8. 1977).

Esta es la Iglesia que yo quiero
Ahora la Iglesia no se apoya en ningún poder, en ningún dinero. Hoy la Iglesia es pobre. Hoy la Iglesia sabe que los poderosos la rechazan, pero que la aman los que sienten en Dios su confianza. Esta es la Iglesia que yo quiero. Una Iglesia que no cuente con los privilegios y las valías de las cosas de la tierra. Una Iglesia cada vez más desligada de las cosas terrenas, humanas, para poderlas juzgar con mayor libertad desde su perspectiva del Evangelio, desde su pobreza (28.8.77).

La riqueza un ídolo que mata
¿Qué otra cosa es la riqueza cuando no se piensa en Dios? Un ídolo de oro, un becerro de oro. Y lo están adorando, se postran ante él, le ofrecen sacrificios. ¡Qué sacrificios enormes se hacen ante la idolatría del dinero! No sólo sacrificios, sino iniquidades. Se paga para matar. Se paga el pecado. Y se vende. Todo se comercializa. Todo es lícito ante el dinero (11 9.77).

Me glorío de estar en medio de mi pueblo
Es cierto que me he andado yo por El Jicarón, por El Salitre y muchos otros cantones; y me glorío de estar en medio de mi pueblo y sentir el cariño de toda esa gente que mira en la Iglesia, a través de su obispo, la esperanza (25.9.77).

Es necesario hacerse racional y atender la voz de Dios
Los corazones no quieren oír ni aunque sea un muerto el que les venga a decir: estamos muy mal en El Salvador. Esta figura tan fea de nuestra patria no es necesario pintarla bonita allá afuera. Hay que hacerla bonita aquí adentro, para que resulte bonita allá afuera también. Pero mientras haya madres que lloran la desaparición de sus hijos, mientras haya torturas en nuestros centros de seguridad, mientras haya abuso de sibaritas en la propiedad privada, mientras haya ese desorden espantoso, hermanos, no puede haber paz, y seguirán sucediendo los hechos de violencia y sangre. Con represión no se acaba nada. Es necesario hacerse racional y atender la voz de Dios, y organizar una sociedad más justa, más según el corazón de Dios (25.9.77).

Biblia y signos de los tiempos
Además de la lectura de la Biblia, que es Palabra de Dios, un cristiano fiel a esa Palabra tiene que leer también los signos de los tiempos, los acontecimientos, para iluminarlos con esa Palabra (30.10.77).

Un lenguaje que siembra esperanza
Ayer supe allá, por Santiago de María, que ya, según algunos amigos míos, yo he cambiado, que yo ahora predico la revolución, el odio, la lucha de clases, que soy comunista. A ustedes les consta cuál es el lenguaje de mi predicación. Un lenguaje que quiere sembrar esperanza, que denuncia, sí, las injusticias de la tierra, los abusos del poder, pero no con odio, sino con amor, llamando a conversión (6.11.77).

Cómo saber si soy cristiano
Hermanos, ¿quieren saber si su cristianismo es auténtico? Aquí está la piedra de toque. ¿Con quiénes estás bien? ¿Quiénes te critican? ¿Quiénes no te admiten? ¿Quiénes te halagan? Conoce allí que Cristo dijo un día: No he venido a traer la paz sino la división, y habrá división hasta en la misma familia, porque unos quieren vivir más cómodamente, según los principios del mundo, del poder y del dinero, y otros, en cambio, han comprendido el llamamiento de Cristo y tienen que rechazar todo lo que no puede ser justo en el mundo (13.11.77).

La Palabra lleva la fuerza de la verdad
La Palabra es fuerza. La Palabra, cuando no es mentira, lleva la fuerza de la verdad. Por eso hay tantas palabras que no tienen fuerza ya en nuestra patria, porque son palabras mentira, porque son palabras que han perdido su razón de ser (25.11.77).

Queremos ser la Iglesia que lleva el Evangelio auténtico
Un Evangelio que no tiene en cuenta los derechos de los hombres, un cristianismo que no construye la historia de la tierra, no es la auténtica doctrina de Cristo, sino simplemente instrumento del poder. Lamentamos que en algún tiempo nuestra Iglesia también haya caído en ese pecado; pero queremos revisar esta actitud y, de acuerdo con esa espiritualidad auténticamente evangélica, no queremos ser juguete de los poderes de la tierra, sino que queremos ser la Iglesia que lleva el Evangelio auténtico, valiente, de nuestro Señor Jesucristo, aun cuando fuera necesario morir como Él, en una cruz (27.11.77).

