“(...) Hasta setenta veces siete, siempre"


El Señor es compasivo y misericordioso ¿y nosotros qué?.
La parábola que Jesús nos relató en la Eucaristía dominical acerca del perdón que no tiene límites me sacude una y otra vez, invita a situarme en los distintos lados de la situación descrita. Reconozco se me hace difícil el ejercicio, sin embargo no tiene sentido ni validez alguna no dejar de hacerlo, es más siempre hay que tener presente las dos caras de la moneda.
La coherencia del perdón es una exigencia sin lugar a dudas para la vida de los cristianos.
No perdonar al otro es tortura permanente y más aun cuando esperamos que ese otro reparé el daño causado. Otra cuestión que se me queda dando vueltas es no perdonarse a simimo y dejarse perdonar, como ven la tarea me ha quedado grande incluyendo al agresor que al fin y al cabo también es otra víctima que hay que rescatar, se me pone díficil a la hora de los quiubos. Ah y otro elemento destacable es que muchas veces somos perdonados pero esto no implica inmediata sanación, he de conocer que el perdón de Dios y de los otros no me garantiza a mi un corazón misericordioso y compasivo en un dos por tres, la tarea es querer hacerlo, este aprender a vivir siendo más libre de mis ataduras fijándome en Jesús dejándome amar por Dios por lo que realmente soy.
He de seguir madurando el milagro del perdón para hacerlo real, se que me falta mucho, sobretodo comenzando a perdonar desde mi propio yo sino antes llenarme el corazón de amor, si no tengo amor suficiente; en ningún caso podré perdonar ni siquiera comenzando desde mi misma.

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