"Iglesia y homosexualidad: Lamentable texto del Obispo González"

  • Diario de mujer


  • Amig@s
    Este texto deja de manifiesto las profundas contradicciones y fundamentalismos de parte del clero en este tema y cómo sigue siendo un área no resuelta… al final planteo algunas de mis dudas al texto…
    (este artículo aparece en El Mercurio Santiago, emol.com)

    Iglesia y homosexualidad





    + Juan Ignacio González Errázuriz
    Obispo de San Bernardo

    Quisiera exponer qué enseña la Iglesia sobre este delicado tema, para que así los que declaran su adhesión a ella sean fieles y los que no lo hacen la conozcan.

    La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen síquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19,1-29; Rom 1,24-27; 1 Co 6,10; 1 Timoteo 1,10), la Tradición ha declarado siempre que "los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (CDF, decl. “Persona humana” 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una complementariedad afectiva y sexual verdadera. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

    Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente radicadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor, las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

    Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante las virtudes de dominio, educadoras de la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.

    En 1986 la Iglesia entregó un documento sobre “La atención pastoral a las personas homosexuales”. Nos interesa anunciar el Evangelio a todas las personas, sin exclusión. “La posición de la moral católica está fundada sobre la razón humana iluminada por la fe y guiada conscientemente por el intento de hacer la voluntad de Dios. De este modo la Iglesia está en condición no sólo de poder aprender de los descubrimientos científicos, sino también de trascender su horizonte; ella está segura de que su visión más completa respeta la compleja realidad de la persona humana que, en sus dimensiones espiritual y corpórea, ha sido creada por Dios y, por su gracia, llamada a ser heredera de la vida eterna. Sólo dentro de este contexto se puede comprender con claridad en qué sentido el fenómeno de la homosexualidad, con sus múltiples dimensiones y con sus efectos sobre la sociedad y sobre la vida eclesial, es un problema que concierne propiamente a la preocupación pastoral de la Iglesia. Por lo tanto se requiere de sus ministros un estudio atento, un compromiso concreto y una reflexión honesta, teológicamente equilibrada”.

    “Es necesario precisar que la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada” y por ello “quienes se encuentran en esta condición deben, por tanto, ser objeto de una particular solicitud pastoral, para que no lleguen a creer que la realización concreta de tal tendencia en las relaciones homosexuales es una opción moralmente aceptable”. La Iglesia sale al paso de “una nueva exégesis de la Sagrada Escritura, según la cual la Biblia o no tendría nada que decir sobre el problema de la homosexualidad, o incluso se daría en algún modo una tácita aprobación, o en fin ofrecería unas prescripciones morales tan condicionadas cultural e históricamente que ya no podrían ser aplicadas a la vida contemporánea. Tales opiniones, gravemente erróneas y desorientadoras, requieren por consiguiente una especial vigilancia”. Existe una evidente coherencia dentro de las Escrituras mismas sobre el comportamiento homosexual. Por consiguiente la doctrina de la Iglesia sobre este punto no se basa solamente en frases aisladas, de las que se pueden sacar discutibles argumentaciones teológicas, sino más bien en el sólido fundamento de un constante testimonio bíblico.

    Acusar a la Iglesia de condenar a quienes llevan la cruz de una tendencia que ellos mismos no han buscado es no conocer que ella es “experta en humanidad” y que dedicamos mucho tiempo a estos hermanos y hermanas nuestros. He atendido con toda la delicadeza y comprensión necesarias a muchas personas homosexuales. Esa cercanía hace que muchas vean que también pueden vivir cara a Dios, respondiendo a Su ayuda, porque la fuerza de Dios a nadie falta. Distinto es el intento de querer cambiar la naturaleza de las cosas y diverso el fundar ese intento en tergiversaciones estadísticas, médicas o biológicas o en campañas publicitarias. Ahí la Iglesia no entra. Nos interesa que cada persona viva conforme a la vocación a la santidad que cada uno ha recibido, con las alegrías y las dificultades que toda existencia terrena lleva consigo.



    Observaciones:

    · El obispo señala la abundante condena en las escrituras hacia estas prácticas, bajo el mismo concepto la lectura de las Sagradas Escrituras deja de manifiesto el desprecio permanente a la mujer y su rol en la sociedad, no entender que corresponde a la lógica cultural-histórica, daría para que los obispos estuvieran en contra de los anhelos de igualdad de género (aunque en la práctica la mujer sigue discriminada… más no en el discurso que debe ser políticamente correcto).

    · Esta conducta (homosexualidad) es contraria a la “ley natural” como señala el obispo pues “cierran el acto sexual al don de la vida”…. Y el CELIBATO????.... cuya imposición no tiene ningún fundamento ni bíblico ni doctrinal, sino una medida disciplinaria impuesta después de los primeros siglos de caminar de la iglesia. Entre otras, por razones económicas-financieras.

    · Luego, cuando establece que la homosexualidad en sí no es pecado… pero “que constituye una tendencia más o menos fuerte hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral”… ES PARA PONERLO EN UN MARCO….

    · Por último después de todo lo argumentado y sentenciado, “monseñor” González, señala que no se puede acusar a la Iglesia de condenar a los homosexuales (plop!!!)





    Fraternalmente,

    Mauricio Naranjo V.













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