La Iglesia espera una liberación cósmica
La liberación que la Iglesia espera es una liberación cósmica. La Iglesia siente que es toda la naturaleza la que está gimiendo bajo el peso del pecado. ¡Qué hermosos cafetales, qué bellos cañales, qué lindas algodoneras, qué fincas, qué tierras, las que Dios nos ha dado! ¡Qué naturaleza más bella! Pero cuando la vemos gemir bajo la opresión, bajo la iniquidad, bajo la injusticia, bajo el atropello, entonces duele a la Iglesia y espera una liberación que no sea sólo el bienestar material, sino que sea el poder de un Dios que librará de las manos pecadoras de los hombres una naturaleza que, junto con los hombres redimidos, va a cantar la felicidad en el Dios liberador (11.12.77).

Hay muchos templos, pero lo que importa son ustedes
Hermanos, no contemos la Iglesia por la cantidad de gente, ni contemos la Iglesia por sus edificios materiales. La Iglesia ha construido muchos templos, muchos seminarios. Lo que importa son ustedes, las personas, los corazones, la gracia de Dios dándoles la verdad y la vida de Dios. No se cuenten por muchedumbres, cuéntense por la sinceridad del corazón con que siguen esta verdad y esta gracia de nuestro Divino Redentor (19.12.77).



1978

La Iglesia no quiere masa, quiere pueblo
Quiere Dios salvarnos en pueblo. No quiere una salvación aislada. De ahí que la Iglesia de hoy, más que nunca, está acentuando el sentido de pueblo. Y por eso la Iglesia sufre conflictos. Porque la Iglesia no quiere masa, quiere pueblo. Masa es el montón de gente cuanto más adormecidos, mejor; cuanto más conformistas, mejor. La Iglesia quiere despertar en las personas el sentido de pueblo (5.1.78),

Cómo saber si Dios está cerca de nosotros
Hay un criterio para saber si Dios está cerca de nosotros o está lejos: todo aquél que se preocupa del hambriento, del desnudo, del pobre, del desaparecido, del torturado, del prisionero, de toda esa carne que sufre, tiene cerca a Dios. «Clamarás al Señor y te escuchará». La religión no consiste en mucho rezar. La religión consiste en esa garantía de tener a mi Dios cerca de mí porque le hago el bien a mis hermanos. La garantía de mi oración no es el mucho decir palabras, la garantía de mi plegaria está muy fácil de conocer: ¿cómo me porto con el pobre? Porque allí está Dios (5.2.78).

Yo les había dicho que se amaran como yo los amo
Esta es la gran enfermedad del mundo de hoy: no saber amar. Todo es egoísmo, todo es explotación del hombre por el hombre. Todo es crueldad, tortura. Todo es represión, violencia. Se queman las casas del hermano, se aprisiona al hermano y se le tortura. ¡Se hacen tantas groserías de hermanos contra hermanos! Jesús, ¡cómo sufrirás esta noche al ver el ambiente de nuestra patria de tantos crímenes y tantas crueldades! Me parece mirar a Cristo entristecido desde la mesa de su Pascua mirando a El Salvador y diciendo: y yo les había dicho que se amaran como yo los amo (23.3.78).

La iglesia no puede ser sorda ni muda al clamor de los oprimidos
La Iglesia no puede ser sorda ni muda ante el clamor de millones de hombres que gritan liberación, oprimidos de mil esclavitudes. Pero les dice cuál es la verdadera libertad que debe buscarse: la que Cristo ya inauguró en esta tierra al resucitar y romper las cadenas del pecado, de la muerte y del infierno. Ser como Cristo, libres del pecado, es ser verdaderamente libres con la verdadera liberación. Y aquél que con esta fe puesta en el resucitado trabaje por un mundo más justo, reclame contra las injusticias del sistema actual, contra los atropellos de una autoridad abusiva, contra los desórdenes de los hombres explotando a los hombres, todo aquél que lucha desde la resurrección del gran libertador, sólo ése es auténtico cristiano (26.3.78).

¿Qué Evangelio es ése?
Eso quiere la Iglesia: inquietar las conciencias, provocar crisis en la hora que se vive. Una Iglesia que no provoca crisis, un Evangelio que no inquieta, una Palabra de Dios que no levanta roncha -como decimos vulgarmente-, una palabra de Dios que no toca el pecado concreto de la sociedad en que está anunciándose, ¿qué Evangelio es ése? Consideraciones piadosas muy bonitas que no molestan a nadie, y así quisieran muchos que fuera la predicación. Y aquellos predicadores que por no molestarse, por no tener conflictos y dificultades evitan toda cosa espinosa, no iluminan la realidad en que se vive…El Evangelio valiente es la buena nueva que vino a quitar los pecados del mundo (16.4.78).

