Despenalización del aborto tres causales. Mirada de una mujer cristiana y católica.

Despenalización del aborto tres causales.


Soy una cristiana católica en medio de un mundo plural y diverso, donde mi compromiso cristiano me lleva a proponer mis principios, pero no a imponer.  El Dios de mi fe es un Dios de vida, es genuinamente “pro-vida”. Es un Dios que invita a promover, proteger, respetar y defender la vida en todo lo que sea posible. Ser honesta con Dios significa: sumarse a esta tarea dentro de mis posibilidades.


Como tal, mi fe la vivo en una sociedad laical, es decir, que no asume religión alguna en particular, y cuya organización democrática debo aceptar y respetar, aunque, pudiera estar en desacuerdo con algunas de sus resoluciones.
 La Iglesia ya no está en un régimen de Cristiandad, en el que toda la sociedad se configuraba a partir del paradigma cristiano. Su palabra era aceptada por la autoridad que la sociedad le asignaba, una autoridad incuestionable. La modernidad y post modernidad nos han puesto delante de un paradigma pluralista, al interior del cual la Iglesia es una voz entre otras voces. Por tanto reitero ya no puede imponer lo suyo y tiene que sentarse a la mesa a conversar con los que piensan distinto, intentando convencer por la fuerza de sus argumentos y ya no solo por su pura autoridad.
Ella debe aceptar que la sociedad dé los pasos que ella considera que debe dar, al interior de un proceso democrático, aunque estos pasos estén contra lo que la Iglesia considera correcto.
Nada exime del ejercicio ciudadano de la participación democrática, que implica respetar la voluntad de las mayorías que definen las leyes que regulan la convivencia social, sabiendo que para los cristianos hay una Ley superior dictada por Dios, que guía la conciencia personal, pero que NO obliga  imponer a otros.        Ley que no es otra que el amor ; el amor comprendido desde Jesús, el Reino y el Dios-Trinitario revelado por El.
         Esto tiene consecuencias concretas, éticas!! Hay principios que para el cristiano son fundamentales y que aunque NO se impongan en ningún caso, se viven queriendo y creyendo en su universalidad.    Por ejemplo, la libertad, el perdón, la justicia y la esperanza, No son dimensiones de la realidad que el cristiano viva como relativas a tal o cual organización política y social.       Si el cristiano o la cristiana vive en un régimen que atenta contra la libertad deberá rebelarse contra este. Asimismo, si se enfrenta a realidades de injusticia o falta de perdón. El testimonio de los mártires es este y ese testimonio jamás debe ser olvidado.  

(Por otro lado desde mi perspectiva de mujer) En este sentido, es muy importante partir de la experiencia de las mujeres. Escuchar sus voces. Saber qué nos pasa. Dónde estamos. Cuáles son nuestras lágrimas. Dónde ponemos el corazón. Cuáles son nuestros miedos. Y nuestros anhelos profundos de mujer.




Uno de los momentos más difíciles para una mujer es enfrentar la eventualidad de un aborto. Hay confrontación. Hay duda. Hay dolor. Hay condenación. Hay culpa. Faltan gestos cariñosos, brazos y manos que acaricien y acompañen. Falta solidaridad profunda, cualquiera sea la decisión que finalmente se asuma.


No creo que la legalización del aborto a todo evento  sea la solución para los problemas relacionados con la mujer y la salud reproductiva.  Tampoco creo que el aborto sea un método de planificación familiar.
PERO considero necesario que se despenalice el aborto en las causales que están siendo invocadas en el proyecto de ley en curso.
De acuerdo con la información que manejo, las dos primeras causales invocadas –riesgo de la vida de la madre e inviabilidad del feto–estuvieron contempladas en el código sanitario chileno (artículo 119) desde 1931 hasta 1989. En esta última fecha, la dictadura militar modificó dicho artículo, estableciendo además una penalización al respecto en el código penal.
Es de mi conocimiento que : Durante el tiempo en que estuvo vigente el mencionado artículo del código sanitario, los médicos siempre supieron qué hacer, en esos casos específicos en que estaba en juego la vida de la madre: se optó por la vida de la madre. Esta opción indiscutible podía tener un efecto colateral inevitable, la muerte del feto; pero NO se buscaba la muerte del feto (un aborto) sino salvar la vida de la madre.
La causal más compleja tiene que ver con la interrupción del embarazo (aborto) en caso de violación. Entiendo que esta propuesta tiene como fundamento garantizar la decisión voluntaria de una mujer expuesta a un trauma tan profundo por el hecho de haber sido violada.


