Acerca de las Mujeres y la Jerarquía en la Iglesia Católica

Comparto texto escrito por Sergio Perez de Arce, provincial de los religiosos sscc. donde expresa su opinión acerca de la mujeres respecto a la "Jerarquía" dentro de la Iglesia Católica, en el podemos visualizar que falta mucha voluntad para que las mujeres asuman el rol que les corresponde para una construcción del Reino en igualdad de ejercicio.


Pérez de Arce sscc expone:

Me ha tocado trabajar en equipo con mujeres en diversos grupos e instancias de Iglesia, últimamente en la Conferencia de religiosas y religiosos. Nada debiera de haber de extraño en esto. La Iglesia y la sociedad están formadas por varones y mujeres y es normal que vayamos juntos organizando, conduciendo y viviendo las grandes y pequeñas acciones que conforman nuestra vida y misión.

Además de las características y capacidades de cada una, siempre he sentido que ellas aportan una riqueza especial: su trabajo y compromiso (¡son en general muy trabajadoras!); su preocupación por los detalles, los gestos, la acogida…; su sensibilidad para percibir aspectos que los varones no vemos u obviamos; muchas veces su libertad y valentía; sobre todo su calidez…Es evidente que varones y mujeres nos complementamos y estamos llamados a ser los unos para los otros “una ayuda adecuada” en el camino de la vida. Por eso cada vez menos existen escuelas separadas por género, empresas o gobiernos donde las mujeres están ausentes, iniciativas de cualquier tipo en manos de personas de un solo género. Nos hemos demorado como sociedad en comprender esto y hemos perdido una riqueza que está inscrita en nuestra misma naturaleza, pero el cambio se ha ido dando.



No se ve tan fácil que este cambio llegue a la jerarquía de la Iglesia. El magisterio papal ha dicho su palabra: “la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia” (Juan Pablo II, Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis, 4). Creo que con esto la Iglesia pierde, en vez de ganar; se empobrece, en vez de enriquecerse.

Podrá decir alguien que las mujeres están en la Iglesia, ocupando tantos espacios y servicios, pero lo cierto es que no están en el grupo que va guiando al conjunto, que va fijando líneas apostólicas, que va haciendo pronunciamientos magisteriales, etc. No deja de ser extraño que en un concilio, una conferencia episcopal, un consejo de gobierno diocesano, por nombrar instancias fundamentales, la mujer esté prácticamente ausente. Es evidente que se pierde una posibilidad de una mirada más integral de la realidad, de los problemas y desafíos que tenemos como Iglesia, por más que nos asista el Espíritu Santo, que no actúa sino por mediaciones humanas.

La Iglesia tiene sus razones para no ordenar mujeres, pero siempre han sido bastante discutidas por numerosos teólogos y teólogas. Es bastante claro, por ejemplo, que en relación a algunos sacramentos (matrimonio, orden, unción de los enfermos, confirmación) no hay una palabra explícita de Jesús que los instituya con una configuración ya cerrada. Por otra parte, “en el Nuevo Testamento encontramos las diaconisas, que existieron en la primera iglesia y hasta la edad media” (Cardenal Martini, Coloquios nocturnos en Jerusalén, p. 167) ¿Es tan evidente, entonces, que apoyados en Jesús o en la práctica de la Iglesia haya que negar a las mujeres el acceso al ministerio diaconal y presbiteral?

Vale la pena citar aquí al gran teólogo Karl Rahner: “…el magisterio de la Iglesia se puede equivocar y de hecho se ha equivocado muchas veces también en el s. XX (…) A mi juicio, ni la argumentación básica ni la autoridad de enseñanza de la Iglesia, a la que de hecho se acude, ofrecen un fundamento convincente y obligatorio para aceptar la discutida doctrina de Pablo VI en la Humanae Vitae, ni la Declaración de la Congregación de la Fe que quiere excluir por principio la ordenación de las mujeres, como algo que debería aplicarse en todos los tiempos y culturas (Textos de Karl Ranher sobre la Iglesia, en www.fespinal.com)
Si el magisterio de la Iglesia no quiere o no puede dar el paso de la ordenación de mujeres, habrá que buscar entonces otras maneras de integrarlas en la jerarquía, no solo como escuchantes o asesoras (llamadas esporádicamente), sino como protagonistas y plenamente responsables del caminar de la Iglesia.
¿Significa esto un cambio estructural indebido en la Iglesia, una deformación del querer de Jesús? Lo dudo, a no ser que se sostenga que una determinada configuración histórica de la Iglesia está llamada a subsistir por los siglos de los siglos…, aunque todo alrededor cambie y se transforme.
Mientras esto no suceda, la jerarquía de la Iglesia caminará con una pata coja, con un ojo menos, carente de una determinada sensibilidad… Y en estos tiempos tan complejos y desafiantes, eso es un lujo que no nos podemos dar, por amor a la Iglesia de Jesús y responsabilidad con la misión que el Señor nos ha encomendado.





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