Víctimas del dios Moloc, insaciable de poder y de dinero
Tenemos que lamentar esta semana también la muerte de dos policías. Son hermanos nuestros. Ante el atropello y la violencia, jamás he parcializado mi voz. Me he puesto, con compasión de Cristo, al lado del muerto, de la víctima, del que sufre, y he pedido que oremos por ellos, y nos unimos en solidaridad de dolor con sus familias. He dicho que dos policías que mueren, son dos víctimas más de la injusticia de nuestro sistema que, denunciaba el domingo pasado, entre sus crímenes más grandes logra confrontar a nuestros pobres. Policías y obreros o campesinos pertenecen todos a la clase pobre. La maldad del sistema en lograr el enfrentamiento de pobre contra pobre. Dos policías muertos son dos pobres que han sido víctimas de otros tal vez pobres también, y que en todo caso son víctimas de ese dios Moloc, insaciable de poder, de dinero, que con tal de mantener sus situaciones injustas no le importa la vida ni del campesino, ni del policía, ni del guardia, sino que lucha por la defensa de un sistema lleno de pecado (30.4.78).

La verdad no produce dinero sino amarguras
¡Lástima tantas plumas vendidas, tantas lenguas que a través de la radio se alimentan de la calumnia porque es la que produce! La verdad muchas veces no produce dinero sino amarguras. Pero más vale ser libre en la verdad que tener mucho dinero en la mentira (7.5.78)

Ateo no es sólo el marxismo, sino sobre todo el capitalismo
Un pueblo, un hombre, donde la ternura de Dios se ha disipado, donde interesa que no exista Dios para hacer injusticias, para cometer el pecado que Dios castiga, es inspiración de un ateísmo práctico. Y por eso, ateo no sólo es el marxismo, ateo práctico es también el capitalismo. Ese endiosar el dinero, ese idolatrar el poder, ese poner ídolos falsos para sustituir al Dios verdadero. Vivimos tristemente en una sociedad atea (21.5.78).

Muchas veces hemos hecho de nuestro culto un negocio
¡Cuántas fachadas de piedad, por dentro no son más que ateísmo! ¡Cuántas formas de rezos, cuántas prácticas religiosas meramente exteriores, rituales, legalistas! ¡No son el culto que Dios quiere! Y aquí no importa que arrasemos en esta acusación a nosotros mismos, los ministros sagrados, que muchas veces hemos hecho de nuestro culto un negocio, y puede entrar el Señor con el látigo en el templo: Mi casa es casa de oración y ustedes la han hecho cueva de ladrones (21.5.78).

Hay muchos que comulgan y son idólatras
Un cristiano que se alimenta en la comunión eucarística, donde su fe le dice que se une a la vida de Cristo, ¿cómo puede vivir idólatra del dinero, idólatra del poder, idólatra de sí mismo, el egoísmo? ¿Cómo puede ser idólatra un cristiano que comulga? Pues queridos hermanos, hay muchos que comulgan y son idólatras (28.5.78).

El dios dinero, el dios poder, el dios lujo
La denuncia de la idolatría ha sido siempre la misión de los profetas y de la Iglesia. Ya no es el dios Baal, pero hay otros ídolos tremendos de nuestro tiempo: el dios dinero, el dios poder, el dios lujo, el dios lujuria. ¡Cuántos dioses entronizados en nuestro ambiente! Y la voz de Oseas tiene actualidad también ahora para decirle a los cristianos: No mezclen con la adoración del verdadero Dios esas idolatrías. No se puede servir a dos señores: al Dios verdadero y al dinero. Se tiene que seguir a uno sólo (11.6.78).

Que la Iglesia retome la Biblia y la haga Palabra viva
La Biblia sola no basta. Es necesario que la Biblia, la Iglesia la retome y vuelva a hacerla Palabra viva. No para repetir al pie de la letra salmos y parábolas, sino para aplicarla a la vida concreta de la hora en que se predica esa Palabra de Dios. La Biblia es como la fuente donde esa revelación, esa palabra de Dios, está guardada. Pero de qué sirve la fuente por más límpida que sea, si no la vamos a tomar en nuestros cántaros y llevarla a las necesidades de nuestros hogares. Una Biblia que solamente se usa para leerla y vivir materialmente apegados a tradiciones y costumbres de los tiempos en que se escribieron esas páginas, es una Biblia muerta. Eso se llama biblismo, no se llama revelación de Dios (16.7.78).

