Hay escritores a quienes todos admiran, pero a los cuales, sin embargo, muy pocos de veras leen. Otros escritores tienen su momento de gloria estruendosa y luego se sumen en el más gris de los olvidos. Mala cosa, sobre todo cuando el olvido les cae en vida. Hay otros -pocos escritores que nunca fueron luminarias de primera fila, que nunca aparecen en primer lugar cuando se habla de glorias literarias, pero que siempre están ahí, como una presencia sólida, reconfortante, real, en el sentido de que, mientras más pasa el tiempo, más volvemos a ellos, a releerlos con la confianza que da un viejo amigo, un alimento probadamente sustancioso, un buen vino reposado, generoso, garantizado. Entre éstos, en Chile hay uno que, si no el primero, es sin duda alguna “top ten”: Baldomero Lillo, el autor de esos cuentos inolvidables de “Subterra” (1904) y “Subsole” (1907). Jóvenes y viejos leen a Baldomero Lillo y su huella permanece en ellos honda y fecunda. Los estudiantes de enseñanza media, tan...