Creo que es un tema que debe ser abordado como un problema de salud pública, que contemple un debido acompañamiento material y psicológico, especialmente en aquellos momentos en que la mujer debe tomar decisiones. Todo debe estar integrado en un proceso donde se informe debidamente y se entreguen criterios claros y éticos de acción.


A pesar y después de lo anterior, si la mujer finalmente toma la decisión de abortar, pienso que  la acción debe ser despenalizada.


Es necesario contar con protocolos precisos que permita a las mujeres saber cómo actuar cuando puedan enfrentar objetores de conciencia en el sistema de salud. Por cierto, los objetores también deben ser respetados en su conciencia.


Es muy importante que la sociedad cuente con comunidades solidarias, casas de acogida y apoyo, donde las mujeres –cualquiera sea su decisión sobre un embarazo– encuentren cariño y cuidado.


Termino volviendo al tema de mi condición como  creyente.  La Iglesia no puede pasar por alto las condiciones concretas que llevan a pensar en la posibilidad del aborto: condiciones que suelen estar  ligadas a pobreza, soledad, abandono, dolor profundo. No se puede pasar por alto la manera como vive esto la mujer, que es la que carga con el peso mayor (a veces con todo el peso) de este nuevo ser humano que se gesta. No es posible ignorar la enorme cantidad de abortos que de hecho, se realizan clandestinamente en nuestro país y el enorme riesgo que eso significa.


Es fácil plantear un principio general: “estamos en contra del aborto”; pero qué distinto se ve desde la vereda de las mujeres que deben tomar una decisión.  Considero que hay que darle mayor importancia a esta realidad experiencial de la mujer a la hora de hablar del aborto.
Puedo decir: “no estoy de acuerdo con el aborto en el caso de una violación”, pero ¿opinaré lo mismo si la que fue violada fue mi hija de 13 años?


Más allá de cualquier circunstancia, mi fe me lleva a concluir que el Dios de los cristianos y cristianas es un Dios de misericordia, compasión y ternura, más cerca de las entrañas maternales que de la imagen patriarcal que se nos ha impuesto hasta ahora.     Este es el Dios que deben presentar las iglesias cristianas. El papa Francisco le decía a los obispos católicos en Brasil: “Es hora de recuperar en la Iglesia las entrañas maternas de la misericordia”.
Dios tiene misericordia con el feto y con la madre, NO toma partido justamente porque son dos seres necesitados de ternura, amor y misericordia.


Desde una perspectiva creyente, en cada nacimiento puede “colarse una semilla mesiánica”; es decir, un ser humano que nos ayude a caminar mejor hacia el Reino…. (claro que uno podría contraargumentar o un potencial Mamo contreras!!!, pero eso no es la perspectiva creyente, sino esperanza contra toda desesperanza!.


Concluyo: considero que –con una eventual despenalización o no– se debe considerar primariamente la eventualidad de que la mujer que ha engendrado por violación, pueda libremente acoger a esa criatura a pesar de la circunstancia, prestándole la debida asistencia. Esta asistencia la entiendo como una consejería o acompañamiento que le permita a la mujer valorar ante todo que el hijo o hija engendrado es suyo, que ese ser tiene derecho a nacer, que ni ella ni su criatura son culpables de nada, y que si puede llevar a término su embarazo con su conciencia en paz, que así lo haga.


Carol Crisosto Cádiz.


Concepción, 14 de agosto, 2015

Entradas populares