Ustedes son para mi la inspiración del Espíritu Santo
No sólo el predicador enseña, el predicador aprende. Ustedes me enseñan. La atención de ustedes es para mí también inspiración del Espíritu Santo. El rechazo de ustedes sería para mí también rechazo de Dios…Gracias a Dios que la Iglesia en El Salvador todavía puede hablar. Pero que no se trate de apagar esta voz; porque si habla, tiene que decir la verdad, y si no, mejor no hablar (16.7.78).

¡Cómo es posible pasar toda la vida sin pensar en Dios!
El hombre es el otro yo de Dios. Nos ha elevado para poder platicar y compartir con nosotros sus alegrías, sus generosidades, sus grandezas. Qué interlocutor más divino. ¡Cómo es posible que los hombres podamos vivir sin orar! ¡Cómo es posible que el hombre y la mujer puedan pasarse toda su vida sin pensar en Dios! ¡Tener vacía esa capacidad de lo divino y no llenarla nunca! (13.8.78).

Cristo desborda la Iglesia
Dios está en Cristo y Cristo está en la Iglesia. Pero Cristo desborda la Iglesia. Es decir, la Iglesia no puede pretender tener del todo a Cristo, al modo de decir: sólo los que están en la Iglesia son cristianos. Hay muchos cristianos de alma que no conocen la Iglesia, pero que tal vez son más buenos que los que pertenecen a la Iglesia. Cristo desborda la Iglesia, como cuando se mete un vaso en un pozo abundante de agua, el vaso está lleno de agua pero no contiene todo el pozo, hay mucha agua fuera del vaso... Para quienes se sienten orgullosos vanamente de la institución Iglesia, sepan que podemos decir: allí no son todos los que están ni están todos los que son. No están todos los que son, hay muchos cristianos que no están en nuestra Iglesia. Bendito sea Dios, que hay mucha gente buena, buenísima, fuera de los confines de la institución Iglesia… (13.8.78).

Yo estudio la Palabra de Dios y miro a mi pueblo
Vean cuál es mi oficio y cómo lo estoy cumpliendo: estudio la Palabra de Dios que se va a leer el domingo, miro a mi alrededor, a mi pueblo, lo ilumino con esta Palabra y saco una síntesis para podérsela transmitir, y hacerlo -a este pueblo- luz del mundo, para que no se deje guiar por los criterios de las idolatrías de la tierra. Y por eso, naturalmente, que los ídolos de la tierra sienten un estorbo en esta palabra y les interesaría mucho que la destituyeran, que la callaran, que la mataran. Suceda lo que Dios quiera, pero su palabra -decía san Pablo- no está amarrada. Habrá profetas, sacerdotes o laicos, -ya los hay abundantemente- que van comprendiendo lo que Dios quiere por su Palabra para nuestro pueblo (20.8.78).

Despertar el sentido espiritual de la vida
Esta es la misión de la Iglesia: despertar, como lo estoy haciendo en este momento, el sentido espiritual de su vida, el valor divino de sus acciones humanas. No pierdan eso, queridos hermanos. Esto es lo que la Iglesia ofrece a las organizaciones, a la política, a la industria, al comercio, al jornalero, a la señora del mercado, a todos lleva la Iglesia este servicio de promover el dinamismo espiritual (20.8.78).

Los pies en la tierra y el corazón lleno de Evangelio
La Iglesia no tiene un afán, una pretensión de estar aquí sólo hablando por denunciar. ¡Yo soy el que siento, más que todos, la repugnancia de estar diciendo estas cosas! Pero siento que es mi deber, que no es una espectacularidad, sino simplemente una verdad. Y la verdad es la que tenemos que ver con los ojos bien abiertos y los pies bien puestos en la tierra, pero el corazón bien lleno de Evangelio y de Dios, para buscarle soluciones, no a inmediatismos violentos, tontos y crueles y criminales, sino la solución de la justicia. Sólo la justicia puede ser la raíz de la paz (27.8.78).

Ustedes que creen que estoy predicando la violencia
Queridos hermanos, sobre todo ustedes mis queridos hermanos que me odian, ustedes mis queridos hermanos que creen que yo estoy predicando la violencia, y me calumnian y saben que no es así, ustedes que tienen las manos manchadas de crimen, de tortura, de atropello, de injusticia: ¡conviértanse! Los quiero mucho, me dan lástima, porque van por caminos de perdición (10.9.78).

Comunidades Eclesiales de Base
¡Cómo no me va a llenar el corazón de esperanza una Iglesia donde florecen las Comunidades Eclesiales de Base! ¡Y por qué no voy a pedir a mis queridos hermanos sacerdotes que hagan florecer comunidades por todas partes, en los barrios, en los cantones, en las familias! (10.9.78)

Triste es la Palabra del sacerdote que ha perdido credibilidad
El bienestar de la Iglesia trae relajamiento. Los sacerdotes que se sienten muy bien en sus parroquias, ¡mucho cuidado! Los cristianos que sienten que el Evangelio no les molesta, ¡mucho cuidado! A este bienestar del culto sin compromiso se refiere la profecía tremenda de Malaquías: «Ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley. Yo os haré despreciables, viles ante el pueblo». No hay cosa peor que un mal sacerdote; si la sal se vuelve insípida, para qué sirve; ya -decía Cristo- nada más para echarla al suelo y que la pise la gente. ¡Qué triste es la Palabra del sacerdote cuando ha perdido la credibilidad! Lata que suena. «No haber guardado mis caminos. Os fijáis en las personas, al aplicar la ley». Si es don fulanito, si es doña fulana, con mucho gusto. Si es un pobrecito despreciable, ni caso se le hace. La Iglesia de los pobres es un criterio de autenticidad porque no es una Iglesia clasista. No quiere decir desprecio a los ricos, sino decirle a los ricos que si no se hacen como pobres en el corazón no podrán entrar en el Reino de los Cielos. El verdadero predicador de Cristo es Iglesia de los pobres para encontrar en la pobreza, en la miseria, en la esperanza del que reza en el tugurio, en el dolor, en el no ser oído, un Dios que oye, y solamente acercándose a esa voz se puede sentir también a Dios. «Os fijáis en las personas al aplicar la ley». ¡Qué bien lo decía el campesino: la ley es como la culebra, sólo muerde a los que andan descalzos! (5.11.78)

Para escuchar el Evangelio hay que hacerse pobre
Cuando hablamos de la Iglesia de los pobres no estamos haciendo una dialéctica marxista, como si la otra fuera la Iglesia de los ricos. Lo que estamos diciendo es que Cristo, inspirado en el Espíritu de Dios, dijo: «Me ha enviado el Señor para evangelizar a los pobres» -palabras de la Biblia- para decir que para escucharlo, es necesario hacerse pobre (3.12.78).

Trabajo por el Reino de Dios se da también fuera de la Iglesia
Fuera de la Iglesia toda persona que lucha por la justicia, toda persona que busca reivindicaciones justas en un ambiente injusto, está también trabajando por el Reino de Dios, y puede ser que no sea cristiano. La Iglesia no abarca todo el reino de Dios. El Reino de Dios está más afuera de las fronteras de la Iglesia y, por lo tanto, la Iglesia aprecia todo aquello que sintoniza con su lucha por implantar el Reino de Dios. Una Iglesia que trata solamente de conservarse pura, incontaminada, eso no sería Iglesia de servicio de Dios a los hombres (3.12.78).

Soy un hombre frágil
Yo siento que hay algo nuevo en la arquidiócesis. Soy un hombre frágil, limitado, y no sé qué es lo que está pasando, pero sí sé que Dios lo sabe. Y mi papel como Pastor es esto que dice hoy san Pablo: «No extingáis el Espíritu Santo». Si con un sentido de autoritarismo yo le digo a un sacerdote: ¡no hagas eso!; o a una comunidad cristiana: ¡no vayan por ahí!, y me quiero constituir como que yo fuera el Espíritu Santo y voy a hacer una Iglesia a mi gusto, estaría extinguiendo el Espíritu (17.12.78).

María es la ternura que busca angustiada una solución
María es la expresión de la necesidad de los salvadoreños. María es la expresión de la angustia de los que están en la cárcel. María es el dolor de las madres que han perdido a sus hijos y nadie les dice dónde están. María es la ternura que busca angustiada una solución. María está en nuestra patria como en un callejón sin salida, pero esperando que Dios ha de venir a salvarnos. Ojalá imitáramos a esta pobre de Yahvé y sintiéramos que sin Dios no podemos nada, que Dios es esperanza de nuestro pueblo, que sólo Cristo, el Divino Salvador, puede ser el salvador de nuestra patria (24.12.78).

La Iglesia de los pobres
La Iglesia se predica desde los pobres y no nos avergonzamos nunca de decir: la Iglesia de los pobres, porque entre los pobres quiso poner Cristo su cátedra de redención (24.12.78).

Ser humanos, para ser cristianos
Antes de ser un cristiano tenemos que ser muy humanos. Quizá porque muchas veces se quiere construir lo cristiano sobre bases falsas humanas, tenemos los falsos humanos y los falsos cristianos. El beato es un falso cristiano, que no es tampoco humano. Muchos que ahora defienden -dicen- la religión, no son ni hombres siquiera, mucho menos cristianos. Me río yo de esas defensas interesadas del cristianismo: «auténticos católicos». ¿Con qué derecho se llaman auténticos católicos, si no son ni siquiera hombres que sepan adorar al verdadero Dios, y están de rodillas, idólatras, ante las cosas de la tierra? (31.12.78).



1979

No me interesa mi seguridad personal
Muchas gracias, señor presidente, por escucharme. Pero también quiero agradecerle el haber ofrecido proporcionarme protección si yo se la solicitaba. Se lo agradezco, pero quiero repetir aquí mi posición: que no busco yo nunca mis ventajas personales, sino que busco el bien de mis sacerdotes y de mi pueblo... Antes de mi seguridad personal, yo quisiera seguridad y tranquilidad para 108 familias y desaparecidos, para todos los que sufren. Un bienestar personal, una seguridad de mi vida no me interesa mientras mire en mi pueblo un sistema económico, social y político que tiende cada vez más a abrir esas diferencias sociales (14.1.79).
Yo les quiero repetir lo que dije otra vez: ‘El pastor no quiere seguridad, mientras no le den seguridad a su rebaño ’ (22.7.79).

La Iglesia está con el pueblo
Fíjense que el conflicto no es entre la Iglesia y el gobierno. Es entre gobierno y pueblo. La Iglesia está con el pueblo y el pueblo está con la Iglesia, ¡gracias a Dios! (21.1.79).

Sobran los falsos profetas
Los hechos concretos Dios no los desprecia. Querer predicar sin referirse a la historia en que se predica no es predicar el Evangelio. Muchos quisieran una predicación tan espiritualista que dejara conformes a los pecadores, que no les dijera nada a los idólatras, a los que están de rodillas ante el dinero y ante el poder. Una predicación que no denuncia las realidades pecaminosas en las que se hace la reflexión evangélica no es Evangelio. Sobran aduladores, sobran falsos profetas, sobran –en tiempos conflictivos como los nuestros- quienes tienen su pluma pagada y su palabra vendida. Pero no es ésa la verdad (18.2.79).

Una Evangelización comprometida y sin miedo
Si nuestra arquidiócesis se ha convertido en una diócesis conflictiva, no les quepa duda, es por su deseo de fidelidad a esta evangelización nueva, que del Concilio Vaticano II para acá y en las reuniones de obispos latinoamericanos, están exigiendo que tiene que ser una evangelización muy comprometida, sin miedo. Evangelización exigente que señala peligros y que renuncia a privilegios, y que no le tiene miedo al conflicto cuando ese conflicto lo provoca nada más que la fidelidad al Señor (22.4.79).

El imperio del infierno
La muerte es signo de pecado, cuando la produce el pecado tan directamente como entre nosotros: la violencia, el asesinato, la tortura donde se quedan tantos muertos, el machetear y tirar al mar, el botar gente. ¡Todo esto es el imperio del infierno! ¡Son del diablo los que hacen la muerte! Lo llevan a cabo los que le pertenecen al diablo. Colaboradores, agentes del demonio. Impostores de algo extraño que no cabe en el plan de Dios. Por eso la Iglesia no se cansará de denunciar todo aquello que produce muerte. La muerte, aun la muerte natural, es producto y consecuencia del pecado (1.7.79).

La Evangelización auténtica no depende del poder
La pobreza de la Iglesia será más auténtica y eficaz cuando de veras no dependa ni busque el socorro de los poderosos,‘ el amparo de los poderes ’; no haga consistir la evangelización en tener poder, sino en ser evangélica y santa; en apoyarse en el pobre que con su pobreza enriquece” (10.7.79).

Edificios construidos con sangre de pobres
¿De qué sirven hermosas carreteras y aeropuertos, hermosos edificios de grandes pisos, si no están más que amasados con sangre de pobres, que no los van a disfrutar? (29.7.79).

El mal de El Salvador: la riqueza como un absoluto
Yo denuncio, sobre todo, la absolutización de la riqueza. Este es el gran mal de EL Salvador : la riqueza, la propiedad privada, como un absoluto intocable. ¡ Y ay del que toque ese alambre de alta tensión ! (12.8.79).

La Palabra de Dios debe tocar la realidad de nuestro pueblo
Si en El Salvador el pan de vida que la Iglesia reparte, la Palabra del Señor, la religión cristiana, no toca las realidades políticas, sociales, económicas de nuestro pueblo, será un pan guardado, y el pan que se guarda no alimenta (19.8.79).



1980

Estoy en la lista de los que van a ser asesinados
No sigan callando con la violencia a los que estamos haciendo esta invitación. Ni mucho menos continúen matando a los que estamos tratando de lograr que haya una más justa distribución del poder y de las riquezas de nuestro país. Y hablo en primera persona porque esta semana me llegó un aviso de que estoy yo en la lista de los que van a ser eliminados la próxima semana. Pero que quede constancia de que la voz de la justicia nadie la puede matar ya (24.2.80)

La muerte del pobre toca el corazón mismo de Dios
Nada hay tan importante para la Iglesia como la vida humana, como la persona humana. Sobre todo la persona de los pobres y oprimidos, que –además de ser humanos- son también seres divinos, por cuanto de ellos dijo Jesús que todo lo que con ellos se hace El lo recibe como hecho a El. Y esa sangre, la sangre, la muerte, están más allá de toda política. Tocan el corazón mismo de Dios. Hacen que ni la reforma agraria, ni la nacionalización de la banca, ni otras prometidas medidas puedan ser fecundas si hay sangre (16.3.80).

El ambiente que Dios quiere en El Salvador
Hay mucha violencia, hay mucho odio, hay mucho egoísmo. Cada uno cree tener la verdad y echarle la culpa de los males al otro. Nos hemos polarizado. La palabra ya corre corrientemente como una realidad que se vive, sin darnos cuenta; cada uno de nosotros está polarizado, se ha puesto en un polo de ideas intransigentes, incapaces de reconciliación, odiamos a muerte. No es ese el ambiente que Dios quiere. Es un ambiente necesitado como nunca del gran cariño de Dios, de la gran reconciliación (16.3.80).

Recoger el clamor del pueblo y predicar el Evangelio
Ya sé que hay muchos que se escandalizan de estas palabras y quieren acusarla de que ha dejado la predicación del Evangelio para meterse en política, pero no acepto yo esta acusación, sino que hago un esfuerzo para que todo lo que nos ha querido impulsar el Concilio Vaticano II, la Reunión de Medellín y de Puebla, no sólo lo tengamos en las páginas y lo estudiemos teóricamente, sino que lo vivamos y lo traduzcamos en esta conflictiva realidad de predicar como se debe el Evangelio para nuestro pueblo. Por eso le pido al Señor, durante toda la semana, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento, y aunque siga siendo una voz que clama en el desierto, sé que la Iglesia está haciendo el esfuerzo por cumplir con su misión (23.3.80).

Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla
Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de la guardia nacional, de la policía , de los cuarteles.
Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: NO MATAR. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio de que nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, ¡les ordeno! ¡CESE LA REPRESION!
La Iglesia predica su liberación tal como la hemos estudiado hoy en la Sagrada Biblia, una liberación que tiene, por encima de todo, el respeto a la dignidad de la persona, la salvación del bien común del pueblo y la trascendencia que mira ante todo a Dios y sólo de Dios deriva su esperanza y su fuerza.
Vamos a proclamar ahora nuestro Credo en esa verdad (fin de la Homilía) (23.3.80).


LA ÚLTIMA HOMILÍA DE MONSEÑOR ÓSCAR A. ROMERO
Homilía delprimer aniversario de la Sra. Sara de Pinto

San Salvador, 24 de marzo de 1980, a las 17:00 horas en la Capilla del Hospital de La Divina Providencia. Texto completo.
Por nuestras múltiples relaciones con la Editorial del periódico El Independiente, he pedido asomarme tanto a sus sentimientos filiales en el aniversario de la muerte de su mamá, como sobre todo, a ese espíritu noble que fue doña Sarita, que puso toda su formación cultural, su fineza, al servicio de una causa que ahora es tan necesaria: la verdadera liberación de nuestro pueblo.
Yo creo que sus hermanos, esta tarde, deben no solamente orar por el eterno descanso por nuestra querida difunta, sino sobre todo, recoger este mensaje que hoy todo cristiano debía de vivir intensamente. Muchos nos sorprenden, piensan que el cristianismo no se debe de meter en estas cosas, cuando es todo lo contrario. Acaban de escuchar en el evangelio de Cristo que es necesario no amarse tanto a sí mismo, que se cuide uno para no meterse en los riesgos de la vida que la historia nos exige, y, que el que quiera apartar de sí el peligro, perderá su vida. En cambio, al que se entrega por amor a Cristo al servicio de los demás, éste vivirá como el granito de trigo que muere, pero aparentemente muere. Si no muriera se quedaría solo. Si la cosecha es, porque muere, se deja inmolar esa tierra, deshacerse y sólo deshaciéndose, produce la cosecha.
Desde su eternidad, Doña Sarita fue confirmando maravillosamente en esa página que yo he escogido para ella, del Concilio Vaticano II. Dice:
«Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra de la humanidad. Tampoco conocemos de qué manera se transformará el universo. La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa, pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción, se revestirá de incorruptibilidad, y, permaneciendo la caridad de sus obras, se verán libres de la servidumbre de la vanidad todas las criaturas que Dios creó pensando en el hombre.
Se nos advierte que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo. No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Pero ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al Reino de Dios.
Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad, en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: «reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz». «El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección”.
Esta es la esperanza que nos alienta a los cristianos. Sabemos que todo esfuerzo por mejorar una sociedad, sobre todo cuando está tan metida esa injusticia y el pecado, es un esfuerzo que Dios bendice, que Dios quiere, que Dios nos exige. Y cuando se encuentra uno, pues, gente generosa como doña Sarita, y su pensamiento encarnado en Jorgito y en todos aquellos que trabajan por estos ideales, hay que tratar de purificarlos en el cristianismo: eso sí, vestirlos de esta esperanza del más allá; porque se hacen más fuertes, porque tenemos la seguridad que todo esto que plantamos en la tierra, si lo alimentamos en una esperanza cristiana, nunca fracasaremos, lo encontraremos purificado en ese reino, donde precisamente, el mérito está en lo que hayamos trabajado en esta tierra.
Yo creo que será aspirar en balde, a horas de esperanza y de lucha en este aniversario. Recordamos pues, con agradecimiento, a esta mujer generosa que supo comprender las inquietudes y esfuerzos de su hijo y de todos aquellos que trabajan por un mundo mejor, y supo también poner su parte de granito de trigo en el sufrimiento. Y no hay duda, que esta es la garantía de que su cielo tiene que ser también a la medida de este sacrificio y de esa comprensión que falta a muchos en este comento, en El Salvador.
Yo les suplico a todos, queridos hermanos, que miremos estas cosas desde el momento histórico, con esta esperanza, con este espíritu de entrega, de sacrificio, y hagamos lo que podamos. Todos podemos hacer algo: desde luego un sentimiento de comprensión. Esta santa mujer que estamos recordando hoy, pues, no pudo hacer cosas tal vez directamente, pero animando a aquellos que pueden trabajar, comprendiendo su lucha, y sobre todo, orando y aun después de su muerte diciendo con su mensaje de eternidad que vale la pena trabajar porque todos esos anhelos de justicia, de paz y de bien que tenemos ya en esta tierra, los tenemos formados si los iluminamos de una esperanza cristiana; porque sabemos que nadie puede para siempre y que aquellos que han puesto en su trabajo un sentimiento de fe muy grande, de amor a Dios, de esperanza entre los hombres, pues todo esto está redundando ahora, en esplendores de una corona que ha de ser la recompensa de todos los que trabajan así, regando verdades, justicia, amor, bondades en la tierra y no se queda aquí, sino que purificado por el espíritu de Dios, se nos recoge y se nos da en recompensa.
De esta Santa Misa, pues, esta Eucaristía, es precisamente un acto de fe: Con fe cristiana parece que en este momento la voz de diatriba se convierte en el cuerpo del Señor que se ofreció por la redención del mundo, y que en ese cáliz el vino se transforma en la sangre que fue precio de la salvación. Que este cuerpo inmolado y esta Sangre Sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos pues, íntimamente en fe y esperanza a este momento de oración por Doña Sarita y por nosotros.
En este momento sonó el disparo....

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